Bromistas, Farsantes y Estafadores, por Carlos M. Montenegro
Hoy estoy realmente harto de aguantar descargas de mandatarios ejerciendo de estafadores descarados y mintiendo sin ningún pudor ni estilo, así que he decidido descansar y dejar de pensar en lo que la rabiosa actualidad nos depara y arrincona, haciéndonos pasar las de Caín. Así que, me propongo dedicar esta tarde echando mano de internet a buscar al azar sinvergüenzas, timadores y farsantes que al menos tuvieran gracia e ingenio para llevarse al huerto a gentes de holgada posición social y económica, explotando su esnobismo y ganas de figureo. Se me podrá decir que eso es darle la espalda cobardemente a la realidad que nos acogota implacablemente cada día.
Pues sepan que llevan mucha razón, sin embargo aunque sea por un buen rato voy a intentar abrir un paréntesis y darme un baño de irresponsabilidad que no crean ustedes, de vez en cuando viene bien, y una vez me haya divertido aunque sea un poco, cerraré el paréntesis y volveré a la realidad como uno más. Como si fuera al cine y además hago mi trabajo.
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Haciendo uso de falsa generosidad, los invito a que me acompañen a conocer a esos bromistas, sinvergüenzas, farsantes y estafadores que, como ya fueron, no nos robaran como otros. Incluso puede que hasta pasemos un rato divertido. Voy.
Frank Abagnale fue un impostor y falsificador de cheques durante la década de 1960. En sólo cinco años trabajó con ocho identidades diferentes, y pasó cheques falsos por un valor total de 4 millones de dólares en 26 países, ejerciendo ilegalmente de médico, copiloto de PAN AM, abogado, y hasta agente del Servicio Secreto. Antes de cumplir 20 años Abagnale ya había cometido fraudes por valor de 2,5 millones de dólares, convirtiéndose en el hombre más joven buscado por el FBI. Este joven seductor fue perseguido por las autoridades durante varios años antes de ser atrapado en 1969 por el detective Carl Hanratty que terminó siendo su amigo y lo contrató como consultor sobre fraudes.
Su caso fue llevado al cine en 2002 por el mismísimo Steven Spielberg en la película “Atrápame si puedes” interpretada por Leonardo DiCaprio y Tom Hanks. Spielberg utilizó al auténtico Frank Abagnale como uno de los policías franceses que arrestan a su personaje. Abagnale es ahora un legítimo multi-millonario que asesora a la Academia del FBI y al gobierno norteamericano en la prevención de estafas y es el director de Abagnale Associates, una compañía consultora de fraudes financieros. Frank ha sido el diseñador de cheques infalsificables que se usan actualmente en todo el mundo. Qué ironía.
A Hugh Troy un artista estadounidense, famoso por sus bromas prácticas, en 1935 se le ocurrió una que tendría gran éxito. El Museo de Arte Moderno de Nueva York dispuso una gran exposición de la obra de Vincent van Gogh. Troy, dando por supuesto que muchos visitantes estarían más interesados en el famoso caso de la oreja del pintor holandés que en sus propias pinturas, tomó un trozo de carne en conserva, lo talló en forma de oreja y lo colocó dentro de una caja forrada de seda con una etiqueta que decía: “Esta es la oreja que Vincent van Gogh se cortó y envió a su amante, una prostituta francesa, el 24 de diciembre de 1888”.
Troy logró introducir la caja en el museo el dia de la inauguración de la muestra y la colocó con discreción sobre una mesa. La falsa oreja atrajo casi toda la atención del público que visitaba la exposición, hasta que las autoridades se dieron cuenta y la retiraron varios días después.
Víctor Lustig fue un veterano estafador checo conocido por vender “máquinas de hacer dinero”. Era una persona refinada, locuaz y encantadora, que hablaba con fluidez varios idiomas. Un dia de 1925 estaba en París leyendo en un periódico un artículo que relataba los problemas de la Alcaldía de la ciudad para conservar la Torre Eiffel en buen estado. Tras la Exposición Universal de 1889, se suponía que la estructura iba a ser una construcción temporal y sería desmontada en 1909 cosa que no sucedió. Para mantenerla, incluso pintarla resultaba una tarea carísima, por lo que se estaba convirtiendo en un gran montón de chatarra. Lustig vio la posibilidad de ganar una fortuna y desarrolló una ingeniosa estratagema.
Se hizo pasar por el Segundo Director General del Ministerio de Información y Telégrafos y convocó una serie de reuniones en el Hotel Crillón con cinco grandes empresarios del metal por separado, para informarles secretamente de la intención del gobierno de demoler la torre y que quien diera la mejor oferta podría quedarse con el contrato y negociar la chatarra. Los agasajó, los paseó en limusina y accedieron a inspeccionar la torre. Hasta que decidió hacer el trato con un candidato llamado Poisson. Cuando Lustig y su “secretario personal” Dan Collins otro estafador franco americano, cobraron los depósitos para la concesión de la torre más una comisión por “la información” rápidamente tomaron un tren a Viena con las maletas llenas de dinero.
