¡Cálatela!, por Teodoro Petkoff
Conocida la decisión del TSJ al gobierno no le queda otro camino que acatarla. En varios editoriales hemos defendido este criterio. Durante tres días el país estuvo en vilo, pendiente de si Chávez cumpliría o no su amenaza de «no calarse» una decisión contraria. Por nuestra parte, sin dejar de señalar el origen turbio del tribunal, fruto de un pacto de cogollos (MVR, AD, MAS y PV), elegido al margen de la Constitución (cosa que ahora, con un cinismo esperpéntico aducen algunos personeros oficialistas), hemos insistido en subrayar la idea de que ese ente es, sin embargo, el máximo e inapelable tribunal de la República y que ante sus decisiones, si es que queremos reforzar un criterio de institucionalidad, no se debe revirar. Pese a su discurso desaforado del domingo pasado, el más elemental sentido común debe indicarle a Chávez que no le queda otra alternativa que calarse el fallo. Si procede de este modo (y todo parece indicar que así será), eso es bueno para el país, mirándolo desde la perspectiva de sus intereses generales como nación.
Todo este asunto demuestra que un proceso «pacífico y democrático» sólo es posible respetando las formalidades democráticas y la ley. Si en nombre de la «revolución» estas son ignoradas no hay ni paz ni democracia. Por actuar al margen de lo que «su» propia Constitución establece es que el gobierno está entrampado. Quiso construir instituciones a su imagen y semejanza, politizadas, maleables y obedientes y sentó con ello las bases para que al calor del propio proceso político estas pudieran desairarlo. Quiso un TSJ comprometido con el «proceso» y no con criterios institucionales de justicia y por eso lo politizó. Se encuentra ahora, precisamente por razones políticas, con un organismo que no puede controlar.
Mirando hacia delante, tal vez lo más conveniente para el país sería no sólo que el gobierno acate la decisión sino que deje eso así y no insista en más acusaciones (a las cuales jurídicamente tendría derecho, tanto a los mismos oficiales como a otros, así como puede adelantar consejos de investigación, e incluso juicios por ante la Corte Marcial, para oficiales subalternos). Pero para el urgente y decisivo proceso de reinstitucionalización de la FAN y de su reconciliación interna, esta decisión del TSJ podría ser tan importante como en su momento -y para tales fines- lo fue el indulto a Chávez y sus compañeros. Sacar a la FAN del debate político, restablecer su carácter no deliberante, cesar de colocarla como partido de la «revolución» (Chávez no puede continuar haciendo referencias a lo que la FAN se «calaría» o no), o como árbitro del destino político del país (en la oposición hay que dejarse de incitar la intervención de la FAN), forma parte de los grandes objetivos nacionales. La crisis política debe -y puede- ser resuelta dentro del marco constitucional, legal y civil. Ahora eso se ve más claro todavía.