¡Aterriza, Hugo!, por Teodoro Petkoff
Mas de 5 millardos costará aeropuerto presidencial de las mil y una noches
Después que Hugo se compró su poderoso y ultramoderno Airbus pensó que tamaño avión necesitaba algo más que esa insignificante Rampa 4 (terminal presidencial) que le dejó la Cuarta República en el aeropuerto de Maiquetía, donde hasta vergüenza da recibir a los dignatarios extranjeros que se acercan por estas costas. Además, un viajero tan frecuente como él debía contar con un terminal donde pudiera incluso quedarse, entre toque y toque en Venezuela, y despachar desde allí, mientras el avión recibía el mantenimiento de rigor. Así que, tumbando y capando, encargó los proyectos arquitectónicos. Ya los tiene en sus manos y uno de ellos, el presentado por la oficina de Zubizarreta y Montemayor, parece ser el que despierta mayor interés. Los detalles de esta obra magna los presentamos en el reportaje de la página 7. Baste con saber que su costo supera largamente los 5 mil millones de bolívares. Pisos de mármol de alta pureza, cristales polarizados que cambian con la luz del sol, suite presidencial, sala de reuniones, plataforma nueva para el Airbus y para dos aeronaves adicionales y hasta una nueva vialidad de acceso desde el distribuidor de Pariata, son algunas de las maravillas de este palacio aeroportuario, sin hablar de los periquitos de alta tecnología que lo completarán. Algo espléndido, pues. Los huéspedes extranjeros podrán pensar que esa es la puerta de entrada al primer mundo.
Hay un problema, sin embargo: si suben hacia Caracas, por la autopista, ¿cómo hacer para que los visitantes no vean los ranchos que la bordean? Transportarlos en helicóptero tampoco resolvería el asunto, porque desde lo alto la vista de los cerros de Caracas es sencillamente alucinante. Desde luego, ya no podría haber más giras para mostrar las ruinas del Litoral. No faltaría algún malpensado que pudiera preguntar, ante ese paisaje desolado, si el nuevo terminal era precisamente la prioridad.
¡Qué tiempos aquellos, cuando todo el romanticismo revolucionario se expresaba en quejas por el lujo agobiante de La Casona; o en la intención de transformar en escuela la casa presidencial llamada La Guzmania, en Macuto, o cuando el sueldo era transformado en becas para estudiantes pobres! Nada de eso. Primero lo primero. Y lo primero es la pinta. Aquí no va a llegar ningún sultán a hacer coco con su alfombra voladora ni ningún presidente, rey o primer ministro va a venir a echar despectivas miradas de reojo a los vidrios de las ventanas o a la raída alfombra roja de la Rampa 4. No importa que la revolución sea de cartón piedra, el terminal presidencial será el mejor de la galaxia. ¡Ya verán esos jeques árabes!