Bolsonaro y la «revolución» conservadora brasileña, por Alejandro Mendible
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Después de las aleccionadoras elecciones de Colombia terminadas en un clivaje del electorado hacia la izquierda determinando por primera vez un cambio de orientación gubernamental de esta orientación en el país, ahora en las del Brasil pautadas para el próximo 2 de octubre, los brasileños someten a prueba la especificidad de la formación geopolítica del gigante sudamericano el único imperio exitoso en el nuevo mundo en el siglo XIX.
Lo cual, en la actualidad le da margen al capitán Bolsonaro para aspirar convertirse en el primer presidente imperial de su país en respuesta a la coyuntura mundial planteada que supuestamente amenaza a su país y él justifica con el lema con el cual llego al poder de «Brasil por encima de todo».
El proceso electoral tiende a crear un nuevo perfil de la sociedad brasileña en un intenso debate político cuestionador de las bases fundacionales y de los mitos y supuestos con la cual la sociedad brasileña vive hasta la actualidad. Se desmitifica la idea sembrada desde 1936 cuando el gran intelectual Sergio Buarque de Holanda en su libro «Raíces del Brasil» un verdadero clásico sobre los dilemas de la modernización en Brasil, considerando al brasilero como el prototipo de la ritualidad del «hombre cordial» (una mímica del disimulo social). Según el autor esta experiencia singular era una expresión del racismo cultural brasileño lo cual, representaba una alternativa de civilización: concebida como un supuesto idílico de una sociedad pacifica, sin prejuicios raciales ni contradicciones entre sus clases sociales.
Estos falsos supuestos de convivencia se encuentran hoy sometidos a una profunda crítica y cuestiones como el racismo estructural, la gran desigualdad social, así como los fundamentos de la implantación del poderoso poder estatal se encuentran subyacentes en el encendido debate electoral
El cambio global que anuncia la entrada de Brasil en una nueva era se encuentra mediada por una encrespada lucha interna entre las tendencias socialista (economía estatal) y capitalista (neoliberal de mercado) que se disputan la conducción del país cerrándole el paso a terceras opciones e intentan reinterpretar la originalidad de esta sociedad luso-brasileña en su desarrollo muy particular en los trópicos sudamericanos. Ese pasado como señalamos anteriormente cuenta hoy en la interpretación de la fecha de la independencia en función de los intereses políticos de los actores de las elecciones.
De esta manera el presidente Bolsonaro cuando anuncia un impactante desfile militar para el 7 de septiembre de conmemoración de los 200 años del célebre Grito de Ipiranga que dio origen al imperio del Brasil, aprovecha la fecha para ratificar la reelección presidencial, bajo la justificación de la amenaza comunista representada por la alianza política de Lula que mantiene la mayoría en las encuestas. Con ello Bolsonaro busca reafirmar la legitimidad del poder del Estado brasileño sobre los sectores populares actuando en connivencia de las élites de poder para mantener la vía del capitalismo por la cual su gobierno orienta al país en la campaña electoral empleando de manera agresiva las mismas políticas de los gobiernos populistas de izquierda como una paradoja de manipulación ejecutando un desmesurado incremento del gasto público, impulsando la deflación de los combustibles y de la energía eléctrica y una masiva ayuda directa a los sectores necesitados con la intención de quitarle votos a Lula.
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Así, en 2022 asistimos a un acuerdo de Estado mediante acuerdos de cúpulas y sectores como los evangélicos propagadores de la teología de la prosperidad pero sobre todo de la casta militar considerados como los verdaderos herederos del imperio, a partir del golpe de estado de 1889 que derrocó al insigne emperador Pedro II el más culto de los gobernantes latinoamericanos de su época e impusieron en aquella ocasión como hoy pretenden imponerse sobre los sectores populares apoyando la actual salida conservadora .
Con la reelección de Bolsonaro en 2022 se pretende reeditar lo ocurrido en 1822 cuando el príncipe regente portugués, Pedro I establece un pacto con los hacendados esclavistas para preservar el territorio colonial bajo un nuevo imperio que lo diferencia del resto de las repúblicas Hispanoamérica inmersas en la indefinición de la disolución y de la guerra.
El imperio independiente le permite al Brasil convertirse en el gran estabilizador del continente, ocupando casi la mitad de su espacio y en la actualidad con una población de 215 millones de habitantes, mantener fronteras con todos los países de la región a excepción de Chile y Ecuador y permanecer como el país de mayor influencia en las emblemáticas regiones Amazónica y la Cuenca del Plata donde guarda las llaves para abrir o cerrar las puertas del entendimiento regional, a través del Tratado Amazónico y el de Mercosur.
También, Brasil mantiene una identidad socio histórica diferente al de los países hispanoamericanos de los cuales, mantiene desconfianza en relación a sus republicas inestables y las considera proclives a salidas violentas.
