“Candidaturitis” y “planchitis”. ¿Y qué se le critica al PSUV?, por Beltrán Vallejo

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Hasta hace unas semanas, en el centro de los cuestionamientos se encontraba un PSUV que había engañado a sus bases y que había convertido su denominado proceso de “postulaciones” y sus llamadas “primarias” en una pillamada pueril de pseudodemocracia. Eso fue un juego para hacer sudar a varios pendejos, gastar recursos del Estado, lavar un dinerito por ahí y verificar hasta dónde llega el controlismo, el clientelismo y el borreguismo en varios infelices que deambularon en los centros de votación que funcionaron como alcantarillados de una organización que no es política, sino mafiosa y que se llama PSUV. Para la historia quedará el cara de tablismo de Diosdado Cabello en esos días de risibles anuncios de candidaturas de la tiranía.
Sin embargo, el sector que comprende el tejido de siglas partidistas aglutinadas en el denominado G4 evidencia sus enormes limitantes propias de una dirigencia que sigue sin entender que ha fracasado su mentalidad política, su conducta política y procedimientos, herramientas, estilos, técnicas y sobre todo esas sus actitudes que han predominado en 20 años de lucha contra el caudillismo, la autocracia, el autoritarismo y el neototalitarismo. No se puede seguir luchando contra Maduro y sus aliados con ese modelo de partidos políticos, ni con esa cultura política, ni con ese estilo de liderazgo que se ha asomado en estos días en el contexto de intención de participar en los comicios regionales y municipales.
¡Ojo! Cuidado con creer que con estas palabras le estoy lavando la cara al alacranaje y a toda esa trapisonda de arribistas que integran la denominada “oposición a la carta” de Nicolás Maduro. El colaboracionismo y sus partidos de maletín y demás liderazgo de postín son un club de estafadores y no entran en el cuadro de preocupaciones del párrafo anterior.
Lo que me inquieta es la manera como ese G4 se ha comportado a la hora de construir una propuesta de aspirantes, pues no lo viene haciendo de una forma que integre razones unitarias, condiciones de liderazgo, ponderación, pluralidad, ni alimentando los principios democráticos, y distanciándose de las aspiraciones de un pueblo que quiere cambio; y sobre todo, sin la plena comprensión de que no se participa en un proceso electoral convencional, y por eso no se trata de candidatos de márketing o de aparatos, sino que se amerita de liderazgos que agiten el músculo social para resistir los embates de la tiranía mediante un pueblo politizado, movilizado, organizado y consciente. Pues bien, el G4 se está poniendo un traje de fiesta electoral, pero va terminar yendo desnudo, y no para una fiesta, sino para una pelea de perros.
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Ahí está el G4 enfrascado en una “candidaturitis” y en una “planchitis”, y yo me pregunto: ¿es que ellos creen que van para una fiesta electoral en verdad o es que no tienen otra manera de hacer política, sino en términos vulgarmente electoreros, vilmente electoreros, miopemente electoreros? Por eso es que digo que esos partidos y su clase política no entienden cómo recrear la política; y si no lo entienden, simplemente desaparecerán.
Había una vez un hombre que se llamó Rómulo Betancourt, quien con otros entendió que para enfrentar el atraso dictatorial de su tiempo y el feudalismo reinante pues había que superar las montoneras, los alzamientos de caudillos y el invasionismo tipo Falke llegando a Cumaná, y así se dedicaron a entrar en la Modernidad construyendo partidos políticos civilistas, sindicatos y gremios, y se hizo otra clase política propia del siglo XX.
La “candidaturitis” y la “planchitis” no son aptas para enfrentar dictaduras.
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