Brasil: un extraño en su propio continente, por Pedro Silva Barros
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Tras dos décadas liderando el proceso de integración de América del Sur y Latina, la ausencia de Brasil en la Celac expresa un aislamiento regional sin precedentes
El escritor mexicano Carlos Fuentes, ante la pregunta de si la lengua portuguesa no forma parte del futuro de la «hispanidad», respondió que Brasil es un continente en sí mismo. Consideraba al país un caso especial dentro de América Latina por la particularidad de haber obtenido su independencia a manos del colonizador y de haber sido un imperio.
Brasil estuvo lejos del concepto de América Latina durante al menos el primer siglo de su independencia, que cumplirá 200 años dentro de once meses. El primer libro de historia general de América Latina que incluyó a Brasil en el análisis de la región fue escrito por el escocés William Spence Robertson, profesor de la Universidad de Illinois, en 1922
En la política reciente, Ernesto Samper, ex presidente de Colombia y ex secretario general de Unasur, caracterizó a Brasil como un trasatlántico generador de consensos entre las distintas posiciones de la región. Pero entiende que el país ha abandonado América Latina en los últimos años.
Reunión de líderes de toda América Latina y el Caribe
El mayor país de América Latina es el único que no estuvo representado en la reunión de líderes de 32 naciones latinoamericanas y caribeñas este sábado (18) en México. Será la reanudación de la diplomacia presidencial multilateral en América Latina, cuya parálisis había comenzado antes de la pandemia.
En el Brasil de Lula de 2008, por primera vez en la historia, los jefes de 33 países de América Latina y el Caribe se reunieron sin la presencia de Estados Unidos, Canadá o cualquier otra potencia extrarregional. La Cumbre tuvo lugar en Bahía, estableció una agenda común para la integración y el desarrollo y, dos años después, al fusionarse con el Grupo de Río, dio origen a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).
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La ausencia de Brasil en 2021 contrasta con el comunicado de prensa de la Cancillería brasileña sobre la participación de Dilma Rousseff en la Cumbre de la Celac de 2011. La nota destacaba que Brasil tenía embajadas en todos los países representados en la Celac, que el flujo comercial de Brasil con los países de la región se había multiplicado por cuatro entre 2002 y 2010, alcanzando los 78.000 millones de dólares.
Costes económicos y políticos de un país aislado
Diez años después vemos un Brasil autoaislado. La falta de concertación regional en los últimos años ha hecho de América Latina una región más polarizada y fragmentada políticamente y más desintegrada comercialmente. Al no participar en el esfuerzo de acercamiento regional, Brasil, además de renunciar a su liderazgo político, pierde económicamente.
El flujo comercial de Brasil con América Latina ha caído en picada en los últimos años. En 2017 se situó en 70.000 millones de dólares y cerró 2020 en 52.000 millones. La caída del saldo a favor de Brasil fue aún más significativa, pasando de 17.000 millones de dólares a 6.500 millones en el mismo periodo. El flujo comercial de Brasil con los 32 países de la región en 2020 fue un 33% menor que en 2010, el momento de mayor liderazgo político de Brasil en América Latina y el Caribe.
En enero de 2020, Brasil suspendió su participación en la Celac. Itamaraty publicó que «no considera que estén dadas las condiciones para la actuación de la Celac en el actual contexto de crisis regional». Descontento por participar en un foro con Cuba y el gobierno de Maduro, la respuesta de Brasil fue abandonarla.
A diferencia de la gran mayoría de los países latinoamericanos, Brasil mantiene cerrada su embajada y consulados en Venezuela desde abril de 2020. Al mes siguiente, Brasil cerró cinco embajadas en el Caribe. Como se esperaba, las exportaciones de Brasil cayeron a todos estos países en 2020. El descenso medio fue del 13% respecto al año anterior, y del 38% en el caso de Dominica. Las exportaciones de Brasil al conjunto de los países del Caribe en 2020 fueron un 10% inferiores a las de 2019.
