Barinas reconstruye la fe, por Gregorio Salazar
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Exacerbación del simbolismo revolucionario, ilimitados recursos estatales, abuso del poder institucional civil y militar, hegemonía comunicacional y capacidad de coerción, el chavismo replicó a escala el mecanismo mediante el cual pretende mantener cautiva la expresión soberana de los venezolanos y secuestrar el voto como principal herramienta de cambio.
La cúpula chavista creyó tenerlo todo a la mano para barrer a la oposición barinesa y su intento resultó en un descalabro mayúsculo, humillante, vergonzante. Barinas, sus humildes y olvidados habitantes pasaron por encima de todos los obstáculos, como de la tan trajinada falta de condiciones, la dispersión de los partidos de oposición y los llamados a la abstención para obtener un holgado triunfo que causó revuelo internacional.
Para la omnipotente y cegadora soberbia del Comando Aristóbulo Istúriz superar el poco más de centenar de votos con el que Freddy Superlano derrotó al candidato del oficialismo en la elección de gobernador de Barinas el 21N debió parecer una tarea relativamente rápida y sencilla.
Y así desplegaron un operativo electoral relámpago, pero al mismo tiempo el más costoso, más abarcador y avasallante que un partido convertido en amo absoluto del poder haya puesto en marcha en Venezuela para ganar una elección regional en apenas 50 días.
La reportera de una cadena internacional de televisión narró que viendo la capital del estado cubierta palmo a palmo por los afiches de Arreaza y Fermín, dos candidaturas aliadas contra la oposición, comenzó, por curiosidad, a buscar algún cartel de Sergio Garrido y finalmente pudo hallar un solitario pendón en lo alto de un poste. Nada más.
Por el lado del candidato opositor Sergio Garrido – campechano, optimista, tolerante, cristiano devoto y adeco de toda la vida – hace dos meses no le pasaba ni remotamente por la cabeza que hoy pudiera ser gobernador de su estado Barinas.
Garrido fue apenas la cuarta opción tras la cadena de inhabilitaciones que el régimen, actuando como quien está investido de un privilegio definitivo e irrevocable y sin ocuparse de dar explicaciones al país, ejecutó echando manos de la Contraloría General de la República y el Tribunal Supremo de Justicia, dos órganos que la revolución socialista vació completamente de cualquier sentido de funcionamiento institucional. Mafia política.
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De modo que los barineses se las arreglaron para enfrentar y derrotar con las uñas una orgía de poder y ventajismo –regalo de electrodomésticos, ocupación militar y ministerial, operativos de limpieza y de servicios públicos y otros derroches de recursos—mientras en paralelo se cerraba toda ventana mediática a las que se le prohibió entrevistar a Garrido y otro dirigentes.
No lo duden: el impacto hacia el interior de la cúpula descocada ha sido tremendo. Desconcertante. Anonadante. Sorprendente, Inexplicable. Y no fue que toda la tramoya ventajista no dio ningún resultado. Aumentaron sus votos pero la oposición aumentó su ventaja en 14 % más.
Esa camisa de fuerza con la que el oficialismo y la familia Chávez sometió a Barinas durante 22 años saltó hecha trizas. El pueblo de Barinas se convirtió en abanderado y portavoz del repudio popular al régimen chavista en la propia cuna del difunto caudillo.
Sus conciudadanos los ponderan como los héroes que son: no se rindieron ni a las dádivas ni al chantaje, porque bien saben que por allí vendrán a cobrarles haber hecho rodar al comando chavista patas arriba, como becerro en manga de coleo. Sacarán el consabido comodín del “protector” que a lo mejor allá llegará con las banderillas de una abrumadora derrota bailándole en la cerviz. Qué pena.
Lo que se destruyó desde arriba, desde el centro del poder y con más énfasis desde el 2016, burlando la voluntad de los electores y la Constitución, puede comenzar a reconstruirse desde abajo. Este es el trascendental mensaje que nos envía Barinas. Nos está diciendo que con organización, unidad, movilización y participación se puede derrotar al régimen. Y utilizando los defectos y virtudes del sistema electoral. En el caso Barinas, valga decirlo, es justo es reconocer el rol de los rectores Picón y Márquez.
Es probable que dentro de un lapso no muy lejano la suerte de Venezuela cambie de un modo que nos obligará a hablar del antes y el después de Barinas. Todo dependerá de cómo acometan las direcciones de los partidos las decisiones que habrán de tomarse en lo inmediato. Abrirse a la democratización y a la renovación. Meditar concienzudamente cada paso y calibrar cada circunstancia incluida por su puesto la conveniencia o no de un referéndum revocatorio. Unidad, unidad y unidad. El balón está ahora en el campo opositor ¿Qué vamos a hacer? ¿Goles o autogoles?
Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario general del SNTP.
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