Caminos bloqueados, por Américo Martín
Twitter: @AmericoMartin
La tasa de desempleo en Venezuela, de acuerdo con datos del FMI, fue durante 2020 y lo que va de 2021, del 58,3%. Es una cifra escandalosa, la más alta del mundo. La hiperinflación de los cuatro o cinco últimos años se mantiene también en niveles inalcanzables.
Desde el punto de vista de las variables macroeconómicas, Venezuela está sumergida en una muy peligrosa combinación recesivo-inflacionaria que, por sí sola, explica la dramática situación social que padecemos. Se trata de indicadores mundiales que, por lo mismo, necesitan un esfuerzo muy grande para encontrar salidas a riesgo de caer en un abismo insondable.
No vale la pena hacer la crónica detallada del colapso de los servicios públicos —incluidos los de salud y de educación— por mala gestión gubernamental de cara al pronosticado, y ahora tangible, avance de la pandemia que, como es natural, cobra más fuerza en la medida en que el poder la pierde.
Es evidente que los caminos están bloqueados, de modo que tendríamos que imaginar las consecuencias que acarrearían la permanencia o agravamiento de estas malignas tendencias. Por supuesto, que en ese marco tan diabólicamente negativo, caben todas las suposiciones y, de hecho, los indicadores del deterioro militar, en relación con la crisis de la frontera colombo-venezolana, asombran por la crasa ineptitud frente al manejo de las relaciones con los paramilitares y, especialmente, con la atomizada FARC en Apure, el ELN en Bolívar y en cada vez más lugares del territorio nacional.
Venezuela no solo ocupa el primer lugar en los niveles de desempleo e hiperinflación; también, según el FMI, posee el menor PIB per cápita del continente y lidera el Índice Anual de Miseria de Hanke (HAMI) por encima de Zimbabue, Sudán, Líbano. Surinam, Libia, Argentina, Irán, Angola y Madagascar. Son cifras vergonzosas ante las cuales no hay excusa posible, es el fracaso de un modelo y una gestión pública.
Ese cuadro es el que ha impulsado la lucha por el cambio democrático en forma pacífica, que ha recibido un respaldo mundial sin precedentes. Son urgencias sociales que exigen respuesta, pero que hasta el presente la renuencia de Miraflores a cambiar o someterse a un proceso electoral transparente y justo, ha optado por apoyarse en la fuerza militar para perpetuarse en el poder.
Sorprende que semejante práctica no se haya detenido ni siquiera frente a los despropósitos de las FARC y su intento de sellar una alianza, más bien maligna, con Miraflores. En este momento, sin necesidad de ello, es el oficialismo venezolano el que está peleando con grupos armados colombianos en territorio nacional y, todavía más, llevando la carga principal de muertos y heridos.
Es doloroso ver los cadáveres de militares y civiles venezolanos caídos en nombre de una causa que niega a Venezuela y a su inmensa mayoría honrada. Ver a esos compatriotas acompañados del dolor de sus familias, es algo que sencillamente no puede continuar y así debería entenderlo el Alto Mando Militar.
¿Qué necesidad había de dar ese paso tan peligroso y absurdo del cual, hasta ahora, no hemos podido deslastrarnos? ¿Qué puede esperarse de esa otra situación bloqueada?
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Hay que preguntarse, además, ¿cuán alto será el desconcierto de nuestros compatriotas militares, sometidos a emboscadas de las FARC, en tierra venezolana y sin que se reciban claras instrucciones del Alto Mando, en el sentido de por qué algunos oficiales, excesivamente plegados al partido de gobierno, consideraban aliados políticos o compañeros en causas revolucionarias a quienes, en este momento, los emboscan y los agreden alevosamente?
Como puede verse, la crisis de Venezuela podría llegar a expresiones volcánicas en medio de las profundas urgencias sociales que revelan las cifras arriba mencionadas.
Como lo he dicho muchas veces, soy contrario a invasiones militares cuyos efectos pueden ser demasiado perniciosos, pero el hecho de que haya políticos importantes del país arrojándole carbón a la máquina de la guerra, podría escaparse de las manos de los líderes más serenos y responsables y la miasma militarista mezclarse con la miseria, el hambre, el desempleo e inflación, como factores con potencial detonante muy acusado.
Creo que es extremadamente importante detener la mano de los partidarios de la guerra e insistir en desbloquear el camino electoral, pacífico y negociado, tal como lo reclama la generosa comunidad internacional, aun cuando la irracionalidad en ritmo de guerra, aprovechando el desesperado estado de ánimo de los venezolanos, intente soluciones maximalistas que por lo general fracasan porque carecen de sentido.
No soy tan ingenuo para no creer que las vueltas y revueltas de la noria no puedan provocar estallidos de violencia con relativo éxito, si es que entre la muerte y la vida llegara a predominar la primera.
Y, por otra parte, tengo la premonición de que Venezuela se saldrá con la suya, reconquistando la democracia, haciendo flamear la libertad, recuperando el acelerado ritmo de crecimiento y desarrollo diversificado que llegó a alcanzar, porque, al fin y al cabo, la tozudez tiene unos límites más estrictos que el más bloqueados de los caminos.
Américo Martín es abogado y escritor.
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