Big Bang, por Fernando Luis Egaña

No hay posibilidad de una transición ordenada cuando el enemigo visceral de ello es el poder establecido.
No se sabe cuándo ni cómo ocurrirá. Lo que sí se espera es que ocurra. El Big Bang es un cambio de raíz. Que deje el presente atrás y que abra caminos de futuro.
Los llamados al diálogo y a los acuerdos generales, son pertinentes. Pero no antes sino después.
No hay posibilidad de una transición ordenada cuando el enemigo visceral de ello es el poder establecido.
El finado Santo Padre Francisco gustaba de una expresión muy importante: hacer lío… Se refería a los jóvenes para que no se quedaran en la quietud del mal enmascarado de bien. Y ese concepto es necesario para sacudir la trágica realidad de la resignación.
Una hegemonía despótica y depredadora –también habilidosa–, busca esclavizar y corromper. En especial si en su cúpula se afinca en la represión de cualquier categoría de los derechos humanos.
Se trata de establecer un ambiente de amenaza y opresión que, lamentablemente, es aceptado y hasta defendido por los que están llamados a combatirlo. Hay excepciones valientes y hasta heroicas, pero estas son descalificadas porque suponen un cambio radical a la cobardía del modus vivendi.
Intentar apaciguar a una hegemonía despótica y depredadora, es inútil para quienes desean un cambio. Y es bienvenida para los que se aferran al continuismo.
El Big Bang está consagrado y exigido en la Constitución formalmente vigente. Un Big Bang de fuerza popular puede ser un tributo de esperanza a los valores de la democracia.
Fernando Luis Egaña es abogado (UCAB). Exministro de Información.
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