Caracas también es Cosmopolita, por Tulio Ramírez
Twitter: @tulioramirezc
New York, Londres, París, Madrid y Dubai, son calificadas como ciudades Cosmopolitas. Son metrópolis donde la diversidad de nacionalidades se asemeja a un arco iris interminable de culturas. En todas ellas es posible conseguir un Barrio Chino, un Barrio Latino, un Barrio Musulmán, un Barrio Judío, entre otros tantos, donde se desarrollan costumbres e idiosincrasias diferentes que han enriquecido la cultura anfitriona, incorporándose a ella a partir de las segundas generaciones.
Tal convivencia, no exenta de dificultades y tensiones, les ha dado un atractivo especial. No resulta extraño que un taxista del Bronx use turbante, o que un grupo de damas asiáticas se pasee en kimono por las calles de Manhattan, o que en Lavapiés, en Madrid, un grupo de gitanos húngaros establezcan su centro de reuniones familiares; o que en Liverpool digan que la comida típica de Inglaterra sea la comida India, o que en Saint Michelle, en Paris, la música de salsa sea la más escuchada.
Además de sus bellezas naturales, su historia, lo espléndido de sus construcciones, lo moderno de sus tendencias culturales, las pautas que dan al mundo en materia de moda y espectáculos, son ciudades abiertas al cambio, no chauvinistas, tolerantes, y vanguardistas. Son ciudades cuya característica multicultural, constituye un atractivo turístico en sí mismo.
En ese mismo rubro debo incluir a Caracas, la capital del cielo. Ok, ok, entiendo que muchos lectores ya están pensando «este comenzó con la joda, que broma que no quiso terminar el artículo en serio». Pero no, queridos amigos, no es una chanza. Caracas al igual que las metrópolis mencionadas, la han convertido en una ciudad cosmopolita, pero eso sí, a su manera.
Si bien es cierto que ya no tenemos Barrios donde se iza la bandera de Ecuador o Colombia, ni una colonia de peluqueras dominicanas alegrando con merengues las pensiones donde vivían, ni españoles e italianos jugando dominó en los cafés de la avenida Victoria o en La Candelaria, tampoco musius caminando por la plaza Bolívar comprando oro barato, lo cierto es que si hemos asumido los peor de muchas ciudades del mundo.
Por ejemplo, basta ir al centro de Caracas y sentirse como en Bangkok. Los conductores no respetan los semáforos ni el cruce de peatones. Los motorizados zigzaguean entre los carros con una sorpresiva habilidad acrobática. Van y vienen en sentido contrario al flechado, hablando por el celular y con el casco en el codo, como si ese fuera la parte más preciada del cuerpo.
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Si tomamos el Metro nos sentimos como en Calcuta o Bombay. Repletos, sin aire acondicionado y un hilo musical de cánticos religiosos, pero evangélicos, no hinduistas. Observas a la mayoría de los pasajeros con evidente signos de desnutrición y mirada perdida. También debes sortear a la cantidad de vendedores con pinta de ascetas en permanente ayuno, ofreciendo chucherías, pregonando algo así como «pueblo de Venezuela, yo pudiera estar robando pero aquí estoy construyendo patria, cómprame los caramelos a dos por 5 bolívares». Otros venden medias panty, pañales al detal, mentol chino y «cremitas de chigüire albino para combatir el sabañón» a 10 Bs, «y si compras uno el otro te sale gratis». La pobreza anda en tren, sería el nombre adecuado para ese documental.
Al caminar por los alrededores de la Plaza Caracas, te sientes como en La Habana. Muchos comercios otrora emblemáticos en la zona, hoy están cerrados. Los pocos abiertos y que venden ropa, son grises y sin preocupación por la estética para atraer al cliente. La vidriera expone un vestidito amarillo-casi blanco, desteñido por el sol; 2 metros más allá se muestra un suéter pasado de moda y mucho más allá unos anaqueles con harina de maíz y aceite vegetal. Son una suerte de tiendas Wal-Mart pero a lo Berlín, o sea antes de la caída salvadora del Muro.
Si curioseas por los locales que venden chucherías, te encuentras como si vivieras en el medio oriente, pero no entre Puerto La Cruz y Güiria, sino en los países de las dunas y los camellos. Son muy malas imitaciones de las chucherías que hace un tiempo eran de manufactura venezolana. Deduje que esas eran las que vendían en el Metro «a dos por cinco bolívares», porque en honor a la verdad, compradas al por mayor salen extremadamente económicas.
Si nos aventuramos a caminar por las tiendas ubicadas en la avenida Universidad, cerca del Metro de La Hoyada y hacia La Candelaria, nos sentiríamos como en Shangai o Beijing. Hasta las figuritas de yeso de José Gregorio Hernández son Made in China y ni hablar de los Jean de «marca americana» a 10 dólares por unidad y a 8 dólares si compras la docena.
En fin, no tendremos a los extranjeros deambulando por las calles tomando fotos y comprando «figuras del Salto Ángel» para pegar en la nevera, pero sí muchos ambientes que nos evocan paisajes y situaciones de países extranjeros. Por eso sostengo que Caracas también es una ciudad cosmopolita, pero a su manera.
Tulio Ramírez es abogado, sociólogo y Doctor en Educación. Director del Doctorado en Educación UCAB. Profesor en UCAB, UCV y UPEL.
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