Capitán de Corbeta Rafael Acosta: ¡Honor y Gloria!, por Beltrán Vallejo
A más de cuarenta y ocho horas de la muerte bajo custodia de este preso político, el capitán de Corbeta Rafael Acosta, detenido en los días en que Michelle Bachelet estaba en Venezuela, acusado de conspirar para derrocar a Maduro, llama dolorosamente la atención el silencio de la Alta Comisionada de Derechos Humanos de la ONU. Espero, por su propio bien como representante de un organismo internacional, que no sólo diga algo ya, sino que actúe terminando de abrirle el expediente a la pandilla neototalitaria de Venezuela para que en algún cercano momento los veamos juzgados en la Haya o en donde carajo sea.
Además, es Increíble la torpeza del régimen de Maduro; ha repetido la misma brutalidad que cometió con el Concejal Fernando Albán, quien fue asesinado en plena visita de un senador estadounidense, y ahora este militar perece a apenas días de haber adquirido la “usurpación” unos supuestos compromisos con Bachelet, que insisto, hasta los momentos en que escribo estas líneas, parece la Esfinge de Guiza.
Ahora bien, quiero dejar una reflexión con la debida connotación histórica que tiene este lamentable suceso. Sí, me dirán que no es el primer preso que muere torturado, que fallece en manos de los esbirros del régimen; por ejemplo, todavía está fresca la muerte abominable de Albán. Lo que pasa es que esta muerte deberá tener un impacto sobre el escenario más complejo para la definición de la lucha por el poder en Venezuela, que son las Fuerzas Armadas. Ya lo ha tenido a nivel internacional, porque este mundo globalizado, que sí sabe detectar lo sensible, está expresando lo delicado del asunto.
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Pero el impacto verdadero deberá tenerlo en la institución militar. Lo digo así con dolor, con indignación, con la rabia que está en mi formación como activista política con el recuerdo de la Masacre de Cantaura, de la Masacre de Yumare, con la muerte de Jorge Rodríguez; es la misma rabia que sentí con la muerte de Oscar Pérez y del edil de Primero Justicia, porque lo que más odio es la cobardía criminal. Lo que quiero decir es que esta muerte puede ser muy útil para la causa del cambio; y para soportar esta premisa, voy hasta antecedentes históricos.
Esta tragedia nos lleva a las tropelías represivas de un Pedro Estrada durante la Dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Digo incluso que la muerte del Capitán de Corbeta Rafael Acosta puede inscribirse en la tradición tenebrosa de los asesinatos del Teniente León Droz Blanco y del Capitán Wilfrido Omaña, cometidos por los esbirros del Chacal de Guiria.
Desde finales de 1.957, el descontento contra la tiranía dentro de las filas castrenses estaba cogiendo auge, y Pedro Estrada, en su labor de abortar conspiraciones, intensificó la represión y comenzaron a caer militares en las cámaras de tortura de la temible Seguridad Nacional. Esta situación se extralimitó, hasta que llegó el momento en que el Alto Mando Militar le exigió a Pérez Jiménez que se deshiciera del Ministro del Interior y del propio Pedro Estrada, a quien también tuvo que empujar al exilio
Lamentablemente para el mismo Pérez Jiménez, a los pocos días fue expulsado del poder por una asonada militar encabezada por el vicealmirante Wolfang Larrazábal dentro del marco de una huelga general y de un levantamiento popular, el del 23 de enero de 1.958.
Señores del régimen que tiraniza a Venezuela, ojalá que hayan cometido el peor error de todos los que han cometido, originado por su salvajismo y sevicia natural. ¡La impunidad no es eterna!