Carmen Teodora Román de Torres, por Eloy Torres Román
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Se nos fue la Negra Carmen. Mi madre, mujer noble, valiente, previsiva, solidaria y fundamentalmente una Madre. Ella, lo fue no sólo de sus 6 hijos; sino de todos aquellos que mostraban sentimientos solidarios y esfuerzo por superarse; ella, los estimulaba a dejar de ser lo mismo. Una obrera textil, enamorada de un sueño redentor. Siempre fue rigurosa en el celo porque sus hijos lograran lo que ella no logró. Se realizó a través de ellos.
Desde muy joven se enroló en el PCV; escuchó el himno de la Internacional comunista; escrito por el francés Eugène Pottier, en honor de la fracasada Comuna de Paris en el siglo XIX, como el himno de los trabajadores de todo el mundo. Pottier, era obrero textil también. Carmen Teodora Román de Torres se insertó en el universo de contradicciones que abrazaban a los comunistas venezolanos de los años 40 del siglo pasado; éstos, vivían enfrascados en una lucha interna, sin cuartel. Ella, por su parte, era militante de la corriente de los ”bobitos”, seguidores de Juan Bobo, seudónimo de Juan Bautista Fuenmayor, viejo roble comunista que se enfrentaba a los seguidores de Gustavo Machado, el jefe de la otra ala de los comunistas venezolanos.
Ella marchó varios años tras esa corriente; hasta que conoció a Eloy Torres, activista y dirigente sindical que despuntaba en el ala de Gustavo Machado. Eloy, el galán sindical de ese entonces, la enamoró y entre ambos construyeron una familia, una visión de la política que forjaron con tesón y empeño.
Teodoro Petkoff quien murió un 31 de octubre, al igual que su tocaya; siempre decía que él no se imaginaba ver a Eloy, sin la Negra Carmen y a ella sin Eloy. Fueron un poco más de 60 años de convivencia; de luchas, de clandestinidades, sufrimientos, hambre, cárceles; pero, también de una gran alegría de estar enamorados entre ellos y además de un conjunto de valores elevados.
Algo que nada pudo romper y por el cual, creo yo, sus hijos y nietos, están obligados a ser consecuentes con ese legado.
En una ocasión, me confesó que para ella el socialismo y el comunismo significaban cultura, arte, lecturas y que sus hijos fueran hombres de bien. La vida suya fue dura y no quería esa dureza para nosotros. Se empeñó a desafiar a la realidad, durante la lucha armada, por no estar de acuerdo con ella; a pesar que su marido se había embarcado en el plan insurreccional del PCV en los años 60. Jamás cedió al chantaje de los ”camaradas” quienes la invitaban a subir a la montaña a participar en las acciones guerrilleras. Tremenda irresponsabilidad. Ella, decía. ¿Quién cuidará a mis hijos y quien se ocupará de Eloy que está preso en la Isla del Burro? La fuerza de los acontecimientos la colocó en la acera de enfrente de ese absurdo ”militarismo”.
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Viene a cuento, una anécdota de una ”pro mujer” quien, desde el oficialismo, hoy rasga sus vestiduras por aparecer cual heroína de las guerrillas. Durante el corto periodo del gobierno del Dr. Ramón J. Velázquez, varias mujeres fueron condecoradas por este noble hombre, quien procuraba reconocer los esfuerzos de éstas, en la lucha social del país. Entre ellas destacó Carmen Román de Torres. El caso es que esta ”pro mujer”, nimbada ella, en su aureola de ”combatiente guerrillera”, también fue condecorada y le preguntó a Carmen Román de Torres acerca del porqué ella sería condecorada, si jamás estuvo en el combate. Ella, con su silenciosa mirada y conocedora de todos los intríngulis acerca del falso heroísmo de muchos, le contestó: ”Yo no sé. Jamás he hecho algo para justificar esa condecoración. De algo estoy segura, nunca he hecho el ridículo de subir a una montaña (donde hay sapos y culebras y yo les tengo pavor) para no disparar ni un tiro, sino para tomarme fotos y luego decir que fui una combatiente. Eso es una ridiculez y un absurdo”. Sus dardos estaban cargados de información de primera mano, acerca de los ”verdaderos guerrilleros” que sí combatieron y de aquellos y aquellas que subían a hacer turismo.
El caso es que Carmen Román de Torres fue una militante, luchadora social, dueña de un reiterado sueño por un mundo mejor; fundamentalmente para sus hijos. Siempre lo decía; más, siempre fue solidaria con todos.
Podríamos hacer una historia con tantas anécdotas reales. Pero, no. Mi interés es destacar lo que muchos saben; Carmen Román de Torres fue una mujer valiente, bella y dulce. Argelia Laya la apreciaba y quería cual hermana; igual Consuelo Romero y Guillermina Torrealba, sus hermanas de siempre. En estas letras no puedo dejar por fuera a quien fue solidario con ella, desde siempre; me refiero a Socorro Negretti de Márquez, esposa de Pompeyo. Ella, inicialmente había construido una fraternal amistad con Eloy Torres. Era amiga de los miembros de la pandilla Güiriri, del barrio San Juan, donde Pompeyo y Eloy eran los capitanes.
Los años fortalecieron esos vínculos. Socorro y Carmen eran más que amigas, eran hermanas. Sus hijos lo pueden confirmar, e incluso sus nietos y sobrinos, lo reiteran siempre. Los años han servido para fortalecer unas relaciones muy fraternales. No puedo omitir a Malaquías García y a su bella esposa Margot Castro, quienes se jugaron la vida por su amistad con Pompeyo y Eloy. La Negra Carmen permanentemente estaba en esa relación. Su amistad fue siempre grande.
Carmen Román de Torres, mi Madre, hoy descansa en paz. Su cuerpo y su mente le pedían involuntariamente la libertad. Ella, atrapada en sus olvidos naturales de su edad y los pocos recuerdos que estaban a flor de piel, procuraba mantenerse firme, como siempre lo fue.
Ella se esforzaba por mantenerse en pie. Ya no le quedaban fuerzas. Quizá, en sus esfuerzos destaco que mientras ella decía que yo era su cuñado o que a veces no reconocía a José, mi hermano; siempre se mostró como una luchadora que fue. Recuerdo, hace dos semanas, mi hija, regresó de Cancún, México, donde trabaja. El caso es que Carmen, así se llama mi hija en su honor, cuando entró al cuarto, le pregunté: ¿Mamá, sabes quién es ella? La miró y con su típica, como pícara sonrisa, contestó:” Es Carmen, mi nieta y mi tocaya”.
Hoy, Carmen Román de Torres, descansa en paz. Seguramente se reunirá con Eloy, para dar cumplimiento a lo que decía Teodoro, su tocayo: ¡Eloy, es incompleto sin Carmen y ella, sin Eloy tampoco es completa! Ella buscará verse con él, como con Pompeyo y Socorro, con mi Julita, quien la recibirá con miles de besos y con tantos amigos que la quieren; mientras nosotros aquí en la tierra con una lágrima regaremos el espacio que ella deja vacío.
Madre bella y amada. Descansa en paz. Te amo, tu nieta y tocaya, también te llora y quiere; mis hermanos y nietos tuyos coinciden conmigo. Eres bella mami. Te pido la bendición.
Eloy Torres Román es Analista internacional y miembro de @COVRI_org
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