Bots & Democracia, por Vladimiro Mujica
Es difícil reconciliarse con la idea de que de acuerdo a diversos estudios sobre tráfico en la red, la mayoría de los usuarios en línea de Internet, la tecnología más invasiva de la historia de los humanos, son robots (https://ppcprotect.com/how-many-of-the-internets-users-are-robots/). De ellos, aproximadamente la mitad son “good bots” y el resto “bad bots” (https://www.imperva.com/blog/bot-traffic-report-2016/).
Los robots buenos están relacionados con la administración del tráfico, los motores de búsqueda, etc., mientras que los robots malos están conectados con violaciones de sistemas, robo de información, spam, y, especialmente interesante para lo que sigue, con la creación de verdades a la medida, de tendencias en las redes sociales, con los “influencers”, y la manipulación de la opinión pública a través de “fake news” (https://www.uni-due.de/imperia/md/content/proko/are_social_bots_a_real_threat_am.pdf)
El asunto es especialmente inquietante porque mucha gente ha venido a considerar a los medios sociales como la única fuente confiable de información, algo que en la práctica ha substituido la comunicación directa entre la gente de una manera que todavía no alcanzamos a entender, y ha disminuido la influencia de los medios de comunicación, sobre los que todavía opera algún tipo de supervisión legal acerca de la veracidad y verificabilidad de la información suministrada.
Todo ello en beneficio de los “influencers” y, aún más grave, de redes creadas con intereses económicos, políticos y sociales de diversa naturaleza para influir sobre las decisiones de la gente (http://nymag.com/intelligencer/2018/12/how-much-of-the-internet-is-fake.html).
Uno de los estudios más instructivos que han caído en mis manos, lleva como título, “Are social bots a real threat? An agent-based model of the spiral of silence to analyze the impact of manipulative actors in social networks” (¿Son los robots sociales una amenaza real?. Un modelo de la espiral del silencio basado en agentes adaptivos para analizar el impacto de actores manipulativos en redes sociales) y fue realizado por un grupo de investigadores del Departamento de Ciencias de la Computación y Ciencia Cognitiva Aplicada de la Universidad de Duisburg-Essen (https://www.tandfonline.com/doi/10.1080/0960085X.2018.1560920.).
La teoría de la espiral del silencio fue introducida por la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann in 1974. Este modelo ha sido aplicado a las ciencias políticas y a la comunicación de masas para entender el fenómeno de que minorías activas imponen su opinión a la mayoría, la cual elige no expresarse (la espiral del silencio) por temor a contrariar una opinión que percibe como mayoritaria.
Los autores del estudio mencionado en el párrafo anterior, utilizan este modelo y herramientas de la teoría de sistemas complejos adaptativos para simular las interacciones en red. Según el estudio, el actor central en los modelos, determina el consenso final en 60-70% de los casos.
Cuando el modelo es usado para examinar la influencia de actores manipulativos como social bots en la formación de opinión pública, los resultados indican que en situaciones de alta polarización, y dependiendo de la posición y la densidad de la red, una participación de bots tan baja como 2-4% de una red de comunicación puede ser suficiente para inclinar el clima de opinión en dos de tres casos.
Las evidencias del uso de bots en las campañas de Trump y Clinton en los Estados Unidos; en la elección de Macron en Francia y en el referéndum del Brexit en Inglaterra son importantes. Y esto solamente por mencionar algunos casos especialmente relevantes.
El caso de Venezuela es singularmente importante no sólo porque nos atañe directamente, sino porque existen evidencias de que tanto el gobierno de usurpación como la oposición democrática utilizan bots en sus campañas.
Ver algunos ejemplos en las publicaciones online (https://emergencyjournalism.net/manipulation-of-public-opinion-in-venezuela-using-political-bots/index.html) y también (https://arxiv.org/ftp/arxiv/papers/1507/1507.07109.pdf).
Todo ello nos lleva inevitablemente a cuestionar tanto las campañas de inspiración totalitaria diseñadas por los cubanos y rusos para apoyar al Usurpador y convencer a la gente de que todo está perdido, como las campañas de los sectores extremistas de la oposición para destruir y linchar a sus oponentes en el paredón de los medios sociales. ¿Humanos o Bots?.
¿Qué se concluye de todo esto? En primer lugar que Internet y los medios sociales están allí para quedarse. Nuestra civilización moderna literalmente no podría funcionar sin la tecnología digital, y nos estamos moviendo a pasos acelerados hacia el uso de información y computación cuántica y hacia organismos híbridos bio-inorgánicos.
El uso de las herramientas de la nanotecnología, la informática, la biotecnología y la neurociencia está produciendo una revolución de la convergencia, donde varias disciplinas se entrelazan para producir nuevos modelos de vida, y hacer viable la inquietante posibilidad de que en un futuro cercano se pueda vaciar el contenido de nuestros cerebros en redes inorgánicas, mucho más estables que la materia blanda que compone el cerebro. Tenemos que adaptarnos a vivir navegando sobre esta revolución científica que está ocurriendo ante nuestros ojos.
A la par, es necesario proteger la democracia y la libertad, y para ello es necesario conocer y entender el poder de manipulación de las redes sociales e Internet. Proteger a nuestros niños y al sistema educativo de la amenaza de la incertidumbre total, donde no sea posible saber que es realidad y que es mentira. Aunque un estudio reciente de Robert A. Burton, un neurólogo, Director Asociado del Departamento de Neurociencias de UCSF, es menos optimista respecto a nuestras posibilidades.
En un artículo reciente (https://aeon.co/essays/the-complexity-of-social-problems-is-outsmarting-the-human-brain) Burton afirma que probablemente la complejidad de nuestro mundo nos sobrepasa, que los problemas sociales son fantásticamente complejos, mientras que las mentes humanas están severamente limitadas en su ingeniería y diseño. Todo ello para preguntarse ¿Está la democracia condenada?