Bolívar, el ejemplo, por Leonardo Regnault
En el año 2010, cuando en Latinoamericana celebrábamos el bicentenario de la independencia, una encuesta realizada por el suplemento cultural Babelia, del prestigioso diario El País, de España, seleccionó a los latinoamericanos más influyentes,y coronando esa lista se encontraba nuestro libertador, Simón Bolívar, por la impronta de su pensamiento, por el peso de sus acciones, por el logro de la libertad de todo un continente. Hoy, que su figura nuevamente ha sido utilizada para justificar el abominable y bochornoso régimen que estamos padeciendo, es propicio rescatarlo de las garras de la usurpación.
Ese Bolívar todo símbolo, todo significados sobre generaciones enteras de venezolanos, que hoy queremos rescatar y honrar, es el Bolívar que siempre se levantó de las caídas, el Bolívar que a pesar de lo titánico del esfuerzo de la libertad siguió adelante hasta conseguirla, el Bolívar que derrotado en 1812 lamió sus heridas y en Nueva Granada se alistó para seguir contribuyendo con la libertad de su América, pensando siempre en su amada Caracas,el Bolívar que en 1813 entró por Mérida y fue avanzando hasta la capital para convertirse en el Libertador, el Bolívar que, derrotado por la “bestia a caballo”, con la república nuevamente en manos del imperio español, elabora uno de los documentos más importantes de la gesta emancipadora, la carta de Jamaica de 1815; es ese Bolívar,que en 1816 llega a la república de Haití a solicitar el auxilio de ese gigante llamado Petion, y con esta ayuda darle la libertad definitiva a la América española, es el hombre cuya estrella continúa en el firmamento que enmarca el destino de varias naciones de Sudamérica.
Claro que debemos postrarnos ante un hombre que nunca se rindió por la inmensidad de la empresa, por lo colosal de las adversidades, un hombre que supo convertirse en el líder de los titanes que luchaban por la libertad, como Mariño, Páez, Santander y Bermúdez.
Ese es el Bolívar que debemos rescatar; se trata de un Bolívar de su tiempo, un Bolívar de sus circunstancias, un Bolívar que se puede extrapolar al presente para servir como ejemplo de lucha, constancia y perseverancia, pero no del que debemos extraer su pensamiento para implantarlo en el presente como un impuesto anacronismo, sino de aquel que debemos aprender para con su ejemplo construir nuestro camino, un camino del siglo XXI, un camino cimentado en lo que somos, pero con la vista puesta en las nuevas realidades culturales, científicas, tecnológicas y sociales.
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Soy bolivariano desde que leí Mocedades de Bolívar, de Rufino Blanco Fombona, un opúsculo hagiográfico,pero que para un niño de 8 años fue como un libro de súper héroes;después llegó Rumuzo González, Liévano Aguirre, Linch, William Ospina, Vicente Lecuna, Perú De Lacroix, Cirilo Salazar, Acosta Rodríguez, Diego Carbonell, Pino Iturrieta, Marx y tantos otros que en algunos casos continuaron exaltando su figura hasta la mitificación,y otros lo trajeron hasta la terrenalidad, o lo denostaron, pero todos, con algunas excepciones, reconocen su inmensidad histórica y su pasión para alcanzar la libertad.
Hoy, cuando los venezolanos atravesamos un mar tempestuoso de miseria, desolación, dudas y desesperanzas,el ejemplo de ese grande hombre de la historia, nacido en nuestro suelo, es vital para seguir en la lucha. Recordar esas palabras pronunciadas en su discurso del 23 de enero 1815, en Bogotá: “Para el logro del triunfo,siempre ha sido indispensable pasar por la senda de los sacrificios”. Hoy, tanto como el ayer del Libertador,esta máxima es vital para no abandonar la lucha por alcanzar la libertad.
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