Bien boniiita, por Teodoro Petkoff
La política económica del gobierno ha provocado algo cercano a una catástrofe en la esfera de la llamada economía real, es decir la de quince y último, la de las fábricas y comercios, la que tiene una de sus estaciones terminales en abastos y mercados. En el primer trimestre del año la actividad económica tuvo un descenso de 4,2% con respecto al mismo lapso del año anterior. Cifras preliminares del Banco Central indican que en el segundo trimestre la cosa empeoró: la caída podría ser de 5,8%, comparado con el segundo trimestre del 2001. De modo que en la primera mitad del año, la economía conoció una caída libre de algo así como 5% en el Producto Interno Bruto (PIB). Por supuesto, esto tiene una lamentable traducción social: el desempleo. Alrededor de dos millones de personas carecen hoy completamente de trabajo y más de la mitad de la población activa sobrevive en la esfera de la informalidad y la precariedad. Por eso se entiende que el consumo de alimentos disminuya: en el primer semestre cayó 6,15%. Al cabo de tres años y medio, pues, la «revolución» no presenta ante los sectores más humildes y la clase media una cara propiamente «bonita». Todo lo contrario.
Para colmo, los estratos más pobres de la población están casi completamente desamparados desde el punto de vista de la asistencia social gubernamental. Los programas sociales que el chavismo heredó de los gobiernos anteriores han sido casi completamente desmantelados. Pero, lo que es peor, por primera vez se pretende adelantar un programa fiscal de ajuste, por definición siempre duro para los más pobres, sin la malla de seguridad de programas sociales compensatorios. La gente pobre y la clase media están cogiendo de lleno y sin anestesia el impacto de la devaluación y lo mismo va a ocurrir con el incremento del IVA y la eliminación de las exenciones de este tributo para varios rubros.
El gobierno anuncia hoy un conjunto de medidas para contribuir a la inefable reactivación económica. Han sido discutidas y diseñadas por el MPC conjuntamente con los sectores productivos y esto debe ser registrado con criterio positivo. Pero bueno es advertir que ese tipo de medidas (ver páginas 12 y 13) serían de frágil y corto alcance si no se aborda con audacia el aprovechamiento de nuestro gran activo nacional: el petróleo. Resulta una sangrienta ironía que un pueblo empobrecido vegete sobre un formidable océano de petróleo, que no espera sino por inversión para transformarse en riqueza. Mientras todos los países petroleros adelantan vastos planes de apertura e inversión, para elevar sus capacidades de producción, nosotros chapoteamos en un pantano de vaciedades y anacronismos que nos castra como nación y nos condena a la pobreza.