Cara o cruz, por Américo Martín
La esperada decisión relacionada con la participación o no en las parlamentarias convocadas a tontas y a locas por la cumbre de Miraflores, está sometida a cuenta regresiva. En general, predomina la desconfianza en el ambiente porque el oficialismo no termina de responder al universal reclamo de las garantías de transparencia que le piden en el territorio nacional y prácticamente en casi todos los Continentes.
A estas alturas, las opiniones se dividen entre quienes anteponen las condiciones que determinarían la viabilidad de unas elecciones libres, y ese es un punto crucial, y los que no necesitan más evidencias para adelantar lo que harán. Consideran que el fraude está escrito, por lo que debe procederse a declararlo, sin más retardos.
Sospecho que incurren en un error, al hacer prevalecer lo jurídico-formal sobre lo político que desaprovecha el enorme potencial solidario mundial en la lucha por la transición democrática y el cambio de poder.
La comunidad internacional no puede actuar como si fuera parte de la oposición y por lo tanto necesita sostener y ampliar su presión sin mostrar preferencia anticipada por ninguna de las tesis enfrentadas. Por eso apelan a principios de validez internacional: la solución ha de ser pacífico-electoral y negociada, además de dejar en manos del sufragio el futuro inmediato del país.
Tal desideratum es más que obvio. Cara o Cruz: elecciones libres y, puesto que el debate se centra en la transparencia, nada más lógico que acompañarlas de condiciones que las garanticen.
No es que sean ingenuos, ciegos o tontos, necesitan proporcionar una base clara a la decisión que finalmente tomarán. El punto es sencillo como el pan, Miraflores acepta en forma convincente lo que el mundo reclama, y a votar todos o no acepta, no se atreve y el tinglado se caerá. Cara o Sello, Cara o Cruz.
El oficialismo todavía podría, claro está, ofrecer alguna caricatura que nada valdrá dado que la calificación queda a la otra parte y a la comunidad internacional. Póngase lo que haga al juicio comedido y racional de la respetada comunidad universal y no al capricho de los interesados. Más racional que eso es difícil.
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La oposición mayoritaria, la que se agrupa alrededor de Guaidó y la AN, en línea con los 27 países de la Unión Europea + Reino Unido, EEUU, Canadá, Grupo de Lima, IDEA, Japón y suma y sigue, ha cerrado filas en demanda de elecciones transparentes en Venezuela. Que no serían consideradas tales sin precisar las resobadas condiciones.
El diputado Omar Barboza, a nombre de Guaidó, la AN y el G4, respondió en documento de diez puntos. Quedó en negro sobre blanco la tesis de la oposición, no con la idea de plantarla a hierro y fuego, sino para trabajarla con la otra parte e inducir el criterio internacional.
Es el diálogo posible, sin ánimo de confundir, dividir o engañar al otro. A partir de ese momento se ha esperado inútilmente la respuesta oficialista, en resumidas cuentas ¿qué entiende Miraflores por elecciones libres? Los días pasan y no hay rechazo ni contraposición, ni respuesta. Nada, ni la sombra de una variante tangencial. Labios sellados y mañana –dicho con palabras propias de Jorge Luis Borges– el olvido, el común olvido.
Me preguntan: ¿y qué ganaría Maduro poniendo su suerte en unas elecciones viables, limpias y libres que muy probablemente perderá? Ganará lo que la democracia le garantiza a perdedores y ganadores: salir o entrar al poder serenamente, con el confortable abrigo constitucional que el estado de derecho le brinda sin distingo a todos los ciudadanos.
De vivir como ahora, en tensión eterna, observado por el ojo que nunca dejó descansar a Caín, a disponer de la oportunidad de reconstruir su partido usando el largo receso que le espera, para estudiar con probidad las causas de su derrota.
Digo, si le sigue gustando el desnudo oficio político, cosa que dudo de veras, viéndolo como a Laocoonte, entre serpientes que lo atacan en forma implacable.
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