Bicentenario de la batalla de Carabobo: ideología y propaganda, por Ángel R. Lombardi Boscán
Twitter: @LOMBARDIBOSCAN
Y esto a causa de lo dulce que es vivir flotando en la inconsciencia,
pues a nada temen más los mortales que al conocimiento de la verdad.
Erasmo de Róterdam (1466-1536).
Las mentiras patrióticas y sus festejos acapararan la agenda distractora en los próximos meses. La historia de Venezuela es un entramado del encubrimiento de la realidad del pasado. La Independencia (1810-1823) es una edad de oro bajo el signo de la invención. El paso de colonia a república (1750-1830) fue violento y las secuelas que dejó la guerra en el tejido social, 200 años después, nos siguen pasando factura. Hemos convertido una tragedia social, la alabanza del crimen, en una efeméride.
Las versiones que han prevalecido como discurso ideológico de los grupos de poder instalados en el Estado termina siendo propaganda y falsificación. Además, exaltar a la guerra es una forma de locura y estulticia. La Independencia no colmó los ideales y principios por las cuales se hizo. La libertad terminó siendo secuestrada por los mismos libertadores devenidos en caudillos con ejércitos privados. El proyecto nacional claudicó una y otra vez bajo las imposiciones de las distintas hegemonías políticas como las de Páez, Monagas, Guzmán Blanco, Crespo, Castro, Gómez, Pérez Jiménez y las de más reciente data.
Nos han hecho creer que el proyecto nacional es una instancia estatal e institucional orientada bajo sanos principios liberales y republicanos cuando en realidad siempre ha sido partidista y con el apoyo del ejército como guardia pretoriana del césar de turno junto a sus cortesanos.
«¿No es la guerra el germen y principio de todos los hechos históricos y de todos los sucesos memorables? ¿Y no hay nada más loco que la guerra? Veamos si no: se emprenden esas luchas grandes o pequeñas, por causas casi siempre desconocidas; se continúan con grades estragos para ambos contendientes; terminan sin haber reportado utilidad para nadie o con una utilidad que se ha logrado ocasionando mayores perjuicios. Entonces ¿qué ingrediente ha intervenido en todo ello? Desde luego, nada significan los que han perecido en la contienda». Erasmo de Róterdam en Elogio de la locura (1511).
El único país cuerdo de la tierra a lo largo de la historia es Costa Rica porque eliminó el ejército.
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Quienes controlan la legalidad del país presentaron la imagen o logo que servirá para la conmemoración del bicentenario de la batalla de Carabobo, ocurrida el 24 de junio de 1821, que representó la derrota final del ejército monárquico en manos de Bolívar y Páez. Carabobo en el imaginario patriótico nacional es la arcadia donde reposan todas nuestras virtudes nacionales sustentadas en el triunfo de la libertad junto a la emancipación de todo un pueblo oprimido.
La exégesis oficial impone de forma rectilínea cómo los venezolanos, un rebaño domesticado, debemos entender el enfoque de la fiesta bicentenaria asociado a Carabobo: «1- La lanza, el arma de los que no tenían más armas que la voluntad de ser libres. 2- El caballo: animal que nos ata a la tierra y nos permite defenderla centímetro a centímetro. 3- El líder que es capaz de reunir a un pueblo y a un continente».
Los que tenían la voluntad de ser «libres» en 1810 fueron los propietarios del sector mantuano blanco en estrecha alianza con los peninsulares. Una minoría privilegiada que hizo la Independencia, no contra España sino contra Francia, porque esta invadió, en 1808, a la metrópoli con la que se sentían muy a gusto y temieron que el vacío de poder pudiera alentar a las castas a una subversión contra ellos mismos.
El pueblo en la Independencia solo fue carne de cañón y no entendió las causas de todas sus desgracias. Lo del caballo es un recurso sentimental; y lo de la tierra que se defendió centímetro a centímetro no se compagina con todos los despojos territoriales que hemos sufrido en manos de nuestros vecinos luego de la Independencia.
Lo último es la mención a Bolívar como padre de una idea de unidad e identidad latinoamericana fallida en el tiempo y que los mismos aliados y «amigos» del caraqueño, como Páez, Santander y Flores, la sabotearon sin ningún remordimiento. Además, esa idea de unidad territorial se impuso a través de un ejército que luego de Ayacucho, en 1824, fue percibido por los peruanos y otros beneficiarios de la «libertad» como invasor.
En conclusión: la historia en manos del Estado es un recurso más para confundir a los incautos, en suma, una adoxografía: el elogio de una materia trivial.
Ángel Rafael Lombardi Boscán es Historiador, Profesor de la Universidad del Zulia. Director del Centro de Estudios Históricos de LUZ. Premio Nacional de Historia.
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