Cambalache el que no afana es un gil, por Teodoro Petkoff
El gobierno argentino, cuyos gangsters tienen mucho más kilometraje que los de aquí, está jugando “palito mantequillero” con el nuestro. Según ellos, por aquí es que “fumea”. Con cínico desparpajo el capo Julio De Vido ha declarado que “el gobierno venezolano debe pedir disculpas”. Con la mayor tranquilidad se sacude el muerto. Él, pobrecito, es una víctima. No sabía nada. Los malos son los venezolanos. Por supuesto, los pillos argentinos tienen una contraparte venezolana, de eso no hay dudas. Antonini es venezolano y los funcionarios de Pdvsa que viajaban con él también lo son. Antonini fue embarcado en el avión por gestiones —es la versión hasta ahora— de un muchacho de 18 años, hijo del vicepresidente de Pdvsa. Mucho más plausible es que haya sido este caballero quien metió en la aeronave tanto a su hijo como a Antonini. Pero no nos venga De Vido con el cuento de que sus paisanos, y mucho menos Uberti, conocidísimo mafioso del team Kirchner, no tenían idea de quienes eran sus acompañantes. Nos toma por “giles” el señor De Vido.
De este gangster ya TalCual había registrado desde hace meses sus andanzas en Caracas. Se la pasa aquí, al igual que Uberti. Son los hombres de los negocios sucios, los ladrones del fisco argentino y venezolano. Hacen toque y despegue en Caracas. Piquijuye. Cierran los negocios y se llevan la plata. Hombres de confianza de Kirchner desde que era gobernador y se choreó 500 millones de dólares de ingresos petroleros poquito antes del “corralito”. De esa plata no se supo nunca más. Ya en una ocasión Uberti —reseña la prensa argentina— fue señalado como responsable del “extravío” de 93 millones de dólares en el fideicomiso creado por el gobierno argentino en Venezuela para atender sus pagos y otros asuntos en éste país. Pero en una cosa tiene razón De Vido: no son sólo ellos los pillos; aquí también los hay. Él y su mafia tienen una contraparte venezolana. Y eso es lo que toca averiguar aquí porque ya en Argentina el chanchullo ha sido destapado.
Pero en nuestro país, lo que hasta ahora hay es una tentativa de encubrimiento. Aliñada, eso sí, por las estrambóticas declaraciones de Pedro Carreño. Uno como este si que no lo tienen en Buenos Aires. Cuando nació rompieron el molde. Y, de hecho, si no existiera habría que inventarlo. Es demasiado cómico. Dice Pedro, con la misma cara con la cual informó de la muerte de Montesinos: “no entiendo cuál es el escándalo comunicacional porque un ciudadano iba con una maleta”. Claro, salvo los 800 mil dólares en la maleta, todo lo demás es “normal”. Ninguna razón para hacer un “escándalo comunicacional”. También considera Carreño, con el mismo penetrante cacúmen con el cual descubrió que por DirecTV nos espían, que “pudiera ser normal” descender del avión en Santa Cruz (Bolivia) “para que te den 759 mil dólares”. Aludía a su hipótesis de que el avión hizo escala en el aeropuerto de Santa Cruz y allí Antonini habría recogido la maleta. Pedro el inefable es el minpopopintjus.
Garantía de que se llegará “hasta las últimas consecuencias”, “caiga quien caiga”.