Baruta Eje Norte, por Marco Negrón
En nuestra columna anterior planteamos una serie de observaciones al proyecto de Ordenanza en consideración en la Cámara Municipal de Baruta respecto a lo que han definido como el Eje Norte de la entidad. El espacio nos obligó a dejar en el disco duro otras importantes observaciones, algunas de las cuales se abordan de inmediato.
La misma connotación de “Eje” sugiere que se lo considera como si fuera una unidad y sus componentes fueran homogéneos, lo cual es falso. Él está conformado por tres urbanizaciones surgidas en momentos históricos distintos y de características diferenciadas: el borde norte de Colinas de Bello Monte está integrado fundamentalmente por las avenidas Río de Janeiro y Miguel Ángel, que combinan comercio en planta baja y vivienda con algo de oficinas en los demás pisos; en particular la segunda de esas avenidas tiene una muy animada vida local.
En el caso de Las Mercedes predomina abrumadoramente el uso de oficinas de alto estándar, eventualmente con comercio en planta baja entre los que destaca la presencia de restaurantes de alta categoría: configura de hecho lo que los italianos llamarían un “centro direccional”.
Los extremos este y oeste de Chuao están conformados por edificios multifamiliares aislados que abrazan un importante núcleo de viviendas unifamiliares aisladas; estas han perdido su función original sustituida improvisadamente por usos comerciales, educativos y de salud.
No hay que ser adivino para entender que la lógica rentista tenderá a homologar los usos promovidos por la Ordenanza a los predominantes en Las Mercedes
La Ordenanza plantea sin demasiada claridad, intercalando extrañamente un artículo 67 entre el 43 y el 44, el tema de las edificaciones de valor patrimonial. Nadie sensato puede poner en duda la importancia de la preservación del patrimonio, pero si no se establece un mecanismo de compensación que evite colocar en minusvalía a los propietarios de los inmuebles en cuestión frente a sus vecinos, beneficiados por el cambio de zonificación y las mejoras en las infraestructuras y los servicios, esas decisiones no pasarán de ser un saludo a la bandera.
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El mecanismo más idóneo para lograr lo anterior sería la posibilidad de negociar los llamados derechos de aire, lo que permite a un propietario castigado por la Ordenanza, es decir, que no pueda desarrollar sobre su parcela todo el potencial que aquella permite como es el caso, precisamente, de los inmuebles patrimoniales-, transferir a otra u otras parcelas el potencial no utilizado.
Aunque como se ha dicho no hemos podido acceder a los planos correspondientes, al establecer límites máximos al porcentaje de construcción y a la altura, resulta claro que la Ordenanza no admite soluciones de este tipo: su enfoque no es el de un plan de renovación urbana sino el de un plan convencional de zonificación por parcelas aisladas, todo lo contrario de lo que necesita una ciudad metropolitana en transformación.
Otro tema vital es la avenida Río de Janeiro, que ni siquiera es mencionada por la Ordenanza por culpa de su ensimismamiento municipal. En buena parte ella es el borde sur del río Guaire y, en su prolongación hacia Los Chaguaramos, del río Valle; esto la convierte en pieza fundamental del principal parque longitudinal futuro de la ciudad integrado a ambos ríos que, más pronto que tarde, serán depurados.
Y como el espacio se agota, hay que mencionar cómo se ignora el parque de La Carlota, hace muy poco tiempo objeto de un exitoso concurso de ideas convocado por la Alcaldía Metropolitana con el respaldo de la academia e innumerables organizaciones ciudadanas. Como dijera uno de los alcaldes latinoamericanos más exitosos, quien gobierna una ciudad en desarrollo debe tener un pié en el presente y el otro 50 años más adelante. Me temo que, por desgracia, no es ese el pensamiento que prevalece hoy en la Alcaldía de Baruta.