Auditar el CNE, por Teodoro Petkoff

Hay que leer el extenso reportaje de nuestra compañera Narela Acosta, en las páginas 4 y 5 de la edición de hoy, cuyo tema es el de las “horas borrascosas” durante las cuales en el CNE se organizó la auditoria que debía realizarse inmediatamente después del acto electoral, sobre un número de máquinas y urnas escogidas aleatoriamente. Como se sabe, esta auditoria fue tan incompleta que se dio como no válida, dando pie así a la realización de una nueva verificación, que contó con el patrocinio de la OEA y el Centro Carter y a la cual se negó a asistir la Coordinadora Democrática.
Las peripecias que rodearon la auditoria fallida revelan una historia de desorganización, decisiones de dudosa pertinencia y, en general, de tal despelote que se hace absolutamente necesaria una revisión a fondo de la anatomía y de la fisiología del CNE. Desde la cuestión de la presidencia del organismo hasta el de la organización de las mesas electorales, están planteadas modificaciones que conduzcan a superar la crisis de credibilidad de una instancia que debe poseer las características que el lugar común atribuye a la esposa del César: ser honesta y también parecerlo.
El tema de la presidencia es fundamental. Desde el momento que Carrasquero se cuadró con los representantes gubernamentales, aseguró una mayoría automática para estos que les permitió manejar a placer todo la infraestructura técnica del CNE, que es donde realmente se corta el bacalao. Los cambios en la composición de las juntas electorales regionales y municipales, las destituciones y nombramientos apresurados en las mesas, que configuraron verdaderos atentados a la equidad que debe privar en un ente que organiza elecciones, sólo fueron posibles por la facilidad con la cual los representantes oficialistas pudieron actuar, gracias a la conducta del presidente del cuerpo, que sumándose a aquellos lo desequilibró completamente. Carrasquero debería ser sustituido en la presidencia del CNE por alguien que pueda proceder con verdadero sentido institucional, con ecuanimidad y firmeza, no sólo para enmendar lo ocurrido sino para garantizar el buen funcionamiento del organismo.
De igual manera es preciso restablecer el equilibrio en las juntas electorales regionales y municipales, que en este proceso, a diferencia del anterior, son absolutamente claves. Ese desastre que fue la distribución de credenciales a miembros de mesas y auditores en la mañana misma del acto electoral no puede repetirse. Debió demasiado a la inoperancia de las juntas subalternas.
Un aspecto capital de la revisión del CNE es el atinente a sus niveles técnicos. Varias veces desde esta tribuna –y también personalmente a Jorge Rodríguez – alertamos acerca de los manejos turbios que era dable observar en esos ámbitos. El fracaso de la auditoria tiene bastante que ver con el aprovechamiento de esas posiciones de poder por parte de funcionarios que actuaban como activistas de partido, duchos en todas las mañas.
Finalmente, nuestro reportaje también destaca los desencuentros entre sí de los representantes técnicos de la oposición, así como los de ellos con Zamora. Resulta que muchas de las cosas que hoy reclaman en relación con la auditoria chimba ocurrieron en presencia tanto de técnicos como de rectores de la oposición. Pero… nadie puede alegar en su descargo sus propios errores.