Cambios y rectificaciones necesarias, por Gonzalo González
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En mi anterior artículo, argumenté que la resiliencia del régimen chavista, a pesar de su desastrosa gestión de gobierno y la consecuente pérdida de apoyo popular, se debía principalmente a la conjunción de sus aciertos en su transición de sistema hegemónico con creciente déficits democrático a uno de dominación puro y duro, francamente dictatorial, cuando se hizo necesario e inaplazable para conservar el poder; también a las carencias estructurales, deficiencias, errores de las fuerzas democráticas que se le oponen tanto endógenas como exógenas.
A lo anterior hay que sumar una coyuntura internacional —marcada por la pandemia, sus efectos y consecuencias— que obliga a los Estados a concentrarse en atender sus asuntos internos en detrimento de la cooperación internacional; coyuntura propicia y caldo de cultivo favorable para los autoritarismos de diverso signo.
En nuestro caso ha aumentado el control del Estado de la vida cotidiana de la ciudadanía e inhibido las posibilidades de revertir el reflujo preexistente de la protesta y la movilización ciudadana contra el Gobierno.
Lo real y evidente es que el régimen domina y controla la situación, escenario que posterga sine die, en el mejor de los casos, el cambio político; requisito indispensable para que los otros ámbitos de la crisis humanitaria severa puedan abordarse con posibilidades de reversión y resolución.
Si la situación actual termina de consolidarse y las fuerzas democráticas pierden la guerra, el futuro de Venezuela es terminar de convertirse en la Cuba del siglo XXI: una sociedad estructuralmente carenciada y de espalda a los avances espirituales, materiales de la civilización y la modernidad: libertad, progreso, justicia y solidaridad.
El reto histórico de los venezolanos, las fuerzas políticas y sociales democráticas, la sociedad civil organizada es resistir e impedir que tan nefasto escenario se materialice. La comunidad internacional democrática no es ajena al reto mencionado por las consecuencias políticas, de seguridad nacional, gobernanza y gobernabilidad que supone para sus componentes tal escenario; aunque pareciera que sectores de la misma no terminan de calibrarlo en su exacta dimensión.
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El cumplimiento a cabalidad del desafío referido supone para las fuerzas democráticas la superación de las carencias, deficiencias y errores cometidos desde el año 2016.
Incrementar de forma gradual y significativa sus capacidades políticas, organizativas y comunicacionales para aprovechar las debilidades del régimen: la conversión de su condición de proyecto político socialmente mayoritario en minoritario, su dependencia de la fuerza y la arbitrariedad para sostenerse en el poder, la manifiesta incapacidad de enfrentar y superar positivamente la crisis humanitaria severa, el rechazo de la comunidad internacional democrática.
Las fuerzas democráticas deben revertir su incapacidad para construir una amplia, sólida y sustentable coalición de fuerzas y sectores efectivamente disidentes y opuestos al régimen capacitada para adoptar y ejecutar una política, estrategia y tácticas asertivas en función del objetivo planteado; desechar el inmediatismo y el voluntarismo en su discurso y acción, adaptar sus estructuras orgánicas al entorno dictatorial, construir un discurso en el cual lo social y lo político se combinen como algo natural e interdependiente, actuar de forma consensuada y coordinada (en lo posible) con la comunidad internacional democrática.
Lograr la salida del chavismo del poder no es fácil, porque en su sostenimiento concurren poderes e intereses fácticos tanto endógenos como exógenos, estatales y no estatales decididos a mantener los beneficios geopolíticos, ideológicos y materiales que les brinda la existencia del régimen chavista.
En definitiva, se trata de entender, como muy bien lo escribió el profesor Luis A. Buttó que: “La lucha política en democracia es sustancialmente distinta a la lucha política por la democracia”.
Gonzalo González es Politólogo. Fue diputado al Congreso Nacional.
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