Bertrand Russell «Horizontes de esperanza», por Ángel Lombardi Lombardi
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Bertrand Russell. Matemático y Filosofo. Premio Nobel. Se reconoce en esta honesta autobiografía, editada por Aguilar en 1968. «Para lo que he vivido» como un buscador del «amor y del conocimiento y una «insoportable piedad por el sufrimiento de la Humanidad».
Se reconoce en una humanidad que vive en tensión permanente entre «el temor y la esperanza» y como él a pesar de todo y al final de su vida, nunca quiso ni pudo renunciar a la esperanza.
Sin horizontes de esperanza se nos escapa la vida entre huidas y claudicaciones, digo yo.
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Su primera etapa (1872-1914) es la «belle epoque» un tiempo de confianza y optimismo general en Europa Occidental, presente en el mundo entero como «civilizadora» en función de un modelo de orden, progreso y sistema político y económico liberal-industrial, aunque hoy sabemos que para los países colonizados y explotados no fue la «belle-epoque».
En la segunda etapa (1914-1944) es el duro despertar a las tragedias de su época, dos guerras mundiales, las amenazas totalitarias del comunismo y del nazi-fascismo y todo tipo de dificultades, a pesar de todo intentó proteger sus esperanzas en un mundo mejor.
Escribe el 11 de Junio de 1931 «me hallo envuelto en una vasta niebla de soledad, emocional y metafísica, de la que no encuentro salida».
En su tercera etapa (1944-1967) con un bien ganado prestigio internacional su principal preocupación y ocupación son las causas humanitarias y el pacifismo.
«Pasé mi vida persiguiendo una visión, tanto personal como social. Personalmente interesándome por aquello que es noble, hermoso y amable… en donde los individuos se desarrollen en libertad y en donde el odio, la codicia y la envidia mueran… Creo en esas cosas y el mundo con todos sus horrores, no me ha hecho vacilar».