Bolívar, una vez más, por Leonardo Regnault
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Si, una vez más; una y mil veces más Bolívar. Desde los ocho años, al leer aquel opúsculo de Rufino Blanco Fombona Mocedades de Bolívar, soy un admirador del personaje de mayor importancia de Hispanoamérica, y no es que haya continuado creyendo en el personaje mítico reflejado allí; es que entendí al personaje histórico en el hecho de que sus sombras jamás podrán eclipsar sus luces.
A muchos les gusta perorar, denostar, desacreditar a esta figura. Algunos lo han han hecho a lo largo de la historia; y otros ha hecho una apropiación indebida de este insigne venezolano, como es el caso del chavismo. Incluso hay quienes se han dado a la tarea de denigrar de todo aquello que pueda estar vinculado con él.
En vez de intentar limpiar nuestros símbolos de identidad como nación, hemos permitido que sean arrinconados en la suciedad que representa esta mafia gobernante, y esa estupidez la vamos a pagar. No debemos permitir que se nos arrebate esa figura, que ha sido parte de mi existencia desde los ocho años; no le permitamos a pícaros que sigan colocando al honesto, valiente, culto, estratega, visionario y de una densidad intelectual fuera de serie, en un callejón de ignominia; no le permitamos a la estupidez que se salgan con la suya.
Y seguir apropiados de nuestros símbolos, es también reconocer a nuestros héroes civiles, los que fueron forjando la venezolanidad desde la educación, las letras, el deporte, las ciencias; sin embargo, esto debe hacerse sin denostar a nuestros héroes militares, forjadores de la Independencia o de la protección de nuestros valores. Sin embargo, pareciera existir una corriente historiográfica que para exaltar a los héroes civiles, cosa de vital importancia, debe denigrar de los guerreros que lucharon para independizar al país y sin los cuales no hubiésemos podido, o por lo menos hubiese sido más difícil, alcanzar la tan anhelada libertad.
Sin la visión estratégica de Bolívar, sin la fuerza guerrera de Páez y sus lanceros, sin la visión humanitaria de Sucre, sin la abnegación y valor moral de Urdaneta, sin la valentía y lealtad de Diego Ibarra, hubiese sido prácticamente imposible la emancipación americana.
Claro que admiro a Isnardi, al doctor Vargas, Andrés Bello, Juan José Landaeta, Juan Germán Roscio (por cierto gran aliado del Libertador) y muchos otros que a lo largo de los siglos nos han forjado; pero pareciera que el uso abusivo por parte de la intolerancia y de los autócratas a lo largo de estos 192 años de nuestro nacimiento como república nos ha llevado a que dejemos en el rincón de los abusos a esos militares, muchos de ellos civilistas, que con amor, valentía, inteligencia, abnegación, lealtad y visión de largo aliento plantaron cara y armas al imperio español para realizar la proeza más grande nunca realizada en favor de la libertad.
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Con orgullo me proclamo bolivariano, admirador del genio militar e intelectual del ciudadano Simón Bolívar de carne y hueso; y que, aunque tiene muchos lunares, también posee luces que iluminaron en su momento a quienes estaban a su alrededor. Me refiero al Bolívar de Carabobo, de Boyacá, de la Carta de Jamaica, del Delirio sobre el Chimborazo; pero sobre todo al Bolívar que sobrepasaba cualquier dificultad en nombre de la libertad.
La venezolanidad está forjada por hombres como Bolívar, Páez, Vargas, José Gregorio, Reverón, Andrés Eloy, Jacinto Convit, Teresa Carreño, Francisco «Morochito» Rodríguez, Antonio Armas, Jesús Soto, Luis Mariano Rivera, Rafael Cadenas, Yulimar Rojas, Alí Primera y un sinfín de personajes que han dado lo mejor de sí para hacer a Venezuela. No permitamos que la ignominia nos gane la partida.
Hoy quiero ratificar mi admiración por todos ellos; pero de forma entusiasta y especial, por Simón Bolívar.
Leonardo Regnault es político e ingeniero civil
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