Batalla naval del Lago de Maracaibo (1823), por Ángel R. Lombardi Boscán
¿Qué tanto sabemos de lo que pasó hace doscientos años atrás? ¿Por qué celebramos batallas y guerras cuya cosecha es la muerte democratizada? No hay gloria en las guerras salvo para los vencedores y esto no siempre es unánime. Creía saber algo sobre el encuentro en el Lago de Maracaibo entre las dos escuadras: la realista y la republicana.
Una referencia pictórica desde muy joven me hizo creer que se trataba de otro Trafalgar (1805), combate naval éste idealizado en mi juventud luego de leer a Benito Pérez Galdós y sus “Episodios Nacionales” (1872-1912). Asumí que Padilla, el Almirante Padilla, fue venezolano y que los “malos” fueron los españoles. Luego, triunfó la imaginación patriótica, con su nacionalismo apabullador. Hasta que me dediqué, sólo un poco, a investigar sobre el evento.
Primera sorpresa: Padilla nació en Río Hacha y fue un pardo, algo que no era bien visto en ese entonces. Segundo: a Padilla, el héroe, lo mandó a fusilar, Bolívar, el más grande héroe en el año 1828 por conspirador.
Luego, me apercibí que las “grandes embarcaciones” que supuse no pasaban de ser modestos bergantines y goletas siendo las llamadas “Fuerzas Sutiles”: piraguas, flecheras, bongos y canoas, es decir, embarcaciones ligeras, muy ligeras, las que abundaron de parte y parte en la refriega.
Lo siguiente fue revisar el contexto ya que sin enmarcar la cronología el cuadro es imposible de apreciar en su justa dimensión. ¿Por qué en Maracaibo cuando ésta provincia estuvo de espalda a la guerra que se inició en Caracas en el año 1810? Maracaibo y sus élites tienen un trauma histórico atizado por el chantaje patriótico de los caraqueños con el estribillo pegajoso de: “seguid el ejemplo que Caracas dio”, remarcado un millón de veces en el Himno Nacional.
Para colmo no nos permitieron una estrellita en la bandera. Todo esto ha producido entre los zulianos mucha pena y vergüenza.
Para decir la verdad: los de Maracaibo fueron rivales de Caracas y no les acompañaron por ésta sencilla razón. En realidad, eran dos países, muy distintos. Y lo siguen siendo hasta el día de hoy.
Los historiadores zulianos, ante el hecho consumado luego de Carabobo, han encontrado en la Batalla Naval del Lago una forma de lavar el pecado histórico cometido. No está demás decir que esto es una tamaña tontería. Aun así se han dedicado a sobredimensionar el hecho. Nuestra guerra de Independencia fue terrestre porque no había barcos, es decir, no hubo el indispensable dinero para tenerlos. A España le pasó otro tanto. Y esto es un tanto incongruente porque todo el eje costero norte venezolano está conectado con las inmensidades del Mar Caribe y las principales ciudades están ahí alrededor de un puerto principal.
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Las flotillas eran modestas y la Batalla Naval del Lago, también lo fue. Antes del encuentro final, que se saldó con una victoria aplastante de los republicanos porque tuvieron a un Jefe audaz y decidido como Padilla, hay que explicar el momento previo que es lo más importante de ésta cuestión.
Para ello hay que seguir a un autor competente como Asdrúbal González en su libro olvidado: “La Guerra de Independencia en Puerto Cabello” del año 1988. Para entender lo sucedido en las riberas de Maracaibo hay que ir hasta Puerto Cabello.
Puerto Cabello, fue el principal puerto colonial de Venezuela. Y esto es muy importante porque fue la entrada y salida de bienes y mercaderías desde el mundo exterior. Era una plaza militar de gran importancia estratégica.
Tanto es así que al perderla Bolívar en el año 1812, Miranda, el Generalísimo, se desmoralizó tan completamente que se decidió por una rendición fatal.
