Cambios en letra pequeña, por Simón García
Twitter: @garciasim
Detrás de todos los grandes cambios políticos hay una voluntad humana, personal o colectiva, que se propone un objetivo y lucha con inteligencia, pasión y fuerza para realizarlo. La lista de ejemplos inquebrantables es tan larga como su constancia para obtener un éxito que suele ser volátil.
Durante dos decenios las luchas han sido comandadas por quienes corren tras espejismos y atajos. Héroes en una épica ficticia y vanguardias que se creyeron predestinadas a triunfar sin hacer bien sus deberes.
Ahora se abren otras rutas hacia el país diferente al actual. Una de ellas se esboza desde la vida cotidiana de las personas comunes, en pequeños espacios regidos por las relaciones que establecen entre ellas y con organizaciones, instituciones y expresiones de poder de su entorno inmediato. Es el eslabón más débil de la cadena autocrática.
En el vivir común el dirigente comparte con todos y suscita una comunidad de afectos y propósitos cuya finalidad es vivir mejor. La preferencia intuitiva por las soluciones muestra que la actitud cooperadora da mejores beneficios que la exclusión. La polarización se disuelve en la rochela, aunque siempre puede existir el fanático refractario al sentido del humor, la forma más común de los sentidos por accesible y gratuito.
A estas instancias cotidianas, fraternales, vivenciales, debe retornar la política bajo la presencia de los políticos y la actividad de independientes no sesgados por intereses «partidos» por los objetivos de una militancia. Una ventaja relativa ante el rechazo a partidos convencionales, convertidos en burbujas de poder sin país objetivo.
Esta lenta erupción de una política descentralizada, representativa del interés local, que privilegia el corto plazo y baila día a día con la incertidumbre es un factor de cohesión de millones de anónimos esfuerzos dentro de una estrategia informal para sobrevivir mediante su propia gestión. Están entrenados en ser resilientes y albergan esperanzas porque el futuro es el único tiempo donde pueden ser ganadores. Esperan y aguardan.
Hoy son el objeto de la responsabilidad social, pero mañana pueden ser sus nuevos sujetos, agentes en un nuevo modelo de democracia y desarrollo económico y protagonistas de fenómenos electorales porque son la mayoría insatisfecha.
*Lea también: Por la libertad y la democracia, por Oscar Arnal
Hay destellos de su emergencia. El triunfo de los docentes despojados del bono vacacional; la elección de representantes de los egresados en la UCV; las luchas de vecinos, condominios y usuarios en el infierno de los servicios públicos; los intentos de recuperar unidad sindical; las demandas de renovación en los gremios profesionales; la brega de los trabajadores por cuenta propia; la persistencia de empresarios que trabajan a propio pulmón;; la persistencia de activistas de derechos humanos, la formación de movimientos de independientes y partidos en las regiones.
En sus peculiaridades resalta que el horizonte de cambio político es visto como un resultado y no como punto de inicio y versión totalizadora. Su ancla es hacia el futuro buscando un engarce con un modelo de país y un programa de entendimiento nacional.
Su racionalidad es descentralizadora y progresa con el empoderamiento del ciudadano, la diversificación de las decisiones, la desmonopolización de las representaciones, reconocimiento de aportes diferentes y la asignación de atribuciones públicas mediante la competencia electoral transparente entre partidos con calidad propositiva.
Esta emergencia también se realiza desde nuevos partidos, como El lápiz y Fuerza Vecinal, y partidos tradicionales que desean salirse de sus rutinas. Distinto a lo que dijo Gramsci, la letra pequeña pide optimismo de la razón y el corazón. Y de vez en cuando, barro en los zapatos.