Bono esperanza, por Rafael A. Sanabria M.
Entre las políticas actuales del gobierno nacional está el de otorgar frecuentes bonos a un sector considerable del pueblo venezolano. Esta política social pretende ser la panacea para calmar la angustia que a diario viven los habitantes de nuestro país en cuanto a satisfacer sus necesidades mínimas.
Pero tales bonos no llegan a toda la población, algunos por no poseer el carnet de la patria y otros porque tal vez no entran dentro del misterioso sistema aleatorio o de azar simple que selecciona a los beneficiados cada mes. Estas pudieran ser una de las tantas causales que priven a un ciudadano venezolano de ser beneficiado. El petróleo es de todos, pero hay gotas que se desvían en el camino. ¡Qué paradoja!
El bono esperanza es un lotería (las loterías siempre han atraído la corrupción, una raya más para el tigre) que ocupa la atención de la escena social, no tanto porque alcance para mucho, sino porque ayuda a paliar la situación de muchos ante la falta de empleo o algún ingreso estable.
Este bono esperanza constituye su tabla de salvación para al menos seguir sobreviviendo unos días más.
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El covid-19 no ha tenido la connotación que han logrado tener los bonos, que han entrado en los hogares convirtiéndose en esperanza. En los humildes hogares se preguntan “qué bono vendrá”, “viene la Batalla de Carabobo”, “el Día de la Resistencia Indígena” en la nueva efemérides del hambre. Ese es el día a día en el lenguaje cotidiano.
Entiendo que con el desequilibrio laboral, social y económico actual más la pandemia, a la gente no le queda otra opción, aunque esto se vaya en dos o tres artículos básicos.
Alguna gente insultante y de lenguaje apresurado no comprende que para muchos es el único o casi el único ingreso, no lo pueden desechar.
Hablando con objetividad: el gobierno ha sido muy inteligente (con entre otras cosas el uso de los bonos) mientras la oposición no ha querido entender, con un discurso en el que llama a sus receptores flojos, mantenidos e indignos. Pero el gobierno ha obtenido la fórmula para mantenerse en el poder, “atornillarse”, y tiene al pueblo a su merced. ¿Cómo se subleva el pueblo si todo el poder lo tiene el Estado?, Papá Estado le controla todo.
Pero así como digo esto con objetividad, también invito a los venezolanos a reflexionar, no todo puede ser bono, porque estaríamos moldeando un país inútil, sin capacidad de producción, totalmente estéril.
No creemos que el gobierno es un dios bueno, un ángel benevolente o como decía mi madre un pan de Dios, por el contrario su actuación tiene un objetivo claro, un verdadero proyecto de país a su conveniencia.
Sin necesidad de decirlo en palabras, todos los venezolanos los conocemos o mejor dicho sabemos el trasfondo del bono esperanza, no precisamente es para ayudarnos, sino para someternos.
Es hora de abrir los ojos, de pisar tierra, entender que sólo nosotros podemos cambiar el destino o el rumbo de las cosas, pero no siendo unos ciudadanos pasivos. Debemos buscar la fórmula para salir de la dependencia y no precisamente del extranjero, sino de Papá Estado. Esto se alcanza es con Educación. Ya basta de hacer el papel de víctimas y no tomar con seriedad y responsabilidad el compromiso de levantar las bases sólidas de nuestro país.
Quejarnos, molestarnos y vociferar lo que nos da la gana en las redes sociales no resuelve nada, mientras nosotros no nos revisemos internamente.
El dar una ayuda sea bono o lo que sea, es una vieja estrategia política de manipulación. Aunque también puede ser una necesidad insoslayable. Diferenciemos esto con claridad.
El bono no es la medicina para la cura de nuestra enfermedad, más bien nos hace lisiados, dependientes e inertes en capacidad productiva.
Si revisamos lo sucedido, vemos que no resuelve el problema de la pobreza, ahora somos más pobres que nunca, hasta estamos dentro las estadísticas de los países de pobreza extrema. Aunque el gobierno se haya olvidado de las estadísticas.
No tendría por qué decirlo porque todos los venezolanos lo sabemos: en la media de los hogares no se hacen las tres comidas, las despensas están vacías y no se llenan con el bono esperanza. El bono no resuelve el problema. Los venezolanos, aun siendo profesionales, no pueden hacer un buen mercado. Entiéndase ya no hay varias clases sociales, ahora somos todos iguales: pobres.
Seamos inteligente como el gobierno, exijamos con hechos unos bonos que reinstitucionalicen las instituciones del Estado como autónomas e independientes.
Está en nosotros seguir siendo manumisos del gobierno.
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