Brocha gorda, por Teodoro Petkoff
Chávez argumenta su aspiración a la presidencia vitalicia con la falacia de que en países europeos existe la reelección indefinida.
No es posible comparar el régimen presidencialista, propio de América Latina y Estados Unidos, con el parlamentario, propio de Europa y muchos otros países en Asia, África y Oceanía. No se pueden comparar peras con manzanas. En el primero, jefe de Estado y jefe de Gobierno son una misma persona. En el régimen parlamentario ambas jefaturas están separadas. Los jefes de Estado en los regímenes parlamentarios desempeñan funciones más bien protocolarias, excepto las de disolver el parlamento y convocar a elecciones. Por lo general son elegidos por los parlamentos. Por otro lado, los jefes de Gobierno tampoco son elegidos directamente. No se vota para Primer Ministro. Se elige a los partidos políticos para integrar el parlamento. El líder del partido vencedor es designado por el jefe de Estado para dirigir el gobierno. Una misma persona puede permanecer como Primer Ministro tanto tiempo como su partido gane las elecciones, pero sólo si continúa a la cabeza del partido. Si ya no se encuentra en esa posición, aún si su partido gana las elecciones, es al nuevo líder del partido a quien el Jefe del Estado confía el gobierno. Más aún, si en el curso de su gobierno un partido cambia de jefe, el sustituto pasa a ser Primer Ministro. Es lo que acaba de ocurrir en Inglaterra, donde Tony Blair fue sustituido, tanto a la cabeza del partido Laborista como a la cabeza del gobierno por Gordon Brown, sin que hayan mediado elecciones.
Si en cualquier momento del periodo parlamentario cambiase la correlación de fuerzas políticas y el primer ministro perdiera un voto de confianza en el parlamento o se produjese una crisis política mayor, el Jefe de Estado disuelve el parlamento y convoca a nuevas elecciones. Esta flexibilidad del régimen parlamentario permite hacer frente a las crisis políticas y a los cambios de humor en el electorado, colocando en manos del pueblo la decisión electoral sobre la crisis. Sólo por ignorancia o manifiesta mala fe se puede aducir que “aquí” se puede revocar el mandato y “allá” no. Las elecciones anticipadas son una revocatoria de mandato, sin las rigideces perturbadoras de los revocatorios con fecha fija.
En cambio, en el continente americano —con excepción de los países caribeños anglófonos— campea el presidencialismo, o bien no existe reelección o bien ella se contempla sólo por una vez. ¿Por qué? Porque hasta en Estados Unidos, donde, después de los cuatro gobiernos de Roosevelt, enmendaron la constitución en 1951 para establecer una sola reelección, percibieron que esta, indefinida, es la antesala de “la tiranía y la usurpación”, tal como dijera Bolívar en 1819 y repitiera en 1830: “Si un hombre fuese necesario para sostener el Estado, este Estado no debería existir, y al fin no existiría”. Palabra de Bolívar, que pulveriza a la infame y adulona “teoría del pincel”. “Teoría de la brocha gorda” es lo que Chávez nos quiere imponer.