Balance México, por Bernardino Herrera León
Twitter: @herreraleonber
Hasta el momento, luego del sorpresivo anuncio chavista de otorgar a Alex Saab la condición de diplomático del Estado Venezolano, el balance de las negociaciones en México ha resultado completamente a favor del régimen chavista.
Efectivamente, el chavismo ha logrado en México blanquear en alguna medida su deteriorada imagen. Desapareció el gobierno interino. Negocia levantar sanciones. Crea la ilusión de elecciones. Asocia la crisis humanitaria a su relato del bloqueo. Compromete a los opositores a no optar por la fuerza. Censura la crítica opositora. Y logra una visita oficial de Maduro a México pese a su orden de detención.
En suma, la negociación en México ya equivale a una rendición opositora. Veamos:
El primer beneficio a favor del chavismo está contenido en el Memorando de Entendimiento, suscrito el 13 de agosto pasado, donde se identifican las partes: una, reconocida como el gobierno de Venezuela, y a la otra, como un grupo opositor. Estas identidades ponen en desventaja a la oposición.
Porque desaparece de un tajo la noción de gobierno interino de Juan Guaidó. Borrar de un plumazo la legalidad de un gobierno reconocido por decenas de países y por los venezolanos es, de entrada, un gran éxito a para el chavismo. Cuesta mucho comprender cómo los representantes opositores cedieron en este aspecto crucial, negando su propia identidad. En este punto, el precio de sentarse en México es ya muy alto.
Otro saldo a favor del régimen chavista es el temario mismo de la agenda. Se trata de temas completamente abstractos. La frase del punto uno: “Derechos políticos para todos” coloca derechos constitucionales como si fueran resultado de una negociación. Es un engaño que favorece al chavismo, por cuanto implica que todos somos responsables del cumplimiento de garantías constitucionales, cuando es el chavismo en el poder el único transgresor.
Tal abstracción permite al chavismo evadir los temas que realmente importan: el colapso del país, el secuestro de la institucionalidad, la hambruna, el abandono social, los crímenes contra la humanidad, la colosal corrupción, la economía criminal, y sigue una larga lista.
Esta evasión se repite cuando en el punto dos del Memorando, el de las “Garantías electorales para todos”, al convertir lo común en lo extraordinario. Basta un simple protocolo constitucional para cumplir con tales garantías y convocar a elecciones a presidencia y al parlamento. El sistema electoral ha sido y sigue siendo monopolio exclusivo del chavismo. Los pocos reveses electorales sufridos sólo han servido para afinar a la perfección esa maquinaria de fraude. De nada de eso se habla, salvo vagas generalidades.
Llama la atención la frase de coletilla: “para todos”. Significa que ambos son arte y parte, causa y consecuencia. Por tanto, ambos se comprometen en cumplir lo que ya está establecido en el orden legal venezolano, cuando es sólo el chavismo el único transgresor.
Los procesos de negociación suelen sostenerse en una supuesta teoría de la negociación. La teoría de Noruega consiste en que ambas partes se comprometen a guardar silencio. Es decir, a censurarse. Las negociaciones deben ser secretas, según su dogma. Sin “diplomacia de micrófono”, dicen. La ciudadanía no es quien para enterarse de cómo se decide su futuro.
Realmente, las negociaciones suelen resultar de conflictos violentos. Agotados por el estancamiento de la guerra, las partes en conflicto estiman que ya es hora un cese al fuego. Pero eso ocurre sólo cuando una de las partes ya percibe su pronta derrota. Mientras que la otra parte sabe que, a pesar de estar ganando, un acuerdo temprano le ahorraría vidas y costos. Hay que decirlo sin esguinces: la mayoría de las negociaciones exitosas son realmente una rendición honorable.
