Campañas y covidianidad: del antifaz al tapabocas, por Pablo Andrés Quintero M.
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El ejercicio de la política es atemporal, variable y constante. No se detiene por nada del mundo. A pesar de la crisis social del coronavirus y de la paralización global por la pandemia, la actividad política continúa su curso por desgracia o por fortuna. El confinamiento preventivo y el clima de anormalidad son circunstancias con las que hay que convivir de ahora en adelante. La nueva realidad llegó para quedarse.
Tal como lo vimos en República Dominicana y en algunos países de Europa, los ciudadanos siguen eligiendo a sus próximos gobernantes a través del voto pese a las dificultades de movilización por el riesgo de contagio por covid-19. Otros continúan en campaña permanente como en Bolivia, Chile y Estados Unidos, mientras que en Venezuela el conflicto por el poder y la búsqueda de un cambio político sigue dominando la agenda y la opinión pública.
La nueva realidad obliga a los ciudadanos a adaptarse y a sobrevivir a la megacrisis. El ser humano es experto en este proceso, todos buscan su propia supervivencia y la protección de su metro cuadrado, sin importar lo que muchos hagan y otros digan.
El mundo que hoy conocemos ya no es ni será el mismo, la comunicación política se ha vuelto más dependiente de la tecnología y las relaciones sociales ahora se construyen desde un botón y una pantalla. La virtualidad ya es parte de nuestras vidas.
En lo político, las campañas electorales son más digitales y multidimensionales. Las pantallas son las nuevas ventanas de comunicación y los escenarios están marcados por la incertidumbre, la desinformación, las Fake News y las cifras de contagio por coronavirus. Los desafíos actuales contemplan un óptimo manejo de la crisis por parte de los políticos y funcionarios de gobierno, un entendimiento de las nuevas necesidades sociales y una comprensión más clara de la vida con tapabocas.
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La movilización política en tiempos de cuarentena requiere de la inyección de nuevas emociones, es necesario un lenguaje responsable, sensato y moderado. La nueva conducción social necesita de humanidad, reciprocidad y estrategia para poder superar el colapso emocional que nos trajo el coronavirus. Hay que reconectar con la normalidad sin olvidar que el miedo y la nostalgia son sentimientos que muchos albergan. Hoy en día, pocos atienden y entienden a los políticos, muchos, por no decir todos, están sumergidos en su propia dinámica de supervivencia.
El nuevo liderazgo debe comprender en detalle no solo las carencias sociales sino también el estado mental de una ciudadanía cansada de problemas políticos que no brindan solución. La sociedad actual necesita discursos inteligentes, alejados del populismo, que respeten el tiempo ajeno y que no subestimen la inteligencia y el sentido común. La ciudadanía quiere percibir una voz profunda que trascienda las ideologías, que conecte con cada burbuja social sin caer en confrontaciones estériles o discursos de polarización. El político durante el covid-19 necesita de nuevas herramientas de gestión y de comunicación.
La covidianidad y la nueva fragilidad social requieren sustituir de forma temporal el contacto directo entre los políticos y los ciudadanos, por lo que nuevos ingredientes deben estar presentes en la política de estos tiempos. El resguardo y la prevención debe ser lo ejemplar, así como el respeto por las medidas de seguridad y la distancia social sin que esto signifique distanciamiento emocional. Las redes sociales hoy juegan un papel fundamental en la comunicación, ya sea en campañas electorales o en gestión, la interconexión y difusión de información en tiempo real es vital para la política on-line así como también hacer de la interacción entre pantallas un ejercicio lo más humano posible.
Los ciudadanos aspiran una conducción política responsable y eficiente, una gestión que a pesar de las dificultades transmita confianza, seguridad y perseverancia. El rechazo hacia el radicalismo visceral crece, hacia la narrativa oscura llena de demagogia y populismo tercermundista.
Mientras no se pongan sobre la mesa verdaderas soluciones la desconexión seguirá y la antipatía crecerá. La gente quiere hablar más de medicinas que de cualquier tipo de enfermedad política, ya es suficiente con el coronavirus y las dificultades de la pandemia. Quienes no entiendan esta realidad están a tiempo de pasar del antifaz al tapabocas.
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