Biden y el giro de la oposición venezolana, por Gregorio Salazar
Twitter: @goyosalazar
Supongamos solo por un instante que Donald Trump tiene razón y dice la verdad. Él ha sido el ganador de las elecciones norteamericanas, pero una tenebrosa confabulación de sus adversarios políticos y económicos, centenares de miles de ciudadanos a cargo de los operativos estadales de escrutinio electoral, las cadenas televisivas y los principales medios del país e incluso las instancias judiciales que han rechazado sus demandas de intervención de los conteos de votos se han amurallado para impedirle su reelección a la presidencia de los Estados Unidos arrastrando para ello dos siglos de sólida institucionalidad mundialmente reconocida.
Y, para colmo, esa monstruosa conspiración cuyo principal beneficiado electoral sería el opositor partido Demócrata se estaría llevando adelante frente a la pasividad del partido Republicano, cuyos principales voceros se han mantenido a prudencial distancia del delirio presidencial y llaman a esperar con calma los escrutinios que se realizan en aquellos estados donde un porcentaje sumamente alto de votos fueron enviados por correo, aceptando la línea estratégica dictada por Joe Biden.
Pero no, por fortuna no ha ocurrido tal derrumbe del sistema democrático norteamericano, pero el resultado electoral, donde Trump aumentó su anterior votación y pasó de los 70 millones de sufragios, radiografía la profunda división en el seno del pueblo norteamericano sobre aspectos vitales, como seguridad social, políticas migratorias, el conflicto racial, conservación ambiental y, en lo presente, el manejo de una epidemia que ha dejado más de 200 mil víctimas fatales.
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Valga destacar lo profundo que caló la propaganda electoral de Trump en Venezuela: Biden, según el desbocado mensaje de Trump, significa la llegada al poder de radicales de izquierda, del comunismo, de los aliados de la dictadura cubana y la indolencia de los Demócratas ante la crisis venezolana.
De nada sirve recordar que fue con Biden en la vicepresidencia de los EEUU cuando Obama declaró a Venezuela “amenaza inusual y extraordinaria” y aplicó las primeras sanciones personales, de acuerdo a la gradualidad que se sigue en estos casos.
Lo que sí veremos es un cambio de la estrategia norteamericana que, ojalá, se unificara e hiciera sinergia con Europa para una salida dialogada, negociada, electoral y pacífica en Venezuela. Trump trazó, en alianza con los principales partidos de oposición, la línea estratégica del famoso mantra que iniciaba con el cese a la usurpación de Maduro en el poder. En el imaginario de la oposición venezolana ha gravitado durante más de 20 meses la idea de que el atajo de la intervención militar haría saltar del poder a Maduro y su cúpula y retornaría prontamente la democracia en Venezuela. La derrota de Trump ha sumido en el duelo a un vasto sector de opositores.
Vendrá un giro que, en paralelo, ha comenzado a anunciar el propio Leopoldo López, ahora figura más visible y más activa de la oposición en el exterior, quien sorprendente se ha ido pendularmente al otro extremo hasta asomar un gobierno de transición del cual no estarían excluidas figuras prominentes del chavismo, con excepción de Maduro.
Falta ver cómo aceptará el opositor venezolano este cambio de hoja de ruta después de aferrarse desesperadamente a la letanía del cese a la usurpación chavista como condición sine qua non para todo lo demás.
Pero, volviendo al Norte, las elecciones estadounidenses han removido profundamente el piso de esa sociedad. Deja a las puertas un debate que no solo demandará exigentes esfuerzos del liderazgo político, sino de hasta los propios medios de comunicación y redes sociales, que por primera vez en la historia, han apelado a la censura informativa nada menos que al presidente de los Estados Unidos.
Gregorio Salazar es Periodista.
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