Caos y tiranía, por Bernardino Herrera León
Las tiranías no gobiernan. Se mantienen en el poder sobre el caos que producen. Gobernar implica generar cierto orden. Y el orden necesita y produce a un mismo tiempo certidumbre. El orden es un contexto relativamente predecible, que permite a las personas, a las organizaciones, a las empresas y a los gobiernos, la posibilidad de planificar a corto, mediano y hasta el largo plazo. El caos es lo contrario.
Estos conceptos permiten establecer, claramente, la abismal diferencia entre gobernar y tiranizar. Ayuda a comprender lo que ocurre en Venezuela. Y explica por qué el régimen chavista es tan resistente, logrando mantenerse en el poder a pesar del colapso en el que ha sumergido al país.
¿Por qué usar el concepto de caos asociado a la tiranía? Porque el caos no es desorden. De hecho, las tiranías alardean de imponer un orden para salvar a la nación de un supuesto desorden. Y en efecto, ellas imponen un orden, más ideológico o más represivo o ambas. Es un orden tiránico.
Todas las ideologías totalitarias comparten el patrón de acusar a las democracias de provocar desorden. El chavismo, por ejemplo, denigraba de la “democracia representativa”, proponiendo sustituirla por la “democracia protagónica y participativa”. Son palabras huecas. La democracia siempre será representativa. No hay otro modo. Elegimos a una persona presidente para que nos represente. O gobernador o alcalde o diputado. Sólo participamos cuando votamos, cuando no defraudan el voto, y en muy pocas ocasiones, apoyamos algún proyecto político o social o cuando protestamos, cuando nos prestan atención, que también son pocas las veces.
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Pero esas palabras huecas, vacías de todo sentido de la realidad, se oyen muy bien en la narrativa propagandística. Ayudan a recrear la ficción de un cambio, de un nuevo orden que se supone relevará a otro decadente. En realidad, lo que contribuyen es a construir y sustentar una tiranía, últimamente, bajo apariencia de régimen democrático.
El caos no es desorden porque el caos precede a toda forma de orden. El caos es un estado donde una buena parte de nuestras certezas, de nuestras costumbres, de nuestras tradiciones dejan de ser parte de la realidad, para dar paso a otra que desconocemos y que no entendemos. El caos es, en esencia, incertidumbre. Es decir, lo que no podemos comprender ni predecir.
La incertidumbre es consustancial a las tiranías, parte de su naturaleza. La razón es simple: todo régimen tiránico es completamente arbitrario. No obedece normas. Vive cambiando las leyes cuando les estorban. O sencillamente las ignoran. En consecuencia, nadie tiene certeza de qué ocurrirá ni siquiera en el corto plazo. Por eso todas las tiranías son regímenes ilegales e ilegítimos. Todas las tiranías son caóticas.
El régimen chavista venezolano tiene ya dos décadas removiendo, arbitrariamente, el sistema jurídico y toda la arquitectura del Estado. Es arbitrario porque ha sido un solo grupo político quien lo perpetra, o mejor, un único y caprichoso caudillo. Sin considerar ni disidencias ni otros enfoques. El resto de la nación no existe. Se han impuesto mediante artificios electorales o con órdenes directas.
Así desaparecieron entidades como las Juntas Parroquiales y otras que, aunque siguen vigentes en la Constitución Nacional, han sido sustituidas por formas supra constitucionales, tales como “consejos comunales” o “comunas”, sujetas al control del gobierno central. Hasta disponen de una ley orgánica. Las “comunas” son auténticos focos ideológico-partidistas, que tuvieron poder para emitir “Cartas comunales”, especies de cartas de buena conducta política exigida para muchos trámites públicos. Una modalidad que fomentaba las tiranías locales para facilitar el control social y político del régimen centralizado. Ahora están en declive, sustituidas por alcabalas y por caótica corrupción generalizada.
Es imposible negociar o llegar a acuerdos con las tiranías. Sencillamente, no respetan normas. Fingen entrar al juego de reglas democráticas con el propósito oculto de desconocerlas. De hacer trampas
El chavismo, por ejemplo, tuvo su origen en una conspiración contra el orden constitucional democrático. Pretendió llegar al poder por la vía armada, mediante dos golpes de Estado. Los principales conspiradores fueron perdonados. Inauditamente, se les permitió alcanzar el poder por vía electoral. Desde entonces no han hecho otra cosa cambiar el sistema abierto por otro de corte ideológico oscuramente totalitario, “bolivariano” (no se sabe exactamente qué es eso) y socialista.
Cohabitar con la tiranía conduce a la tiranía. Los demócratas actúan según las reglas. Los tiranos no, y por eso siempre tendrán las ventajas. Las democracias tendrán que enfrentar, tarde o temprano, el problema de las tiranías.
Las democracias ingenuas ya no son viables. Si las actuales democracias logran sobrevivir a esta nueva ola de tiranías ideológicas que sacude al mundo, tendrán que imponer severas reglas de participación y permanencia en el sistema político
Por ejemplo, ningún ciudadano que haya sido condenado por cualquier delito grave (crímenes, agresiones, robos, fraudes, golpes de estado) jamás podría ostentar a cargos de elección ni ocupar cargos públicos. O que los gobernantes puedan ser juzgados por incumplir sus programas de gobierno y ser removidos por ello. Algunas naciones ya han establecido prohibición a los grupos ideológicos totalitarios, sus partidos políticos, su propaganda y sus símbolos. Fueron naciones que sufrieron los horrores de las tiranías totalitarias. Como lo sufrimos ahora los venezolanos. Porque participar en democracia requiere aceptar por completo sus normas. Y sólo pueden cambiarse dentro de los procedimientos consensuales establecidos en las propias leyes.
Lo que explica que el régimen chavista haya perdurado tanto tiempo en el poder es porque no respeta ni reglas ni escrúpulo alguno. Es gobierno, pero fomenta grupos guerrilleros clandestinos. O grupos paramilitares, bajo el eufemismo de “colectivos”. O cárteles de narcotráfico. O una “zona de paz” con grupos delictivos. O que sea tan permisivo con la corrupción abierta y descarada. O que circulen “monedas comunales” o divisas extranjeras. O que reprima a veces con la “ley de precios justos” y otras veces la ignora y permite que se viole descaradamente.
El régimen chavista es totalmente arbitrario e impredecible. Es tiranía pura. Y es imposible negociar acuerdos creíbles ni confiables con sus caudillos. El caos es su terreno. Nadie les gana allí. Es importante que los demócratas lo tomen muy en cuenta. Sobre todo, los cándidos negociadores opositores en Barbados
ININCO-UCV