Boyacá (1819), por Ángel Rafael Lombardi Boscán
¿Qué hizo a Bolívar plantearse atacar inesperadamente el territorio de la Nueva Granada cuando el epicentro de la lucha hasta ese entonces había estado en Venezuela? En primer lugar hay que considerar que Bolívar es a principios del año 1819 un líder cuestionado por sus principales partidarios y colaboradores en la lucha que se estaba librando contra España; y que Morillo tampoco le ofreció ningún indicio de debilidad militar en Venezuela para volver a intentar un nuevo asalto frontal sobre Caracas.
Los jefes orientales como Arismendi, Mariño y Bermúdez decían acatar sus órdenes pero en realidad venían actuando de manera autónoma dentro de sus propios terruños. Cada uno llevó una resistencia loable contra los realistas pero sin la unidad de mando y fuerzas requerido para poder triunfar inapelablemente. Igualmente Páez y sus llaneros tuvieron un comportamiento parecido. Los mercenarios, la llamada Legión Extranjera, no vinieron, en su mayoría, a defender ideales sino a encontrar los beneficios que la guerra produce siempre y cuando les guíe la victoria; y no es precisamente Bolívar, un guerrero cuestionado por sus frecuentes reveses, el más indicado jefe para que los británicos pudieran confiar en él y con ello concretar sus planes.
El escenario venezolano en ese entonces no era halagüeño para el Libertador. El Congreso que se organizó en febrero de ese año le sirvió a Bolívar para tratar de mantener la endeble base de su liderazgo. Sus viajes relámpagos al oriente y a los llanos apureños no buscaban otra cosa que persuadir a Mariño y Páez de que aceptaran de una vez por todas su liderazgo al frente del nuevo Estado colombiano que acababa de nacer.
El nuevo Estado y su flamante proyecto de Constitución sólo tenían asidero en el mundo de las ideas y los sueños. El Libertador, al igual que Miranda y otros coterráneos, fue un ilustrado romántico en conflicto con las realidades primitivas del llamado “país profundo”
La grandeza humana de Bolívar consistió precisamente, en sobreponerse con una constancia y tenacidad sin igual, a cualquier obstáculo que le impidiera obtener el triunfo político/militar sobre el adversario español. Ni las disensiones internas de los numerosos caciques y caudillos provinciales que le cuestionaron en Venezuela; ni las limitaciones materiales de sus fuerzas; ni la derrota estrepitosa en batallas como la de Semen (1818); ni la inmensidad de los espacios tropicales que hacían que la guerra tuviera unas condiciones muy especiales, lograron disuadirle en dejar de continuar la lucha aspirando a ser el principal jefe de la causa independentista. Esta fe inquebrantable en sus propias posibilidades; esa confianza inmensa que le hacía levantarse ante cada caída le llevaron a tomar la decisión más importante de toda su vida: el ataque al Virreinato de la Nueva Granada. Bolívar con ese acto voluntarista se lo jugaba todo. La nueva estrategia tuvo pocos partidarios dentro de sus propias filas y en el fondo muchos de ellos se hubieran alegrado ante un nuevo descalabro por parte del caraqueño.
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¿Si en la propia Venezuela no se podía derrotar a Morillo como lo iba a poder hacer en la Nueva Granada protegida por una cordillera andina prácticamente inaccesible para el traslado de un ejército numeroso desde las inmensidades de los llanos? No obstante, y en contra de todas las previsiones negativas, el riesgo fue muy bien calculado en función de estas premisas.
– Una victoria importante sobre las fuerzas realistas era algo imperioso para recuperar el alicaído prestigio político/militar del caraqueño y acabar de una vez por todas con el desagradable cuestionamiento a que estaba sujeto por parte de sus principales subordinados.
– Las fuerzas expedicionarias de Morillo que aún le quedaban estaban exclusivamente concentradas en Venezuela. Las tropas realistas en la Nueva Granada eran por lo tanto mucho más débiles y con una menor experiencia en el combate.
– Sorprender a los realistas en la Nueva Granada era extender el carácter de la lucha a unas dimensiones continentales hasta ahora nunca vista, comprometiendo a los americanos pro-independentistas de otras geografías y desestabilizando a los realistas de Lima que sin lugar a dudas concentraban el mayor poderío en la América del Sur.
– La Nueva Granada era el “granero” de Pablo Morillo, el baluarte del prestigio que el jefe español adquirió cuando la ocupó militarmente en el año 1816.
– Robándole la Nueva Granada a Morillo el ejército republicano se hacía con una base de aprovisionamiento rica en hombres y recursos. Fortalecida la causa de Bolívar con el apoyo de los neogranadinos, luego, era más que factible un ataque decisivo desde el occidente andino venezolano en dirección a Caracas. Bolívar pensó en reeditar la campaña militar que le llevó al poder en 1813.
– Los caudillos neogranadinos fueron mucho menos beligerantes que los venezolanos respecto a Bolívar. Santander, máximo jefe republicano en la zona del Casanare, forjó con Bolívar una sólida amistad y alianza que contribuyó poderosamente a la victoria sobre Barreiro.
– Con la conquista de la Nueva Granada, Bolívar podía conducir sus tropas hacía el Sur del continente en dirección a Quito, Lima y el altiplano peruano que sirve de lindero con Chile y la Argentina.
En los alrededores del Puente de Boyacá, el día 7 de agosto, ambos ejércitos emplazaron a sus batallones y regimientos en una batalla campal que le fue completamente favorable a los republicanos. José Gil Fortoul (1861-1943), uno de nuestros grandes historiadores, dejó plasmada ésta admirativa nota sobre el suceso: “El 7 de agosto, el jefe español cuenta 2.940 hombres; el Libertador, 2.630. Es el día de la victoria de Boyacá. Soublette escribe en su parte oficial: “El ejército enemigo quedó en nuestro poder: fue prisionero el general Barreiro, comandante general del ejército de Nueva Granada, a quién tomó en el campo de batalla el soldado del 1ero. de Rifles Pedro Martínez; fue prisionero su segundo el coronel Jiménez, casi todos los comandantes y mayores de los cuerpos, multitud de subalternos y más de 1.600 soldados … Apenas se han salvado 50 hombres”.
Director del Centro de Estudios Históricos de LUZ