Bonito mes, por Teodoro Petkoff
En febrero de este año, un día antes de que el gobierno diera el primer paso en el escarpado camino de la devaluación, un dólar costaba 750 bolívares, de modo que un sueldo de 750 mil bolívares equivalía a 1.000 dólares. El viernes pasado, justo antes de que comience el «mes bonito», ese mismo sueldo, aumentado en 10% en mayo, para llegar a 825 mil bolívares, equivalía a 582 dólares. Al cierre de agosto, la inflación acumulada en el año monta a 19,7%. Cuando termine el «mes bonito» debemos estar bordeando el 25%, así que el cuarto año de la «década de plata» nos encontrará con una aceleración inflacionaria por arriba del 30%. Seremos una rareza mundial. Entre los incrementos del IVA, del IDB y la «racionalización» de la gasolina, que también pega, septiembre va a ser, ciertamente, bien «boniiito».
A todas estas, ¿cómo se prepara el presidente para afrontar este mes? Pues cual un chamán indígena y con el auxilio de ese autor de libros de autoayuda que oficia en Cordiplan («piense positivo», «no diga si cuando quiera decir no»), Hugo Chávez prepara una campaña para envolver al país en una espesa capa de humo. Hugo Chávez nos va a fumar el tabaco. Al no más descender del chavión, de retorno de su costosa excursión, se va a sumergir en una zarabanda de fiestas patronales con la intención de hacernos creer que no está pasando nada. Reunión con trabajadores «bolivarianos», para crear una nueva central paralela, después del estruendoso fracaso del misil anti-CTV (no para crear una central dependiente del gobierno, «no, eso no lo queremos», sino «para defender la revolución», que suena más épico). El 11 de septiembre presidirá diversos actos conmemorativos del primer año del atentado de Nueva York… y los cinco meses del golpe de abril. El 13 repetirá por enésima vez su discurso sobre el ALCA en un foro dedicado al tema, mientras los ministros lo escuchan, poniendo cara de que es la primera vez que oyen la verdad revelada. El 14 celebrará los 450 años de Barquisimeto, que será declarada capital del país por un día. A tal fin, anunció solemne, «he dejado al vicepresidente encargado de elaborar el decreto respectivo». A José Vicente seguramente se le acalambrarán las circunvoluciones cerebrales cumpliendo tamaña tarea.
Pero el 16 será el momento cumbre de esta performance. Nuestro David Copperfield local hará desaparecer las tribulaciones de las familias con el regreso de los muchachos a clases. ¿Serán más baratos los libros, los cuadernos, los creyones de colores? ¿Revivirá el FUS el programa de uniformes escolares? ¿Volverá el bulto escolar para los niños de los planteles públicos? ¿Volverá el vaso de leche escolar? No, señoras y señores, es algo muuucho mejor, algo sensacional: ¡el Plan Simoncito! Este no será un plan como el de la universidad en Miraflores ni como el de la transformación de La Carlota en parque, mucho menos como la Ciudad de los Muchachos en Los Caracas ni como la recuperación de los niños de la calle. No, ¡qué va! Esta vez no es paja. Terminará septiembre, pues, y en el último «Aló Presidente» del mes Hugo cantará la canción de «Tu país está feliz».