Cambio climático, por Leonardo Regnault
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Venezuela se encuentra aislada del resto del mundo en cuanto a la discusión de los temas que lo afectan de manera vital. Las discusiones que tienen que ver con la diversidad sexual, el aborto o el cambio climático no ha podido darse por lo menos de forma generalizada en nuestro país, ya que la miseria, el atraso, la precariedad, la vuelta de enfermedades erradicadas y la falta de servicios de calidad son problemas que padecemos y nos roban toda la atención.
De todos los problemas que debate el mundo, el del cambio climático es de importancia vital, y no lo tenemos en el discurso permanente. Tragedias como las de Tejerías y otras a lo largo y ancho del país deben hacernos reflexionar para que convirtamos ese debate en uno de los centros de acción de quienes pretendemos cambiar este estado de cosas.
Es innegable que debemos afincarnos en la discusión de los problemas que agobian a los venezolanos, esos que nos golpean todos los días; pero también debemos pensar en los problemas que nos afectan como sociedad global, y el del cambio climático es quizá el mayor desafío que enfrenta la humanidad, ya que pudiera generar consecuencias en materia de desastres naturales, desigualdades, brechas de desarrollo humano y enfermedades que impactaran el mundo para hacerlo mucho más difícil de vivir, tal como lo ilustra el reciente informe de la ONU sobre la materia. Este informe señala que se registrará un aumento de la mortalidad por efectos del cambio climático, aumento que será de un tercio en los países desarrollados y de un setenta y cinco por ciento en los países con menos desarrollos, es decir en países como el nuestro.
Por supuesto que hay voces muy respetadas de nuestra nación que han hecho del estudio en esta materia un apostolado: que han realizado sugerencias y propuestas para paliar esta situación; sin embargo, no han logrado convertirlo en parte fundamental de la discusión de la plaza pública. Y en eso tenemos todos responsabilidad.
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El régimen y sus personeros cada día cometen genocidio ecológico, permítanme utilizar ese término, y ejemplo de ello es la devastación causada en el arco minero, para sólo señalar el de mayor impacto y que es expresión del grosero afán de riqueza y poder. Lo que pareciera par algunos de poca importancia, traerá consecuencias nefastas para las futuras generaciones, y no es que en estos momentos no las estemos padeciendo, sino que su magnitud es apenas una porción de lo que puede llegar a ocurrir, si no, asumimos la responsabilidad con el presente y el futuro del planeta.
Las voces más calificadas nos han venido alertando desde hace un buen tiempo acerca de lo que nos espera en el futuro cercano y cada día vemos pruebas de ello. Por eso me uno a las voces que pregonan la necesidad de hablar de lo imperativo de generar una consciencia de mayor compasividad con la naturaleza.
Definamos las prioridades para nuestro desarrollo, y los correctivos en materia climática debe ser uno de ellos; lo que en modo alguno significa abandonar la lucha por sacar a Venezuela de los terribles padecimientos cotidianos.
Siempre he creído en la necesaria politización de la ciudadanía, de hacer que el hecho político sea parte del quehacer de la población; en tal sentido, concientizar en torno al tema que llevará a la humanidad a peligrosas consecuencias es un fundamental para ese fin. No habrá un futuro como lo hemos soñado: de armonía, felicidad, progreso y dignidad con el imperante maltrato a la naturaleza. A la fiebre antidemocrática que calienta a las sociedades, se le sumará el infierno climático que podría acabar con la civilización tal cual la conocemos. Es nuestra responsabilidad intentar legar un mundo con conciencia social y ecológica en el que nuestros nietos no necesiten buscar colonizar otros mundos, sino preservar el nuestro.
Dice Murakami «por aquel entonces nadie sabía aún que ocurriría esa catástrofe»; pero nosotros estamos conscientes de lo que va a ocurrir y debemos hacer algo para frenarlo.
Leonardo Regnault es político e ingeniero civil
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