Brasil teme crisis humanitaria por masiva migración de venezolanos
Aunque el trabajo es escaso en la ciudad de 300.000 habitantes, las modestas perspectivas en Boa Vista, capital del brasileño estado de Roraima, atraen cada vez a más venezolanos que huyen de la creciente crisis que vive el país, según reseña la agencia Reuters.
Naciones de América Latina y otros continentes han recibido un número creciente de venezolanos que huyen de las dificultades económicas, el crimen y de lo que los críticos consideran un gobierno cada vez más autoritario.
El país que alguna vez fue próspero, con las reservas probadas de petróleo más grandes del mundo, lucha con una profunda recesión, un desempleo generalizado, escasez crónica e inflación, que el Congreso liderado por la oposición dijo que pronto podría superar el 2.000%.
A medida que las condiciones empeoran, ciudades como Boa Vista afrontan una de las mayores migraciones en la historia reciente de América Latina. Con una infraestructura, servicios sociales y puestos de trabajo insuficientes para ese volumen de inmigrantes, las autoridades temen una crisis humanitaria.
De hecho, el gobernador decretó la semana pasada una “emergencia social”, poniendo a los servicios locales en alerta ante las crecientes demandas de salud y seguridad.
“Los refugios están llenos hasta el límite”, dijo George Okoth-Obbo, de la oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados) tras una visita al lugar. “Es una situación muy difícil”, agregó al mencionar los cientos de miles de inmigrantes que están llegando a Trinidad.
Ni siquiera el Gobierno de Venezuela sabe con certeza cuántos de sus 30 millones de habitantes han emigrado en los últimos años. Algunos sociólogos estiman que la cifra llega a los 2 millones, aunque el gobierno izquierdista del presidente Nicolás Maduro cuestiona esa cifra.
Brasil no está listo
“Se van por problemas económicos, de salud y de seguridad pública, pero ejercen mucha presión sobre los países que tienen sus propias dificultades”, dijo Mauricio Santoro, politólogo de la Universidad Estatal de Río de Janeiro.
Unos 40.000 venezolanos llegaron a Brasil, dijo Okoth-Obbo. Algo más de la mitad de ellos ha solicitado asilo, un proceso burocrático que puede llevar dos años. La solicitud les otorga el derecho a permanecer en el país mientras se revisa su pedido, y les da acceso a salud, educación y otros servicios sociales.
Algunos inmigrantes en Boa Vista están encontrando formas de salir adelante, quedándose en los pocos refugios que las autoridades han proporcionado, como un gimnasio local. Otros vagan sin hogar, algunos recurren a la delincuencia, a la prostitución, y suman nuevos problemas a los desafíos sociales.
La mayoría de los inmigrantes en Boa Vista llegan por tierra. Si lo hacen en transporte público, en la ciudad venezolana fronteriza de Santa Elena, ingresan al país a pie y luego toman buses o viajan a dedo más hacia el sur, a Boa Vista.
El puesto fronterizo, que solamente cuenta con personal durante el día, permite que hasta 400 inmigrantes ingresen diariamente, según las autoridades. Para un estado que tiene la población más baja y la economía más pequeña de Brasil, la afluencia no es poca.
“El gobierno de Brasil no está listo para lo que viene”, dijo Jesús López de Bobadilla, un sacerdote católico que dirige un centro de refugiados en la frontera en el que se sirve desayuno de frutas, café y pan a cientos de venezolanos.
A pesar de una larga historia de inmigración, Brasil ha tenido dificultades esta década para dar cabida a los solicitantes de asilo de naciones como Haití y Siria. Si bien el país más grande de América Latina ha otorgado asilo a más de 2.700 sirios, los refugiados han recibido escaso apoyo del gobierno incluso en Sao Paulo, el estado más rico.
Un funcionario de alto rango del Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil, que pidió permanecer en el anonimato, dijo que el país no cerrará sus fronteras.
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