Cuando Poisson se dio cuenta que era un engaño, estaba demasiado avergonzado y no se atrevió a ir a la policía, por lo que a Lustig le salió el negocio redondo. Tanto que un mes después, el audaz Lustig volvió a París, seleccionó a otros cinco vendedores de chatarra y trató de vender la Torre Eiffel nuevamente. Esta vez, la víctima elegida acudió a una instancia oficial antes de pagar lo acordado, pero Lustig y Collins se enteraron y lograron escapar antes de que pudieran arrestarlos.
Años después Lustig fue detenido en EEUU por otro fraude y condenado a 20 años en la penitenciaría de Alcatraz donde murió en 1947. En la casilla ocupación, de su certificado de defunción figura como aprendiz de vendedor.
George C. Parker fue otro que hizo carrera vendiendo sitios turísticos pero de Nueva York, como el Museo Metropolitano de Arte y la Estatua de la Libertad a visitantes ingenuos. Recordado como uno de los estafadores más importantes en la historia estadounidense Su favorito era el Puente de Brooklyn, George Parker es famoso por haber vendido el puente no sólo una vez de hecho, a veces, lo hacía dos veces por semana. También vendió, aunque una sola vez, el Madison Square Garden. En la década de 1920 el jefe de la policía de Nueva York, declaró que estaban hartos de tener que lidiar con tantas denuncias de los compradores engañados. Parker fue capturado en 1928 y sentenciado a cadena perpetua en la famosa cárcel de Sing Sing.
En Venezuela también tuvimos un estafador de fama mundial. El empresario venezolano Juan Mezquita visitaba la vecina isla de Curazao cuando conoció a un personaje que le fue presentado como Alá Al Fadili Al Tamini un multimillonario jeque árabe llegado del medio oriente con la intención de invertir alrededor de 500 millones de dólares en algún país latinoamericano con empresarios emprendedores. Mezquita, hombre de negocios y de paso propietario de una mina de oro en la Guayana venezolana, se relacionó con el jeque y le invitó a visitar Caracas ofreciéndose para introducirlo en el ambiente financiero venezolano.
Le obsequió tres frascos llenos de pepitas de oro como muestra de la calidad de su mina y lo trasladó en su avión hasta el aeropuerto de Maiquetía en agosto de 1982
Juan Mezquita descendió del jet privado con su nuevo amigo el “Jeque” Tamini. Al pie del avión esperaban varias personas de protocolo y escoltas. En una gran limusina negra y algunos carros de gama alta se dirigieron al Hotel Tamanaco, en Caracas. Al arribar al hotel se descargaron hasta 20 maletas del poderoso jeque, la mayoría vacías y como en los cuentos doce hermosas mujeres que conformaban el harén del afortunado magnate. Más tarde se conoció que las mujeres habían sido contratadas en varios cabarets de la capital y entrenadas para la ocasión.
El “Jeque” organizó extraordinarias fiestas donde corría alegremente el champagne y el caviar, mientras comentaba a sus incautos invitados que venía a invertir sumas fabulosas. El “Jeque” en esas fiestas negociaba grandes negocios con muchos conocidos empresarios venezolanos como el banquero Enrique Dao, el industrial Esteban Zarikian, el Dr. Freddy Müller, el dueño del hotel Tamanaco y diputado Rafael Tudela, el empresario Emilio Conde, uno de los González Gorrondona, el presidente de Fedecámaras Antonio Díaz Martínez, Boris Lowbosski buscando socio para la construcción del C. C. El Recreo y hasta el renombrado modisto de la “jet set” Álvaro Clement, al que el “Jeque” le birló tres costosos trajes. Para atraerle a sus negocios muchos le adelantaron todo lo que éste les pidió,
La noche que dio su baile más fastuoso en el hotel Tamanaco, con una tarjeta de crédito falsa, compró una numerosos Rolex en la joyería del hotel y los fue obsequiando a sus invitados, así como las pepitas de oro que le regaló Juan Mezquita en Curazao.
Temprano en la mañana siguiente, a la hora de la resaca, el Jeque salió de su habitación con su secretario, sin maleta alguna, “las chicas” de su harén se fueron discretamente de una en una. Las maletas, bien llenas, salieron con unos huéspedes que resultaron ser cómplices Al cabo de unos días al ver que el “Jeque”, las “chicas” del harén ni su gran comitiva regresaban, se destapó la enorme estafa. Dejó las cuentas del hotel ni de las fastuosas fiestas sin cancelar y los cheques de sus millonarias compras fueron devueltos. La gran cantidad de estafados no dijeron ni pio por temor al ridículo.
El “Jeque” se esfumó y jamás se supo de él. Un cronista de la época comentó que se le hacía raro ver en las fiestas que daba a un musulmán bebiendo whisky, comiendo jamón y entrándole a la salsa con swing caribeño. Después hubo quienes dijeron que era dominicano y por eso bailaba tan bien.
Sin óbice ni cortapisa
¿Sabe el gobierno bajar la inflación? Yo pienso que no, así que lo de la hiperinflación…