Carmen Cecilia, la presidente del Consejo Comunal, por Tulio Ramírez
Carmen Cecilia, quien prefiere que la llamen, La Chicha, es la presidente (o “presidenta”, como siempre aclara) del Consejo Comunal de un populoso Barrio del Valle. La Chicha, mujer de 57 años, nació adeca. Esto no solo lo pregona ella, sino que lo aseguran sus vecinos. Sus testimonios informan que, desde muy joven, año tras año, iba con sus padres a la tradicional Romería Blanca que organizaba en Los Caobos, el llamado Partido del Pueblo. La recuerdan con su banderita blanca, franela del mismo color con el escudo de Acción Democrática estampado en el pecho, gritando su consigna preferida: “AD Juventud”, “AD Juventud”.
Hoy día ya no es adeca, más bien se podría decir que es chavista por naturalización. Después de haber sido dirigente estudiantil en el liceo y militante disciplinada de la tolda blanca, optó por seguir a Hugo Chávez desde su primera campaña electoral, a pesar de que ofrecía “freír en aceite la cabeza de los adecos”. Su transformación fue total. Su fanatismo por el partido rojo la llevó desde decorar con fotos de Chávez la sala de su casa; montar guardia solita durante 24 horas en las afueras de la Academia Militar durante el velorio del ex presidente, hasta pintarse los bigotes de Maduro durante su campaña electoral.
La Chicha es una apasionada de la política, de eso no hay duda. Memorable fue su disposición a reparar y conducir un autobús propiedad de un vecino, para contrarrestar el paro de transporte que amenazaba radicalizar las protestas del año 2003. Solo lo sacó dos veces a la calle para llevar gratis a la gente, en la tercera salida lo estrelló contra un poste. Su impericia al volante pudo más que su voluntad. También se recuerda la carta que escribió al hoy fallecido presidente, ofreciéndose como guardaespaldas ya que no confiaba en los militares que cumplían ese papel.
Como presidente del Consejo Comunal se encargó de la distribución de las Bolsas CLAP, censó a todo al que necesitaba una vivienda, y sembró con cilantro y ají dulce todo terreno cultivable que se le atravesaba en su camino para “ayudar a la producción de alimentos”.
También comandó durante aquellas elecciones de 2013 la llamada operación 10 x10 en todo el municipio. Dicen que prácticamente sacaba a la gente de sus casas para llevarlos a votar. No sé si es leyenda urbana, pero muchos afirman que la vieron echarse a la espalda viejitas que no podían caminar, para llevarlas al centro de votación. Se habla de unos 20 viajes y caminatas de unas 8 cuadras promedio. ¿Y las marchas rojitas?, La Chicha debe tener el record de kilómetros recorridos. No faltó a ninguna.
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Hoy La Chicha está prostrada en una cama. Ha enflaquecido de manera alarmante por la falta de alimentación y su glucosa en sangre ha aumentado a niveles alarmantes por no tener acceso a las medicinas. Está medio ciega, perdió una pierna y no tiene como adquirir una silla de ruedas o unas muletas. Sus hijos se fueron del país en búsqueda de mejores destinos y con la esperanza de enviar remesas. Hasta ahora lo que han mandado no alcanza para el mercado. Los vecinos de vez en cuando la ayudan, pero cada quien tiene sus propios problemas y sus propias carencias. Hacen lo que pueden.
Lo último que se sabe es que al parecer sus hijos se la llevarán para Colombia. Ellos apenas trabajan para subsistir, pero la madre es la madre. Asumen que, si se queda en el país, irremediablemente morirá por desnutrición o por un coma diabético. La imposibilidad de acceder a la alimentación y a la salud los obliga a tomar esa decisión. Ella, al parecer, está de acuerdo. Para La Chicha el slogan ¡Socialismo o Muerte! que tantas veces repitió, se transformó en ¡Huida o Muerte! Así paga la revolución a sus hijos más fieles.