Cuando sucede el descalabro de Carabobo en el año 1821 los restos del ejército realista de Miguel de la Torre van a parar sus huesos en Puerto Cabello obteniendo así un refugio inexpugnable alimentando a los confinados ahí desde el exterior por la flota española en contactos con Cuba, Curazao y Puerto Rico. La Torre que tiene discrepancias insalvables con Morales, su lugarteniente, termina yéndose hasta Puerto Rico. Morales, le sucedió. Y ocurrió lo impensable.
Francisco Tomás Morales, el canario que acompañó a Boves en los oscuros momentos de la Guerra a Muerte del año 1814, un sobreviviente de mil batallas, no se amilanó ante la más completa adversidad. Entre los años 1822 y 1823 decidió, contra todo pronóstico, ya que apenas contaba con medios militares, lanzar una ofensiva para recuperar todo el Occidente del país. Y lo hizo como si se tratara de una Blitzkrieg alemana. En cuestión de meses tomó Coro, Maracaibo y buena parte de los estados andinos. Se asentó en Maracaibo a la espera de refuerzos que solicitó a Cuba, que obviamente, nunca llegaron o si llegaron fueron insuficientes. El Almirante Ángel Laborde, fue su principal refuerzo, aunque nunca se entendieron y se pelearon entre sí erosionando la indispensable unidad en el mando.
Todo indica que Laborde fue un competente marino de guerra porque logró derrotar a una escuadrilla republicana en los primeros meses del año 1823 que ponía sitio a la fortaleza de Puerto Cabello desde el mar.
Esa escuadra derrotada, y luego reforzada, fue la misma que con Padilla cambió de plan y se dirigió hasta el Lago de Maracaibo porque ya estaban enterados que Morales se había hecho fuerte en ese sitio.
La hazaña de Padilla, y que la mayoría desconoce, fue haber logrado franquear el paso de la Barra sostenido por los fuegos cruzados del Castillo de San Carlos y otras baterías, además, del reto técnico de hacer pasar los barcos de mayor calado sobre unos fondos de arena muy pocos profundos.
Laborde, el vencedor de Puerto Cabello, fue tras Padilla sólo que sus barcos también quedaron dañados y por su alto tonelaje no podían ingresar por el obstáculo de la Barra.
Así que los dejó en Los Taques, cerca de Coro, y se trasladó en una embarcación ligera hasta Maracaibo. Allí intentó ponerse de acuerdo con Morales sobre qué acciones emprender y la inquina mutua cercenó esa posibilidad.
Así tenemos algo nuevo: Laborde no trajo flota española al Lago de Maracaibo a combatir con la de Padilla apostada y embotellada en los Puertos de Altagracia esperando el lance decisivo. Laborde tiene que hacerse cargo de los barcos que Morales tenía ya instalados dentro del Lago.
Todo esto explica la improvisación que reinó en el bando realista y que le terminó perdiendo. Ni tenían los barcos adecuados para el combate y Laborde dirigió a unos hombres que no eran los suyos. Esto explica por qué antes de la llegada de Laborde por setenta días nadie se atrevió a hostilizar a Padilla y su expedición.
Laborde solicitó más tiempo para atender la logística mínima adecuada sólo que Morales le increpó un ataque inmediato.
El resultado fue el siguiente y nos lo relata el historiador Asdrúbal González: “Los realistas fueron destrozados en el Lago de Maracaibo. Las naves que no fueron destruidas por el fuego exterminador de las baterías patriotas se entregaron prisioneras. El Contraalmirante Don Ángel Laborde y Navarro en su buque insignia y con tres goletas de su escuadra y algunas lanchas de las fuerzas sutiles, picando cabos lograron llegar a Maracaibo. De allí seguiría Laborde a colocarse al frente de los buques que aguardaban en Los Taques para marchar a Cuba. El flamante Mariscal de Campo Francisco Tomás Morales, atacado por todos los frentes y sin fuerzas navales que pudieran romper el bloqueo de Maracaibo, capituló el 4 de agosto”.
Director del Centro de Estudios Históricos de LUZ