Autoagresión, por Teodoro Petkoff
Ahora que fue publicada en Gaceta Oficial la Ley de Educación y que cursan en la Fiscalía General nuevas investigaciones, digamos que lo que pasó con los periodistas el jueves 14 de agosto debió ocurrir más o menos así: los 25 periodistas de la Cadena Capriles salieron de la Torre de la Prensa como al mediodía; en un gesto premeditado y alevoso, marcharon hacia la avenida Urdaneta, hechos como diría mi profe Navarro unos delincuentes.
Iban como unos delincuentes porque estaban en evidente disposición de violar de una vez el artículo 50 de las disposiciones transitorias de la ley, que «prohíbe la publicación y divulgación de impresos y otras formas de comunicación social que produzcan terror en los niños, inciten al odio, a la agresividad, la indisciplina, deformen el lenguaje y atenten contra los sanos valores del pueblo venezolano, la moral y las buenas costumbres, la salud mental y física de la población».
Sabían que estaban atentando contra el derecho humano de los niños, previsto en ese y otros artículos de la LOE, a crecer sanos y socialistas; y aunque la ley aún no había sido aprobada a la hora en que éstos salieron a la calle a delinquir, las violaciones contra los derechos humanos no prescriben según la Constitución Bolivariana, y por ello sí puede aplicárseles lo que Luisa Ortega Díaz llamaría la «retroactividad» de la ley.
Pues bien: iban hechos unos delincuentes, dispuestos a «provocar» -como diría el comandante- una escena de indisciplina, repartiendo volantes. Como esta estrategia no funcionaba, decidieron ir más allá y crear una escena de violencia y terror: cuando avistaron a un grupo de camaradas chavistas que se les acercaban portando palos, los periodistas de la Cadena Capriles se abalanzaron contra ellos, golpeando los garrotes y botas de los compatriotas (porque algunos de ellos llevaban botas, como el comandante) con sus caras, cabezas y narices.
La prensa golpista no lo reportó, pero estos comunicadores vendidos incluso partieron con sus cuerpos los palos que portaban los camaradas. Los medios de los oligarcas, siempre tergiversando la verdad, sí dijeron, en cambio, que los camaradas iban armados con medias llenas de metras para golpear a los periodistas de la Cadena, y no fue así: como la nueva Ley de Educación habla del rescate de las tradiciones venezolanas, lo que querían los muchachos de Ávila TV era invitar a sus colegas de los medios privados a jugar una partidita de metras, en un intento por avanzar hacia la reconciliación del país.
Tan poderosas son las empresas periodísticas en este país y tan oscuros sus intereses, que hasta el propio director del diario Últimas Noticias tuvo que someterse a sus designios y recoger sus primeras declaraciones, para luego condenar el supuesto ataque contra los reporteros de su diario que, él sabía, no había sido un acto espontáneo del pueblo revolucionario contra una provocación.
Dijo Díaz Rangel al saber lo ocurrido, y con toda razón, que los camaradas chavistas que fueron golpeados en sus puños por los periodistas de la Cadena Capriles no sabían que los agresores eran periodistas.
Aunque ponderado, era lógico el razonamiento del profesor: con todo y que él mismo es un tipo famoso y reputado en el mundo del periodismo, si uno ve, escucha hablar o lee lo que escribe Díaz Rangel, tampoco reconoce en él a un periodista; por el contrario, ¡hasta provoca pegarle! De allí que no pudiera considerarse esto como un ataque a la libertad de expresión en Venezuela, aún en el supuesto negado de que los camaradas revolucionarios hubiesen sido los agresores y no, como ya lo sabemos, los agredidos.
La misma lógica lo indica: los golpistas son siempre los que golpean; si no, pregúntenle al comandante.