Brasil desde el pasado siglo ha sido el aliado fundamental de los Estados Unidos para mantener la paz en el continente americano, se destaca su participación protagónica en los escenarios bélicos de la Segunda Guerra garantizada mediante la alianza entre los presidentes Getulio Vargas y Franklin Delano Rooselvet quienes acordaron establecer bases aérea en el nordeste las cuales fueron fundamentales para detener el salto fascista alemán a América.
Durante la guerra fría cuando el hegemónico poder norteamericano fue desafiado por primera vez por la presencia de la URSS en el caribe apoyando la revolución cubana; en Brasil se produce un golpe de estado militar preventivo en 1964 contra el comunismo cuestión que cuando la evaluamos en la actualidad nos permite comprender como en ese periodo (calificado por el sociólogo brasileño Rui Marini de «subimperialista») se anudaron los antecedentes fundamentales para entender la actual situación creada durante la presidencia de Bolsonaro.
Consecuentemente, el pasado del periodo militar creado en 1964 toma hoy nuevas formas bajo las condiciones creadas en el mundo en el siglo XXI, concretamente durante la supremacía conservadora creada durante la presidencia de Donal Trump que en relación a Latinoamérica convierte al presidente Bolsonaro en su gran aliado en la región. La alianza se descalabra después de la derrota electoral de Trump en noviembre de 2020, la cual él no aceptó creando una situación inédita en le historia de los Estados Unidos.
A partir de ese momento aflora una disrupción entre los dos países creada por las diferencias asumidas por estos países en el escenario internacional como el cambio climático (defensa de la Amazonía), derechos humanos y otros asuntos los cuales cuentan en la coyuntura en la actualidad cuando avanzan los intentos de reelección de Bolsonaro para evaluar como en esta situación cuenta menos la incidencia instigadora de la administración demócrata de Joe Biden y del imperialismo norteamericano que el rechazo de las élites de poder brasileña a las experiencias traumáticas de sus vecinos en especial de la revolución bolivariana percibiéndola como un fenómeno subordinado al expansionismo anacrónico del fidelismo y actualmente un peligro para la seguridad de nuestro hemisferio como se especula en la situación del avión de Conviasa detenido en Buenos Aires.
La anterior percepción contribuye a la cristalización de los valores de la revolución conservadora en Brasil en el sentido de preservar el poder político del Estado para evitar la desestabilización nacional.
El cuadro se amplía con la profunda transformación del contexto internacional cuando las bases civilizatorias alcanzan un grado de entropía, de no regreso a las condiciones imperantes en el pasado siglo y asistimos al tránsito del dominio norteamericano, en otro contexto calificado en 1918 por Oswald Spengle desde una perspectiva histórica universal como el «declive de occidente» situación asumida en la actualidad bajo la forma de una tendencia hacia el multilateralismo con el surgimiento de nuevos actores entre ellos China, Rusia, Irán y Turquía entre otros creando un cuadro geopolítico altamente competitivo y cuyos efectos repercuten en la lucha por el control de económico y político de América del Sur.
La praxis de esta compleja situación política internacional se inserta en Brasil afectando su formación nacional a partir del impiachment del 2016 cuando se estable el viraje gubernamental de la orientación nacional dominada por el lulismo cuya tendencia política pactaba a escala regional con movimientos similares de izquierda, los cuales aprovechaban la globalización actuando como un bloque bajo la denominación del socialismo del siglo XXI.
Este cuadro al desmontarse incide en el surgimiento en Brasil de una onda conservadora de reflexión la cual, en la medida de su estabilización en el nuevo orden busca alianzas en el encrespado mundo actual, escalando a otro nivel en 2018 con la llegada a la presidencia del ultraconservador Jair Bolsonaro quien toma, incluso, pretextos como los empleados por Vladimir Putin sobre el pasado del imperio ruso, cuando el tiempo de Pedro el grande, para justificar las pretensiones de Brasil en la actualidad cuando tomando de referencia el poder del Estado emprende una ofensiva total contra el estatus quo imperante esperando ser aceptado por la nación.
Sin embargo, el talente reaccionario y retórica virulento de Bolsonaro despierta temores sobre el surgimiento de un potro-fascismo tropical pero como funciona un estado de derecho en base a la constitución democrática de 1986, Lula puede reconquistar sus derecho políticos y después, con habilidad, en la campaña electoral recomponer el maltrecho rostro político del lulismo para presentarlo ahora como un frente nacional en defensa de la democracia. Así, veremos en octubre el climático desenlace de este enfrentamiento y constatar cual será la tendencia definitoria de la democracia brasileña y hasta dónde llega Bolsonaro con su «revolución» conservadora.
Alejandro Mendiable es profesor titular UCV (jubilado)
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