Avances opositores, por Simón García
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La oposición se movió en los dos últimos años, cambió y está cambiando en el sentido de mejorar su desempeño. La primera señal fue adoptar la vía electoral como camino estratégico.
La segunda es su reordenamiento. Emerge una nueva jerarquización de los liderazgos, mientras los partidos mantienen aún el orden anterior. Está por verse si de aquí al 22 de octubre los hechos confirman las percepciones de este momento.
La tercera señal proviene de la gente: el deseo de cambio está creando la posibilidad de abrir el tránsito del autoritarismo a la democracia, mediante un proceso tenso y accidentado; pugnaz, pero pacífico entre los dos polos que deben someterse al juicio electoral, cambio o continuismo.
El régimen puede salir por votos, a menos que las actitudes extremistas tuerzan la política hacia el desprecio del dialogo y la coloquen en el deja vu insurreccional. La derrota de la candidatura oficialista, en correspondencia con el alto rechazo al gobierno, puede evitarla el abandono de la vía electoral por parte del gobierno o de un sector de la oposición. Ambas salidas resultarán costosas para sus ejecutores.
Aunque vamos bien, no estamos a pata de mingo ni contamos con bochadores de brazo largo. Hay que blindar y perfeccionar la estrategia electoral del cambio, pese a los ventajismos y provocaciones gubernamentales.
Dirigentes y partidos tienen el desafío de hacer campaña para restablecer sus capacidades de relación, comunicación y representación de la gente. Tienen que salir del ámbito de la oposición dura y colocarse en la Venezuela que desconfía de la política.
Hay que reformular el concepto de unidad porque las fuerzas son semejantes en objetivos, pero diferentes en visiones y contenidos políticos. Aún así hay que sumar toda la diversidad de la oposición en un plan para crear condiciones de victoria y para gobernar con estabilidad. La unidad no es eficaz sin los partidos ni efectiva sin movilización de la población.
El cuadro político opositor de hoy no se configura según fronteras ideológicas entre izquierda y derecha. La misión del centro político es atraer, agregar y sintetizar aportes desde las posiciones extremas, persuadiendo, argumentando y superando la polarización; no atacando a un polo para liquidarlo.
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Las pruebas de madurez interpelan hoy a toda la oposición y a María Corina, despegada en las encuestas. Su cemento es tener al voto como carta de triunfo. No hay chance para atajos ni emboscadas contra una política constitucional y democrática.
María Corina ha logrado crear una percepción creciente de encarnar una opción con chance frente a Maduro. La actitud hacia su avance no puede ser el ataque y la descalificación. Ella forma parte de un campo opositor que necesita solidaridad y tolerancia en una competencia, aun abierta, por encontrar la mejor fórmula para unir, ganar y gobernar para la prosperidad y la convivencia.
No comparto aspectos fundamentales del discurso y las propuestas de María Corina, pero veo que tiene retroceso. En dos oportunidades ha dado vuelta en U con responsabilidad: cuando se decidió que el CNE organizara la primaria y cuando el régimen la inhabilitó. Esas respuestas aconsejan suspender los juicios de intención sobre su lema hasta el final.
Trabajemos para consolidar la estrategia electoral, acrecentar la disposición de voto por el cambio y prepararnos para un escenario en el que habrá que pasar el testigo. Barinas fue el primer ensayo.
Simón García es analista político. Cofundador del MAS.
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