Botar al voto, por Luis Ernesto Aparicio M.
Allí están las fechas. El Consejo Nacional Electoral, que bien podría ser parte de la estructura ejecutiva de la autocracia venezolana como un organismo más, ha fijado la fecha para las elecciones pendientes en 2025. Un buen número de funcionarios estatales y municipales enfrentarán un nuevo escrutinio de los venezolanos, o bien recibirán el beneplácito de ese organismo para un nuevo período de gestión.
Esta introducción, va marcada por el mal sabor que ha quedado debido a lo ocurrido el pasado 28 de julio de 2024, donde una gran cantidad de venezolanos se volcó con entusiasmo para dejar clara su preferencia. Haberlo presenciado las escenas de todos volcados a los centros electorales, en mi caso desde la distancia, consolidó la idea sobre la firmeza que tienen los ciudadanos en la confianza en el voto, muy a pesar de los obstáculos.
No obstante, la credibilidad del voto, como vía de cambio, se desplomó, reavivando la diatriba favorita para quienes desde la oposición niegan su efectividad. Los gobernantes lo sabían, y por ello prepararon la emboscada con la certeza de que desde la oposición se levantarían las mismas voces abstencionistas de siempre, resistentes a una solución pacífica, constitucional y electoral. De este modo van logrando dividir, también por enésima vez, a la oposición y sembrar dudas sobre el camino a seguir.
Desde el 28 de julio, la credibilidad sobre una solución, como lo he señalado en otros artículos, por intermedio del voto, rodó cuesta abajo en el propósito de encontrar otro rumbo diferente al de estos 25 años para el país y entrar en la pugna favorita para aquellos opositores que se resisten a creer y contar con los efectos que este tiene para producir los cambios que se requieren.
Eso lo saben muy bien los que gobiernan. Por eso los anima mucho más lo que se produjo el 28 de julio. Al conocer a detalle las debilidades y aprehensiones que muchos sienten sobre el voto, decidieron guardar su destrucción para esa fecha a sabiendas que desde la oposición los antiguos vientos abstencionistas e incrédulos de una solución: pacifica, constitucional y electoral, acudirían raudos para hacer equipo y borrar lo electoral de esta especie de mantra.
La diatriba en los grupos opositores que sobreviven a la demolición que ha aplicado la autocracia sobre algunos de ellos ha comenzado por donde han calculado, por aquellos que han apostado a las aventuras, aquellos que se encuentran sin una verdadera estrategia en sus «alforjas» para la lucha y simplemente apelan por una hecatombe que limpie el camino para llegar a la cima de los cambios prometidos.
Toda la discusión que se adelanta, por supuesto será ventilada a través del instrumento favorito: las redes sociales y contará con la intervención de todo el aparataje de desinformación con el que se han armado desde los que gobiernan a la brava, para tratar de desaparecer la opción del voto de los pensamientos de muchos y consolidar en los aventureros, reaccionarios al dialogo o a la negociación, el próximo escenario electoral. Es el panorama que mejor calza para la autocracia.
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En este maremoto, resultarán sobrevivientes los mismos, los que se van adecuando en organizaciones partidistas cómodas para las intenciones de la autocracia que no es otra que fingir, hasta donde pueda, que la democracia en ellos pervive y que lo demuestran con elecciones a las que, seguramente, acudirán unos pocos y que serán barridos por los abusos y el conocido ventajismo del oficialismo.
Llegados a este punto, cabe preguntarse si una vez más nos toca cargar la piedra y asumir el destino de Sísifo, condenado a empujar una enorme roca cuesta arriba solo para verla rodar nuevamente al fondo. O si, en cambio, ha llegado el momento de cambiar la trayectoria, ajustar la estrategia y encontrar una vía que nos lleve, finalmente, a la cima y al cambio que el país necesita.
Siempre apostaré por la participación, es la mayor de las fuerzas con la que cuentan los ciudadanos. Ellos quieren botar al voto, pero ya sabemos que, bajo las circunstancias más adversas, continuar participando hasta lograrlo, será la mayor contribución de los comunes, de aquellos a los que solo le ha quedado la protesta pacífica por su intermedio y a la que más le temen los autócratas: al momento de decidir sobre una o más opciones. Llamar a la no participación electoral, solo permitirá la continuidad de las penurias de los ciudadanos.
Luis Ernesto Aparicio M. es periodista, exjefe de prensa de la MUD
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