Bolivarianos en la OIT, por Esperanza Hermida
Twitter: @espehermida
Luego de 2 años de pandemia se realizó la conferencia internacional del trabajo en Ginebra y la central sindical del gobierno venezolano, la CBST, sin sorpresas ni sobresaltos acudió para repetir el discurso antiimperialista acostumbrado, hacer publicidad y sobre todo, relaciones públicas.
Mientras las sesiones en Ginebra se desarrollan, la clase trabajadora del país apenas sobrevive y no tiene acceso a servicios públicos de calidad, como salud, educación, agua potable, electricidad y viviendas dignas. En Caracas, la dirección de la central sindical del gobierno realiza actos públicos con ministros y altos funcionarios, apoyando la reducción del salario implantada este año por la Onapre.
En Suiza, los embajadores de la central del gobierno hablan de una Venezuela que no existe, pues la verdad es que nuestro país no publica datos oficiales en materia laboral. Se trata de un estado incapaz de exhibir indicadores de cumplimiento en sus políticas públicas hacia la clase trabajadora. No hay estadísticas de contratos colectivos (fecha de firma, ámbitos de cobertura, sindicato o federación que suscribe). Tampoco hay cifras de sindicatos, federaciones y centrales o confederaciones vigentes (junta directiva, dirección, data de su periodo de gestión).
No se puede contar con información de huelgas, aunque hay miles de conflictos laborales a diario. No hay datos de fuerza económicamente activa empleada, clasificación de sectores productivos con mayor concentración de mano de obra, ni números de desempleo.
El portal del ministerio del trabajo sólo cuenta con unos gráficos sin sustento cuantitativo, ni fuente. Igual sucede con la opacidad informativa del estado en el caso del registro nacional de organizaciones sindicales (Renos).
Si bien es cierto que el sindicalismo venezolano, globalmente, está debilitado en su capacidad de afiliación, ello responde a varias causas, entre las que destaca la destrucción del empleo. No obstante, desde el punto de vista político ideológico, los principales ataques que ha sufrido la libertad sindical en Venezuela provienen de una estrategia gubernamental de aniquilación que tiene, al menos, 20 años de desarrollo sostenido.
De toda esa represión sistemática y selectiva a luchadores y luchadoras sociales, gremiales y sindicales, hay un saldo nuevo que compromete la ya escasa autenticidad sindical de la representación de la central bolivariana en Ginebra: un capitán de las milicias como parte de la vocería revolucionaria antiimperialista. Este hecho no debe ser muy bien digerido ni siquiera por los países que carecen de los convenios fundamentales aprobados. El 87 y el 98, por decir lo menos.
Los antecedentes de este sindicalismo venezolano gobiernero del siglo XXI, se encuentran en la fuerza bolivariana de trabajadores (FBT), una estructura que, contando con el dinero público, el respaldo administrativo del aparato del estado y por tanto, con el aval del entonces presidente Chávez, irrumpió en el escenario laboral a todos los niveles.
Su objetivo fue aplastar a toda forma de organización sindical, especialmente la combativa, incluyendo las diversas expresiones de la izquierda no chavista que hicieran vida en el seno del movimiento de los trabajadores.
Iniciativas como la coordinadora nacional de organizaciones no confederadas, la coordinadora contra el pago de la deuda externa, los frentes contra el robo de las prestaciones y por presupuesto para las universidades, el colectivo aportes y las plataformas unitarias por la defensa de los derechos laborales, terminaron siendo barridas por la FBT. A ello se suma la convocatoria y realización del llamado referéndum sindical en el año 2000, que dejó sin directivas a todas las federaciones regionales y sectoriales tanto de las centrales sindicales como de las organizaciones no confederadas. Lo siguiente fue imponer elecciones sindicales a través del CNE y que sistemáticamente resultaron desconocidas.
El camino de la FBT del año 2001, con tanto poder aparente y con tan poco tino, derivó en la creación de la Unión Nacional de Trabajadores (UNT) al año siguiente. De su musculatura y capacidad organizativa quedó el perdido recuerdo de los experimentos de control obrero, una colección de empresas en ruinas, especialmente del estado, varias personas detenidas arbitrariamente, y una escena de silletazos en Fuerte Tiuna durante el año 2006, que demostró la poca vocación democrática de quienes auspiciaban elecciones en los sindicatos donde no contaban con afiliación, pero le tenían mucho miedo a contarse entre sí. A continuación sobrevino el fraccionamiento y la atomización de la UNT.
Después, exministros del trabajo y ex diputados de los partidos políticos que apoyaban el gobierno del entonces presidente Chávez, junto con otros altos funcionarios, muchos de ellos provenientes de la misma FBT y de la UNT, se erigieron en los principales representantes sindicales que participaron en la fundación de la Central Bolivariana Socialista de Trabajadores, durante noviembre de 2011. Desde entonces y hasta 2022, Will Rangel es su presidente. En la CBST no se hacen elecciones, ni hay congresos. Solo Maduro tiene la palabra. Mayor debilidad y más división son las características que produjo la supuesta revolución en el sindicalismo venezolano.
Esperanza Hermida es activista de DDHH, clasista, profesora y sociosanitaria
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo