Buenos días, Chávez; por Teodoro Petkoff
Aquí estamos, ahora desde la mañana. La transformación del vespertino en matutino es una expresión del crecimiento y la consolidación de TalCual como una referencia política y editorial insoslayable en la vida nacional. Lo hacemos en un momento muy particular del acontecer político –preñado de sombrías premoniciones sobre el futuro democrático del país–, con la firme disposición de continuar dando nuestra contribución a impedir que cuajen designios que amenazan muy negativamente el propio tejido social venezolano.
Este proyecto de reforma constitucional es dos veces fraudulento respecto de la Carta Magna. La primera vez, porque dada su naturaleza y alcance, esta reforma debía ser objeto de una Asamblea Constituyente y no de su consideración en la Asamblea Nacional. La segunda, porque se añadieron dos docenas de artículos a reformar, que no pasaron por las dos primeras discusiones de ley sino que entraron directamente a debate en la tercera. Esto, que parece una formalidad poco importante, no lo es. Todo lo contrario. En la institucionalidad democrática la forma es el fondo. El respeto a las formas es el respeto a la ley, es la base del principio de legalidad, sobre el que deben soportarse las políticas públicas y todos los actos del poder político. El debate en la AN constituye, por sí mismo, un acto de prepotencia autoritaria, de irrespeto por los fundamentos constitucionales de la República. Expresa y acentúa uno de los rasgos más marcados con los que nació el gobierno de Hugo Chávez: el autoritarismo y el personalismo. Pero también, cristaliza en ese debate en la AN la condición definitivamente autocrática del régimen. De la arquitectura institucional del país ha desaparecido la separación de poderes, la autonomía relativa de estos y ha sido anulado todo mecanismo de control de aquellos entre sí. Con la reforma se pretende «constitucionalizar» el autocratismo y demoler la condición federal de la República, centralizando y concentrando todos los poderes en el puño de Chávez. La reforma constitucional es una elegía al caudillismo. También se pretende dar viso constitucional al militarismo, transformando la Fuerza Armada en un partido armado, al servicio del presidente vitalicio, de cuyo trono sería la columna vertebral.
Estamos pisando el umbral totalitario. Derrotar esa pretensión es un deber venezolano. TalCual continuará haciendo su parte. Aquí estamos: rodilla en tierra, como le gusta decir al comandante.