Brillo y caída de María Belén Aristeguieta, la sexta musa, por Rafael Sanabria

A finales del siglo xvii, el 11 de mayo de 1765 nació en San Mateo, estado Aragua, María Belén Xérez de Aristeguieta y Blanco. Ella era la sexta de las nueve musas: las nueve hermanas Xérez de Aristeguieta y Blanco Herrera.
La familia Aristeguieta Blanco, tenía cuatro hijos varones y nueve hijas de singular belleza que fueron llamadas por sus contemporáneos “las nueve musas”, célebres por su amabilidad, don de gente y su cultura. Ellas dejaron imborrables recuerdos en la sociedad de Caracas, que no se extinguieron ni con las catástrofes de la naturaleza ni la terrible guerra. En los restos de esa sociedad que tan generosamente se sacrificó por la libertad e independencia de toda nuestra América, el recuerdo de sus brillantes días permaneció, aun cuando estos se les tornaron amargos.
Su padre, don Miguel Jerez de Aristeguieta era Notario de Caracas, Alcalde Ordinario, Caballero de la Orden Santiago. Murió en 1782. De sus nupcias con Doña Petronila Bolívar y Ponte (tía del Libertador) nacieron tres hijos varones. Viudo contrajo segundas nupcias con Doña Josefa Blanco y Herrera (tía del Libertador). De esta unión nacieron un varón y nueve hermanas.
Muchas familias de Caracas descendían de los Aristeguieta. El general Carlos Soublette era hijo de Teresa Aristeguieta, llamada por los realistas sarcásticamente “Madre Patria”. También el eminente guayanés Juan Bautista Dalla Costa. Y nuestra insigne escritora Teresa de la Parra era bisnieta del general Soublette.
Belén era la única de estas hermanas que no nació en Caracas. Casó con el Capitán Pérez y Narvarte, coronel del Real Cuerpo de Artillería, y tuvo solo una hija. Participó en la espantosa Huida a Oriente por tierra, en 1814. En Cumaná embarcó en la goleta de Bianchi. Regresó y casó a su hija en Angostura con un oficial inglés muerto a poco. De regreso a Caracas con una hija y una nieta, Belén pasó gran miseria.
En cartas de 1827 a Bolívar y al Marqués del Toro, los dos primos de ella, expresa sus penas y pobreza. Como Caracas, destruida por el terremoto y la guerra, también estas hermanas, antes tan festejadas, eran ahora apenas una sombra de su glorioso pasado. Su sobrina Carlota Blanco, hija de su hermana María Antonia Aristeguieta, fue la madre del general Guzmán Blanco.
María Belén, sanmateana que había sido la mujer más rica (y la más bella) de Venezuela, en carta llena de pena y desesperación, dirigida a su primo Simón le dice:
“Ni una basquiña tengo para presentarme y que es prestada la con que me presento (…) pues hay días en que ni luz para alumbrarme tengo y si por tu decencia crees que el darme media docena de pesos no es decencia, te engañas; yo recibo cualquier cosa que puedan darme mis amigos pues hasta el pobre Diego me dio la silla con que me siento. Tengo mis dos niñas en cama; mi hija Solita ha estado de muerte y no tengo ni un medio”.
Habían quedado atrás los años felices de la juventud, de la opulencia; la casa de Caracas, asiento de la aristocracia, donde llegaron en su momento príncipes y marqueses europeos. Atrás quedó el gran salón revestido con cortinajes de damasco rojo, flecos de oro, las mullidas poltronas, las orquestas de rumbosos bailes y las guitarras de serenatas en las noches románticas; los amigos –ahora casi todos muertos- y las extensas posesiones en Aragua, desoladas y destruidas por la guerra.
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Siete años huyendo por las Antillas y Guayana, rodando de pueblo en pueblo y literalmente muriéndose de hambre. Al regreso a la patria libre, sus bienes estaban destruidos por el terremoto, por lo enemigos, o por los realistas y patriotas que se las habían cogido para ellos, como siempre ha pasado en nuestras revoluciones.
A su pariente el Marqués del Toro le escribió: “Ay Pancho, las cosas de este mundo, si tu papá y el mío vivieran y me vieran”.
Su hija se llamaba Belén Soledad y su nieta Belén. Su infancia y su alegre juventud transcurrieron entre la opulenta mansión de Caracas y su casa de hacienda en San Mateo. Cuando ya era una mujer prestó su rostro para las pinturas de la Virgen de la Merced y de Nuestra Señora de Belén, realizadas por el pintor Juan Pedro López, donde fue plasmada en toda su belleza
Fue pionera en la defensa de los derechos de la mujer, defendiendo los suyos, al litigar en contra de su marido y alcanzar el derecho de administrar su propia fortuna. Vio desaparecer sus privilegios, a casi toda su familia, morir a su única hija y su única nieta, y alcanzar una venerable ancianidad hasta su muerte en 1850, a los 85 años.
Qué se le rescate del olvido y se incorpore a la vida afectiva del pueblo, en calidad de Heroína de la Patria, a Belén Xérez de Aristeguieta, colocando su retrato en sitio de honor, copiado del rostro de Nuestra Señora de la Merced de Juan Pedro López.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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