Balance de los días de abril, por Gregorio Salazar
Autor: Gregorio Salazar | @goyosalazar
Un año ya del inicio de las masivas protestas de abril que se prolongaron por espacio de más de cuatro meses y, en pocos días, se cumplirán dieciséis de la multitudinaria manifestación del 11-A, históricas jornadas separadas por quince años exactos y que permanecerán en la memoria colectiva como prueba fehaciente de la vocación libertaria y democrática de los venezolanos.
Puede que desde el sector oficialista se festejen y proclamen ambos eventos como victorias en defensa de los mismos valores, pero la realidad no puede ser ocultada ni disimulada: ellos son hoy los representantes de una dictadura despojada de todo sentimiento de humanidad y nacionalismo, en tanto que el pueblo, protagonista de aquellos sucesos donde luchó por cambiar el rumbo de la historia, es la víctima de los desmanes demenciales de quienes sin interrupción han gobernado a su antojo durante diecinueve años.
Veinte fueron las víctimas fatales del 11-A y más de ciento cincuenta las de hace un año, cobradas mayoritariamente estas últimas por la represión desproporcionada, volcada con saña por cuerpos militares y policiales que han perdido toda capacidad de actuar con profesionalismo y apego a la Constitución y las leyes que marcan su desempeño: se comportan como activistas políticos adoctrinados y uniformados, lo que ya habían demostrado durante los sucesos de La Salida, en febrero de 2014, donde perdieron la vida cuarenta y tres venezolanos. Miles han sido los detenidos y centenares los torturados y exiliados.
Ninguna de esas manifestaciones surgieron de improviso. El 11-A estuvo precedido por múltiples y vehementes llamados al diálogo y a la rectificación. La sociedad civil había dado una tenaz lucha por enfrentar el decreto 1.011 en defensa de una educación no sujeta a las arbitrariedades del Estado y los empresarios habían pedido inútilmente que se diera una discusión abierta sobre el paquete de 49 leyes-decretos, especialmente la Ley de Tierras, que finalmente fueron dictadas nada menos que un día antes de que terminara la facultad habilitante otorgada por la AN presidente.
La batalla por el control de PDVSA dio el envión final a la multitudinaria protesta de calle. Chávez tenía dos años en el poder y ya había enfrentado dos paros convocados por Fedecámaras y la CTV
Dieciseis años después, la educación ha sido abiertamente intervenida por el Estado. Las universidades han sido estranguladas presupuestariamente y mantenidas bajo asedio, mientras sus aulas y las de los planteles a otros niveles se van vaciando de alumnos y profesores. La Ley de Tierras, después de la expropiación de tres millones de hectáreas, transformó unidades productivas en tierras baldías. La producción del campo está en el suelo y los venezolanos padecen hambre. De la “nueva PDVSA” que surgió de aquel desenlace ni hablar: presa de la desinversión, el endeudamiento, la corrupción y la descapitalización de su recurso humano su producción va en caída en libre y pronto estará en las dimensiones de la industria petrolera de Ecuador y Colombia, si es que no desaparece.
La sociedad venezolana, no obstante, persistió en la vía democrática y 15 años después encajó al proceso chavista su más apabullante derrota al obtener la mayoría calificada en el seno de la Asamblea Nacional. A las pocas horas, ya el régimen de Maduro tenía adoptada una decisión: cancelar el juego democrático, cerrar la vía institucional a la posibilidad de un cambio en el poder.
De esa forma, la voluntad soberana de la ciudadanía expresada en las urnas de votación fue reducida en el discurso oficial a una acción impulsada por el imperialismo y la burguesía.
Ante los militares, sostén fundamental de su régimen, Maduro caricaturizó así lo ocurrido en las elecciones legislativas del 6D:“Estamos frente a una crisis de grandes dimensiones… una crisis contrarrevolucionaria de poder… que va a generar una lucha de poder entre dos polos: el polo de la patria, que quiere seguir construyéndose y que es profundo, y el polo de la antipatria que por primera vez se anota sobre la base de la guerra y del juego sucio un éxito circunstancial”.
Lo demás es historia muy reciente: la elección de 22 magistrados express del TSJ, quienes luego se encargarían de anular más de cincuenta leyes dictadas por el Legislativo, declarar en desacato a la AN y finalmente intentar barrerla mediante los zarpazos de las sentencias 155 y 156, que rompían el hilo constitucional, contra lo cual los venezolanos se lanzaron masivamente a la calle convocados por la oposición democrática.
No hay un día en que la delirante cúpula gobernante, que hoy recibe el repudio mundial, no exhiba su falta de escrúpulos en la búsqueda de su perpetuación en el poder. Pero no hay día en que los venezolanos, cercados, sin alimentos ni medicinas no ratifiquen su voluntad de volver a un país donde se viva en paz y en democracia, objetivos supremos por los que dejaron su vida quienes cayeron en las dolorosas jornadas de abril 2002 y 2017 y febrero del 2014. Ellos volverán victoriosos.