Aukus: ¿y la estrategia?, por Félix Arellano
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El mundo aún no sale de la sorpresa que ha generado el lanzamiento del Acuerdo Aukus (acrónimo en inglés de los países firmantes Australia, Reino Unidos y Estados Unidos), que se concentra en la defensa militar en la región Indo Pacífica, una jugada táctica de impacto, con la que se espera ejercer un efecto disuasivo y de contención a la expansión militar china, en particular en el mar meridional; empero, sus efectos, potencialmente paradójicos, exige de una mayor reflexión.
El acuerdo permite a Australia acceder a la tecnología de Estados Unidos para la construcción de una flota de submarinos de propulsión nuclear, pero también obtener tecnologías cibernéticas y de vigilancia marina. La participación del Reino Unido, en principio, se corresponde con los compromisos jurídicos inherentes al uso de la tecnología militar, toda vez que junto con Estados Unidos han sido los únicos países que han utilizado esa tecnología desde hace varias décadas
Críticos del acuerdo consideran que la puesta en escena para su presentación, con la participación de los jefes de gobierno de Australia, el Reino Unido y el Presidente de Estados Unidos, en una video conferencia simultánea, resultó un tanto exagerada, para la suscripción de un contrato de venta de tecnología militar.
Con el acto se aspiraba trasmitir la impresión de avanzar en la contención efectiva del militarismo chino; otros estiman que se trata de desviar la atención de la lista de problemas que están enfrentando los tres gobiernos que suscriben el Acuerdo. El gobierno chino no ha tardado en reaccionar airadamente, en coherencia con la nueva tendencia más agresiva de su política exterior, calificando el acuerdo como: “extremadamente irresponsable”. En el fondo debe celebrar, toda vez que contribuye a legitimar la carrera armamentista que China está desarrollando fuertemente desde hace varios años.
El acuerdo genera varias lecturas, entre ellas se pueden apreciar algunas contradicciones y limitaciones, que deberían ser analizadas y superadas, no olvidemos que el desafío chino afecta a muchos, en particular a las democracias occidentales, y debería ser abordado con creatividad, definiendo límites, pero sin menospreciar las oportunidades que se pueden presentar.
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La seguridad de la zona del indo-pacifico, objetivo central del acuerdo, es un tema delicado y complejo, concentrar las soluciones exclusivamente en la defensa militar, que es importante, puede conllevar, entre otros, una simplificación del desafío chino, una limitada comprensión del problema, y evidenciar la ausencia de una estrategia que permita enfrentar el desafío en todas sus dimensiones.
En la medida que el Aukus se concentra en la defensa desde una perspectiva militar, tiende a privilegiar la visión conflictiva en las relaciones con China y las inscribe en una interpretación potencialmente suma cero, que podría desembocar, como lo han planteado algunos teóricos de la conspiración, en la inexorable “trampa de Tucídides”, con consecuencias impredecibles para toda la humanidad.
Por otra parte, concentrar la atención en las relaciones con China exclusivamente en la visión conflictiva, cierra oportunidades para la cooperación, que, si bien no se presentan fácil, no se deben menospreciar, ya que pueden generar espacios para el diálogo, la negociación y la cooperación; el camino necesario para enfrentar las amenazas que acechan al mundo global. Recordemos que la pandemia del covid-19 ha demostrado que los problemas globales no se superan con la actuación aislada de los países.
Limitar las posibilidades de cooperación con China resulta coherente con la estrategia de máxima presión que adoptó el presidente Donald Trump y mantiene el presidente Joe Biden; empero, resulta conveniente analizar la efectividad de esa estrategia, que no resuelve los problemas que la originaron, crea nuevos como las reacciones en reciprocidad, tiende a fortalecer al sancionado y aísla al sancionador.
Otra alerta que genera el acuerdo tiene que ver con la ausencia de coordinación con los aliados occidentales, en particular con la Unión Europea y las reacciones no se han hecho esperar. Al respecto, Josep Borrell, canciller de la Unión Europea, ha expresado la sorpresa y malestar frente al acuerdo, que puede afectar la renovación y fortalecimiento del diálogo transatlántico, uno de los objetivos que el presidente Biden resaltó con insistencia en su pasada visita oficial a Europa.
La repetida propuesta del presidente Biden “América ha regresado” y la renovación del diálogo transatlántico, que generaron grandes expectativas, pareciera que se estancan, al observar, tanto el desorganizado retiro de las tropas de los Estados Unidos de Afganistán, que afectó la evacuación del personal europeo; como el repentino anuncio del Aukus, que complica la coordinación transatlántica frente el desafío expansionista chino y, adicionalmente, afecta directamente intereses de Francia.
Conviene destacar que Australia se había comprometido a la compra de submarinos franceses “clase attack” desde el 2016, lo que fue calificado por Francia, en su oportunidad, como “el contrato del siglo”. Ahora el Aukus conlleva la abrupta ruptura de ese compromiso, y Francia ha expresado su malestar, calificándolo como: “una puñalada por la espalda” y convocando su Embajador en Australia a consultas.
Una de las señales más delicadas que genera Aukus tiene que ver con la ausencia de una estrategia comprensiva e incluyente para definir límites y aprovechar oportunidades con China. El desafío chino es de gran complejidad, bien lo ha definido la Unión Europea como un “rival sistémico”, abarca una diversidad de temas y se expande a escala mundial, con especial atención en los países en desarrollo, donde se posiciona como el principal inversionista y socio comercial.
En el plano económico la expansión china ha logrado importantes avances y la Ruta de la Seda constituye el proyecto más emblemático de dimensiones globales; por el contrario, occidente pierde espacios y liderazgo. El aislacionismo del presidente Trump, su retiro del acuerdo comercial Transpacífico y de las negociaciones del acuerdo comercial con Europa, han facilitado el proceso de expansión económica de China.
Adicionalmente, la ausencia de las economías occidentales, en particular de los Estados Unidos, en los países en desarrollo, ha fortalecido la presencia y el liderazgo de China.
Por otra parte, debemos tener presente la nueva orientación más agresiva en la política exterior que está desarrollando el presidente Xi Jinping, dejando atrás la fase del bajo perfil, el “soft power”. En la nueva tendencia nos encontramos con una política exterior de acciones hostiles; entre otros, cabe destacar: la presión sobre Hong Kong y Taiwán la llamada provincia rebelde; los problemas en la frontera con la India, las guerra comercial con Australia, los problemas de renegociación de deuda externa con varios países de África, problemas de pesca ilegal en América Latina, crecientes tensiones en materia de derechos humanos y la fuerte competencia por el liderazgo de las nuevas tecnologías.
La complejidad del desafío chino exige de una acción amplia, creativa y muy bien coordinada por parte de las democracias occidentales, el presidente Joe Biden generó esperanzas para avanzar en ese largo, difícil, pero necesario proyecto; empero, el Aukus poco contribuye en el logro del objetivo, e introduce dudas sobre las posibilidades de poder avanzar en una perspectiva creativa, pragmática e incluyente; que permita definir límites al avances chino, sin destruir las oportunidades que se pueden presentar para enfrentar los problemas globales.
Félix Arellano es internacionalista y Doctor en Ciencias Políticas-UCV.