Boom, por Teodoro Petkoff
El atentado contra Globovisión merece el más contundente de los repudios y sobra decir que el nuestro es incondicional, sea quien sea el autor de tal agresión, porque no hay razón alguna, de ningún tipo, que pueda justificar un acto de esa naturaleza.
Pero constituye una ligereza imperdonable, por decir lo menos, que antes de cualquier investigación se lancen acusaciones directas contra personas o sectores o se hagan insinuaciones, no tan veladas, que apuntan en determinada dirección. Eso sólo se entiende en este clima de absoluta intolerancia e irracionalidad que se ha apoderado de ciertos sectores políticos, que disparan desde la cintura, sin averiguación alguna, contra sus adversarios, sin interés en la verdad y sólo con finalidades estrictamente parcializadas, contribuyendo a hacer aún más irrespirable la sofocante atmósfera venezolana de estos días. Para los gatillos alegres de la política lo que menos interesa es el esclarecimiento de los hechos. Por el contrario, en el fondo desean que no se aclare nada, para poder continuar lanzando acusaciones a ciegas. En este caso, la más elemental prudencia y sentido de responsabilidad permitirían pensar, sin mayor dificultad, que en un ambiente tan cargado como el actual, hay varias hipótesis igualmente plausibles. Podrían ser ultraizquierdistas, que en sus cabezas delirantes, dan a la granada valor «revolucionario»; podrían ser conspiradores de ultraderecha dentro del síndrome del «incendio del Reichstag»; podrían ser especuladores cambiarios o financieros. También, por qué no, los que desde uno u otro bando desean forzar una confrontación violenta. En fin, más de un pescador en río revuelto anda por ahí. Basta con recordar la ola de bombazos de 1993 y la mezcla de golpismo y especulación financiera que estaba detrás. En materia de ligereza declarativa convendría igualmente recordar la imprudente acusación que se lanzó contra la izquierda insurrecta, en los sesenta, a propósito de la bomba que quitó la vida a la esposa de un diputado adeco. Después resultó que fue un crimen pasional, pero el agua ya había sido derramada.
Hay gente especializada en no perder la oportunidad de perder la oportunidad de quedarse callada.