Café con aroma a guiso, por Sebastián Boccanegra
¿Tomaste café? Esa era una pregunta que hacía el expresidente Hugo Chávez en cualquiera de sus interminables peroratas. Recordamos que cuando llegó al poder, allá en 1999, le preguntaba al colega Martín Pacheco por el café. Muchos chistes se le hacían al periodista a raíz de ello. Pero lo ocurrido con el café en Venezuela no es un chiste, sino un emblema de lo que ha representado el «proceso», liderado primero por Chávez y ahora por la dupla Maduro-Cabello, para el país. Durante muchos años el grano que se sembró por primera vez en lo que hoy es La Castellana, en Caracas, representó el primer producto de exportación y sostén de las finanzas públicas. Después perdió su puesto frente al petróleo, pero durante un buen tiempo seguimos exportando el producto. Incluso Chávez, en una de sus puntadas, lo declaró cultivo bandera y le asignó una buena proporción de bolívares.
Luego nacionalizó las empresas privadas que procesaban el grano y desde hace un tiempo tenemos que importar el producto de Nicaragua. Pero lo peor de todo es que los consumidores tienen que perseguir los pocos kilos que llegan a los mercados. Como si todo lo anterior no fuera suficiente, nos enteramos gracias a Transparencia Venezuela, que la Asamblea Nacional le ha aprobado recursos a las referidas empresas estatizadas. Las mismas que antes pagaban impuestos y si perdían dinero era problema de sus accionistas, ahora tienen que ser financiadas con dinero de todos los venezolanos. Por el aroma de lo descrito, en lugar de colar café parece que lo que hacen es «guisarlo».
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