Camucha y el “FONDOPAMI”, por Tulio Ramírez

El Día de las Madres recibí una llamada de la Comadre Camucha. La verdad no me extrañó. En fechas como esas, acostumbra llamar, no importa si es Día del Sociólogo, del Abogado, cumpleaños o Día del Santo Patrono. Lo hace para felicitar y aprovechar de quejarse por alguna de las andanzas del compadre Güicho.
Recuerdo que el año pasado, a propósito del cumpleaños de Kaiser, (mi perro), llamó para desearle lo mejor y, a renglón seguido, contarme que había botado de la casa al compadre. La razón, había perdido en un juego de Truco, los ahorritos que ella con tanto sacrificio había acumulado para hacerse un lifting de cejas y pestañas en Caracas.
En esta oportunidad esperaba el guion de siempre, preguntarme como estaba pasando el día y qué le había regalado a la madre de mis hijos. Es la excusa introductoria para llegar a la verdadera intención, quejarse del compadre. Pero esta vez sucedió algo diferente. Fue directo al grano.
«Compadre lo llamo para informarle que Güicho tuvo un grave accidente. Se montó borracho en una mata de mango y se vino abajo de una altura como de ocho metros. Se rompió 4 costillas. Pero eso no fue lo peor, se le atravesó una rama en un costado y hay que operarlo de emergencia porque al parecer se le empotró en una tripa». Alarmado, la interrumpo para preguntarle si Güicho estaba en el hospital.
«Ay compadre ese es el asunto. En el hospital de aquí desde hace rato que no funcionan los quirófanos. Estamos en una clínica y me dicen que la operación vale un ojo de la cara y yo no tengo plata para eso». Vuelvo a interrumpir, le pregunto sobre el monto de la intervención y por lo que escuché, casi que me llevan a mí a la clínica.
«Compadre no se asuste, no le estoy pidiendo plata. Entiendo que con lo que gana como profesor universitario, no es mucho lo que puede arrimar. Lo llamo para pedirle que me ayude. El médico me dijo que activara con urgencia algo así como un «FONDOPAMI» para recoger plata y poder hacer la operación». Aquí llegamos al punto de no entender nada de lo que me decía. ¿Un FONDOPAMÍ?, ¿qué diablos será eso?
«Si compadre, el médico me dijo que es la solución más rápida. Güicho será todo lo que sabemos, hasta me dijeron que estaba encaramado en la mata para meterle el ojo a la vecina nueva. La verdad, me da mucha rabia compadre, pero no quiero que se me muera. Compadrito, ayúdeme a organizar ese FONDOPAMÍ. Me dijo el doctor que había que tener una persona amiga viviendo en Estados Unidos, con número de seguro social y una cuenta en dólares. ¿Usted tendrá a alguien de confianza por allá que me eche una mano?».
Entre el hablar rápido, propio de su tierra, el natural nerviosismo por la condición de Güicho y el carúpanglish, no había caído en cuenta que lo que pedía Camucha no era un FONDOPAMÍ, sino un GoFundMe. La tranquilicé diciéndole que inmediatamente me pondría en eso con un familiar que tengo en Estados Unidos.
Afortunadamente, el dinero se pudo recoger en 3 días y Güicho fue operado con éxito. Ahora está en su casa descansando. No sé si corra con la misma suerte, después que se recupere y Camucha lo agarre en la bajaíta.
Traigo el caso a colación, no con el ánimo de exponer al público la vida privada de los compadres. Más bien quiero llamar la atención sobre la grave situación que viven los venezolanos en materia de salud. Hemos tenido que recurrir a mecanismos de caridad pública para enfrentar los elevados costos del servicio de atención hospitalaria público y privado.
No soy un empedernido nostálgico del pasado, pero extraño los tiempos en los que los médicos del Seguro Social atendían pacientes en sus casas. Bastante que madrugué siendo muchacho, para pedir números para la visita domiciliaria del médico. El jeep del IVSS llegaba al Barrio donde vivíamos a media mañana para hacer la consulta in situ a quien la había solicitado, por su imposibilidad de asistir al consultorio. Luego, con el récipe en la mano, me iba hasta la farmacia del Seguro a solicitar gratuitamente las medicinas. Todo estaba cubierto por el descuento que hacía el patrón a los trabajadores, y que posteriormente enteraba al IVSS. ¡Maldito capitalismo!
En esa época, para la clase trabajadora y para muchos sectores de la clase media, el Hospital Público dependiente del Ministerio de Sanidad o del Seguro Social, eran alternativas eficientes para atender cualquier problema de salud, quirúrgico o no.
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Camucha no ha llamado más. Presiento que Güicho está mejorando y portándose bien. No le queda más remedio, está en cama. Espero que esta vez agarre escarmiento, aunque, sinceramente, lo dudo. Por lo pronto, estaré atento a la llamada por el Día del Padre.
Tulio Ramírez es abogado, sociólogo y Doctor en Educación. Director del Doctorado en Educación UCAB. Profesor en UCAB, UCV y UPEL.
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