Balance de Puntofijo: el bienestar, por Marino J. González R.
Los objetivos de la redemocratización de Venezuela iniciada en 1958 fueron propuestos directamente por Rómulo Betancourt al tomar posesión de la presidencia de la república el 13 de febrero de 1959. Al finalizar el discurso, Betancourt señaló: «podemos llevar adelante la empresa de estabilizar un régimen democrático en Venezuela, no sólo garantizador del ejercicio de las libertades ciudadanas sino también eficaz agente creador de riqueza, de cultura y de bienestar general».
En palabras de Betancourt, la redemocratización debía promover dos grandes objetivos: alcanzar la democracia, y crear bienestar. Los acuerdos requeridos para alcanzar esos objetivos fueron expresados en el Pacto de Puntofijo.
Con respecto al primer objetivo, alcanzar la democracia, los logros fueron sustantivos. Entre 1957 y 1998, Venezuela pasó de ser una de las autocracias más severas a una de las seis democracias más avanzadas de América Latina. Es también muy cierto que al final de ese período existía una brecha con respecto a las democracias líderes de la región.
Indicativo de que lo que se imponía era una estrategia orientada a mejorar aún más la calidad de la democracia. Lamentablemente, desde 1999 Venezuela experimentó un sistemático deterioro de la democracia, hasta el punto de convertirse en una de las cinco autocracias que existen en la actualidad en América Latina.
Para analizar el segundo objetivo, crear bienestar, lamentablemente la información disponible, especialmente para la comparación con otros países de la región, es limitada y poco sistematizada. Al contrario de la que existe para analizar la calidad de la democracia, las series históricas completas para el período son escasas, y mucho menos está disponible la agregación de indicadores. Por ejemplo, las fuentes primarias para estimar la proporción de población en situación de pobreza se iniciaron casi veinte años después de 1959. La construcción de indicadores sintéticos del bienestar en el período es una tarea pendiente.
Por estas razones la valoración del bienestar puede hacerse de manera indirecta a través de la revisión de series históricas, con todas las limitaciones citadas. Y dentro de estas series históricas puede ser de especial utilidad aquellas que expresen tendencias con impacto en el curso de las políticas públicas. Es decir, que pudieran constituir señales de alerta sobre la evolución del bienestar.
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El crecimiento de la economía (expresado como porcentaje de variación con respecto al año anterior) cumple con estas dos condiciones. En primer lugar, la buena marcha de la economía es condición necesaria para crear bienestar. Los recursos que recibe el gobierno producto de la actividad económica pueden ser utilizados para múltiples áreas de servicios, por ejemplo, aquellos en el ámbito social (educación, salud, entre otros), y en infraestructura. De tal manera que el crecimiento de la economía es una buena referencia para estimar los recursos disponibles para esas múltiples áreas de servicios.
La segunda condición que cumple la magnitud del crecimiento económico es su utilidad para la toma de decisiones. Si la economía no crece adecuadamente, las demandas de múltiples actores sociales se concentran en exigir cambios en las políticas. De tal manera que, en principio, el crecimiento económico puede condicionar la gestión del gobierno valorada en su conjunto.
El gráfico muestra las tasas de crecimiento de las economías de Venezuela y Colombia entre 1961 (primer año disponible) y 1998. Se puede apreciar que la tasa de crecimiento económico en Venezuela entre 1961 y 1979 fue siempre positiva. Sin embargo, al comparar con la tasa de crecimiento de Colombia se constata que en este último país tuvo menos variabilidad (adicionalmente, el crecimiento fue positivo en todos los años del período). En otras palabras, en Venezuela las oscilaciones del crecimiento económico fueron mayores, probablemente ligadas a las variaciones de los ingresos petroleros.
Venezuela y Colombia: Crecimiento anual de la economía (%)
(1961-1998)
Fuente: Banco Mundial
Estos rasgos de inestabilidad del crecimiento económico se hacen mucho más evidentes a partir de 1980. De hecho, entre 1980 y 1984 la economía de Venezuela decreció en todos esos años. En 1980 la caída de crecimiento fue 4,4% y en 1983 fue 3,76%. Es obvio que estas variaciones de crecimiento fueron manifestaciones tempranas de las limitaciones del modelo económico del país. Esta inestabilidad del crecimiento tiene efectos negativos para la calidad de la gestión pública en la prestación de servicios sociales y de infraestructura. No solo en el corto plazo sino en las condiciones de sostenibilidad y calidad de los servicios.
Estos signos tempranos se manifestaron en muchas otras áreas de la gestión del bienestar. De allí que, en la segunda parte del período, es decir, desde finales de los años ochenta del siglo pasado, estas tendencias de deterioro se hicieron más profundas. Pero es también obvio que incluso en la primera mitad del período (desde 1961 a 1980) ya existían demostraciones de las dificultades para crear bienestar para la población.
El progreso de este deterioro alcanza puntos máximos a finales de la década de los noventa del siglo pasado. Las mediciones de pobreza que ya se habían consolidado en la institucionalidad pública señalan que en 1997 la proporción de población en pobreza era 60% y en pobreza extrema era 29,5%.
En la dimensión de la creación de bienestar el balance de Puntofijo es muy insatisfactorio. No solo en la política económica, sino también en la política social. Esta gran insatisfacción explica los resultados electorales de 1998, los cuales fueron el inicio del regreso a la autocracia desde ese año.
La experiencia de Venezuela demuestra que los avances en la calidad de la democracia pueden ser insuficientes si no van acompañados de políticas exitosas para crear bienestar. La alerta que hizo Betancourt en 1959 no fue correspondida con la práctica adecuada en la gestión gubernamental. Al no crear bienestar, se terminó perdiendo la democracia y empeorando las condiciones de vida de la sociedad.
Marino J. González es PhD en Políticas Públicas, profesor en la USB. Miembro Correspondiente Nacional de la Academia Nacional de Medicina. Miembro de la Academia de Ciencias de América Latina (ACAL).
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