¿Es la Celac un mero grupo de izquierdas?
A diferencia del Mercosur, la Comunidad Andina o Unasur, la Celac ni siquiera ha tenido un tratado constitutivo aprobado por los parlamentos de la región o su propia burocracia. La diplomacia de las cumbres latinoamericanas funcionó relativamente bien entre 2008 y 2016. Se alcanzaron acuerdos a pesar de las diferencias ideológicas y mantuvo un diálogo en bloque conjunto con la Unión Europea y China. En ambos casos sería inadecuado celebrarlas junto con la OEA o sin el respaldo de una agrupación regional.
Durante este periodo, la presidencia pro témpore de la Celac fue ejercida por presidentes de diferentes partidos políticos, como el chileno de centro derecha Sebastián Piñera (2013), la costarricense Laura Chinchilla (2014), de centro, y el ecuatoriano Rafael Correa (2016), de centro izquierda. Ilustran la diversidad y pluralidad de líderes de la región que han apoyado y fortalecido la Celac.
En todos esos años las concurridas reuniones atrajeron al menos a 20 mandatarios. Pero en enero de 2017 solo cuatro jefes de Estado asistieron a la Cumbre de Punta Cana, a pesar de que había representantes de los 33 países. Ese mismo mes, Donald Trump había asumido la presidencia de Estados Unidos y las negociaciones sobre la apertura cubana, que habían avanzado en los dos últimos años de la segunda administración de Obama, estaban estancadas.
Se difundió que la Celac y Unasur no eran más que clubes bolivarianos que apoyaban a Cuba y a Nicolás Maduro. Sonaba un poco raro porque ese año el argentino Mauricio Macri había asumido la presidencia pro témpore de Unasur y había presentado una candidatura a su Secretaría General, defendiendo las ideas originales de la organización.
Grupo de Lima, una región dividida
Meses después, en agosto de 2017, el Grupo de Lima fue creado por doce países americanos, entre ellos Canadá. En su primera declaración, la agrupación pidió la suspensión de la Cumbre Celac-Unión Europea, prevista para octubre del mismo año, como forma de aislar a Venezuela.
En enero de 2019, la agrupación reconoció a Juan Guaidó como presidente de Venezuela y pasó a deslegitimar a Nicolás Maduro. México se retiró del Grupo de Lima, lo mismo que hizo Argentina y, más recientemente, Perú. Parece claro que la gobernanza del Grupo de Lima en la crisis de Venezuela era mucho mayor antes de la creación de la agrupación que ahora. La última declaración del grupo se produjo en enero de 2021, días antes de que Trump dejara la presidencia de EEUU.
El nuevo papel de México
El vacío político dejado por Brasil ha sido llenado con éxito por México. La reunión en México con 16 presidentes, entre ellos los de centro derecha de Ecuador, Paraguay y Uruguay, corona la diplomacia mexicana e indica que la estrategia de aislamiento del gobierno venezolano se está agotando.
El país de López Obrador recibió recientemente al gobierno y a la oposición venezolana para una ronda de diálogo con la mediación de Noruega y se ha comprometido con diferentes actividades de la Celac durante el último año. La agenda incluía la creación de una agencia espacial latinoamericana y la donación de vacunas a países como Belice, Bolivia y Paraguay.
Brasil, al mantener su posición de no hablar con Cuba ni con Venezuela y mostrarse incapaz de presentar una agenda positiva a los demás países de la región, terminó por quedarse solo en su propio continente. El país pasó rápidamente de ser el que más ganaba con la integración a ser el que más pierde con su autoaislamiento. Parece faltarle tanto el espejo como la luz para comprender su pasado o proyectar su futuro.
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Pedro Silva Barros es economista. Trabaja en el Instituto de Investigación Económica Aplicada – IPEA (Brasilia). Ex director de Asuntos Económicos de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR). Doctorado en Integración Latinoamericana en la Univ. de São Paulo (USP).
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