Carantoñas al dólar, por Gregorio Salazar
¿La derogación de los ilícitos cambiarios? Bueno, un paso muy pequeño en lo económico pero gigantesco para una secta que se asume infalible e invencible en todos los órdenes de su actuación. El gesto es ínfimo para las dimensiones del vuelco que requiere el estado atroz de la economía, ni siquiera acaba con el control de cambio, pero es más que elocuente respecto de la propia percepción que va calando en la dirigencia roja sobre el funcionamiento del demencial modelo que auspician. Su cuerpo enfermo, como diría el tango, no resiste más.
Un nuevo episodio, por demás, de esa hipócrita relación amor-odio que mantienen con la divisa norteamericana. Durante años han prohibido su tenencia por los particulares, lo satanizan cuando ven que nada pueden hacer por represar su escalada en el mercado paralelo, lo culpabilizan de sus propios estropicios, pero al mismo tiempo lo han monopolizado en desmedro del sector privado de la producción hasta secarlo.
De modo que, en principio, ya no será delito hacer operaciones con el pestilente dólar, la repugnante divisa del maldito imperio, esa por la que dicen sentir tanto asco que hasta la desecharon como marcadora el precio de la cesta petrolera venezolana, ahora cotizada en yuanes
Pero en paralelo es la codiciada divisa en la que contabilizan el monto del botín atesorado en cuentas milmillonarias alrededor del mundo y que representa la mejor evidencia del saqueo inclemente al que han sometido a la nación, hoy convertida en paraíso de la corrupción para la clase revolucionaria. Todos los días se conocen un nuevo escándalo de soborno, de lavado, de comisiones y se abren juicios a bolichicos es distintos países.
De modo que, en principio, ya no será delito hacer operaciones con el pestilente dólar, la repugnante divisa del maldito imperio, esa por la que dicen sentir tanto asco que hasta la desecharon como marcadora el precio de la cesta petrolera venezolana, ahora cotizada en yuanes. Para la antología de las ridiculeces que constelan la historia de la llamada revolución bolivariana.
Como ha ocurrido con anteriores medidas chucutas, cosméticas, aisladas y esporádicas que dictan cuando el mundo se les viene encima, lo más probable que la decisión de la espuria asamblea constituyente represente el parto de otro Frankenstein de los muchos que se han procreado en estos años. Ya algunos analistas señalan que en vista de que el régimen aún mantiene el control de cambio es probable que surja un tercer mercado cambiario. O algún negocito donde enchufarse mientras termina el raspado de olla. Todo es posible.
Y esas son palabras que cada vez con mayor frecuencia a la boca de los más altos personeros del gobierno, como escupitajos al cielo, incluso del propio jefe de los sargentones de Chávez: fracaso, desastre, caos. Los señores, pues, han topado con la panacea económica, con el remedio para todas las desgracias a las que han sometido a Venezuela.
De la cerrazón y la inercia total ante el derrumbe de la economía ahora pasan a la súper ponderación y la exaltación de la mínima mueca que acaban de ejecutar. El propio presidente de la asamblea intrusa que emitió la medida sostiene como probable que con esta ley, ley espuria en todo caso, “se le ponga freno a todo este desastre económico”.
Y esas son palabras que cada vez con mayor frecuencia a la boca de los más altos personeros del gobierno, como escupitajos al cielo, incluso del propio jefe de los sargentones de Chávez: fracaso, desastre, caos. Los señores, pues, han topado con la panacea económica, con el remedio para todas las desgracias a las que han sometido a Venezuela. Hombre, si lo que están haciendo son simple ojitos, una picada de ojo al dólar.
Otros han ido más lejos, diríase que hasta se han desbocado: el ex ministro Ricardo Molina sostiene que con la derogatoria de los ilícitos cambiarios y el llamado programa de recuperación y crecimiento económico “¡el Presidente Maduro desata el proceso productivo nacional!”. Nos emociona hasta las lágrimas su optimismo, lo que no entendemos es que siendo tan sencillo el paso y tan grandes las calamidades de los venezolanos se hayan tardado tanto en darlo.
Es así, en este océano de penurias cada segundo, cada minuto de inacción, toda tozuda resistencia a la rectificación ha resultado un crimen de lesa humanidad.