Pero el caso venezolano es singular y se aparta de la receta teórica de Noruega. La negociación en México no es resultado de un enfrentamiento bélico, sino en un genocidio que aún está marcha en cámara lenta. Un grupo armado secuestra el poder y asesina a la sociedad civil desarmada. Ni siquiera se puede hablar de un pacto de rendición. El caso es puro y simple sometimiento.
Lo que realmente interesa al chavismo de México está resumido en el punto tres del Memorando. Tan claro como breve: “Levantamiento de las sanciones. Restauración de derecho a activos”. Conectado directamente con el punto seis: “Protección de la economía nacional y medidas de protección social al pueblo venezolano”. Es decir, la crisis humanitaria que el mismo chavismo ha ocasionado es ahora responsabilidad urgente de ambas partes. Algo imposible, pues quien la ha causado seguirá en el poder.
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Astutamente, el chavismo cuela su narrativa del “bloqueo”. Las sanciones son las culpables de la crisis venezolana. La concesión opositora viene a bien para alimentar propaganda chavista que alega no ser responsable del desastre.
El punto cinco, “Convivencia política social” y “Renuncia a la violencia” son acusaciones directas a la oposición. Como gobierno, el chavismo aplica la violencia cómo y cuánto le plazca. Los opositores no. Pero este compromiso arrebata a los venezolanos el legítimo derecho que tienen los pueblos a rebelarse en contra sus opresores. La oposición se declara culpable de insurreccionarse. No se trata del compromiso de claudicar a la vía insurreccional. Se trata de renunciar a las normas internacionales que incluyen una intervención militar internacional humanitaria, para impedir la agresión criminal contra la población indefensa.
En ese mismo punto cinco, se lee: “Reparación a las víctimas” ¿Cómo pueden repararse los crímenes cuando chavismo jamás ha reconocido la existencia de presos políticos ni de los asesinatos? A lo sumo, sólo ha admitido crímenes aislados, cometidos por algunos funcionarios desobedientes. Esta supuesta concesión chavista se anula a sí misma.
Otros aspectos fuera del Memorando suman también a favor del chavismo. El silencio debido que los representantes opositores cumplen con devota disciplina, no se corresponde con la incontinencia propagandística del chavismo. Censura opositora y verborrea chavista es un gran logro para el régimen.
Se añade el factor “desprestigio opositor”. Es el costo de negociar por enésima vez sin resultados. El chavismo no necesita simpatías ni apoyo popular. Gana elecciones porque dispone a su antojo de su maquinaria electoral. Lo que sí le hace falta es deslegitimar a la oposición. Que pierda apoyo y confianza de la ciudanía hace más creíble el fraude electoral. La propaganda chavista se concentra en sembrar dudas mediante campañas sucias, imputaciones de fiscalía o tribunales, fabricación de noticias falsas y divulgación de casos de corrupción en los que hayan participado oportunistas disfrazados de opositores.
No es suficiente que la oposición se presente dividida, como ahora, entre la Alianza Democrática por un lado y la Plataforma Unitaria por el otro. El fraude electoral requiere el mayor desprestigio posible de los líderes opositores.
El chavismo jamás cederá el monopolio del sistema electoral porque equivale a perder el poder. Ni habiendo muchas candidaturas, el chavismo ganaría en un escenario medianamente pulcro. Ni siquiera gana en las primarias de su partido, pues tuvieron que imponer candidatos rechazados por sus bases.
El balance de México es un juego de suma cero a favor del chavismo. Logra que una organización criminal y genocida se legitime ante el resto del mundo. Ni el informe de la Corte Penal Internacional ni las órdenes de detención de la DEA se mencionan en la negociación. Todo es color rosa para la tiranía chavista.
Es importante que sepan esto los opositores que dicen representarnos a los venezolanos en esa mesa. Quedarán para la historia como los tristemente célebres idiotas que prestaron un oportuno e inestimable servicio a esa peste criminal llamada chavismo.
Bernardino Herrera es docente-investigador universitario (UCV). Historiador y especialista en comunicación.
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