Carnavales en Higuerote, por Tulio Ramírez

Hace tiempo que no disfrutaba los días de carnaval fuera de Caracas. Bueno, hace mucho tiempo que no salía de Caracas. Mi sueldo como profesor universitario solo me alcanza para llegar a Los Próceres o al Parque del Este y dar tres vueltas al circuito. Solo tres para no gastar los guachicones que me envió el compadre Güicho. Se los ganó a un ruso en una pelea de gallos allá en Margarita. Afortunadamente el ruso era muy patón.
En esta oportunidad le metí mano a los pocos ahorros y me fui a Higuerote a disfrutar de las playas. Me merecia ese paseo. Ya veré después como pago el internet, la televisión por cable, el condominio y la cuota de este mes por la reparación del carro. Tener mecánicos que fien es una bendición en estos tiempos.
La ida fue un poco extraña. Conté 14 alcabalas durante el trayecto. Pasaba despacio, bajaba el vidrio y ponía la cara como la del Gato con Botas en la pelicula aquella. Dentro de mí pensaba “si me paran y me matraquean, tendré que regresar a Caracas, porque me van a dejar limpio antes de llegar a mi destino”. Cuando sin problemas pasé la última alcabala en la entrada del pueblo, me dije “deben saber que soy profesor universitario, es la única explicación”.
Había movimiento en el pueblo. Los tarantines estaban llenos de gente comiendo empanadas y las licorerías, ni se diga. La escena de personas acomodando cerveza y hielo en las cavas, era el paisaje más recurrente. Llegué a preguntarme si la crisis solo me atacaba a mí o era un mal administrador. Alejé de mi mente esos pensamientos materialistas y me prometí que disfrutaría hasta donde llegara mi cobija, o pañuelo, dependiendo del costo de la vida en la zona.
Cené con una lata de sardinas y un pan canilla, luego me acosté a dormir haciendo planes para la ida a la playa al día siguiente. Desperté temprano y me fui al muelle para tomar el peñero que me llevaría a una de las playas más frecuentadas por los turistas (nacionales). El pasaje, la verdad, era económico. Con 6 dólares, pagados en bolívares al cambio promedio, te llevan y te traen.
Hasta ese momento, todo marchaba según los planes y el presupuesto. Tomé previsiones y me llevé una cavita con 8 birras, y un bolso con un par de sándwiches. La gente montaba en los botes cavas repletas de cerveza, sillas de extensión y sombrillas. Presumi que al igual que yo, el presupuesto no les llegaba para alquilar esos implementos ni comprar platos de pescado frito a 30 Dólares. Pensaba “es parte de la estrategia de resiliencia del pueblo venezolano”. Recordaba a Roberto Benigni en la Vida es Bella. Los tiempos serán duros pero no nos dejamos aplastar.
*Lea también: Policías en la UCV, por Tulio Ramírez
Cavilaba bajo el sol, cuando de pronto llegaron más de 25 lanchas de gran eslora a estacionarse frente a la playa. No eran botecitos tripulados por marineros amateur o pescadores de la zona. Eran enormes yates que parecían casas y que arrastraban motos de agua de alta gama. De la proa surgían jóvenes treintañeros con cadenas de oro y costosos lentes de sol de marcas conocidas. No soy experto, pero puedo asegurar que no eran imitaciones como las que compro a los buhoneros de Sabana Grande.
El contraste era muy evidente. En la orilla gente divirtiendose sin excesos ni ostentación, y en los yates, muchachos alardeando sus joyas y bebidas costosas. Un par de ellos se lanzaron al mar y nadaron hasta la playa. Al salir del agua, se pararon cerca de donde estaba y los escuché conversar. “Esa lancha la voy a vendel, pa comprame una más cartelúa y tu ¿cuándo te va a compral la tuya?”, el compañero respondió, “cuando me se dé el negocio mi pana”. Evidentemente no habían pasado por una escuela ni de visita.
Mientras recogía mis macundales para regresar, escuché accidentalmente a una señora, que también recogía. Le comentaba a quien me pareció era su esposo, “si Albertico se llegara a presentar con una cadena de oro de ese tamaño, lo boto de la casa”. El señor, con una sonrisita irónica, le respondió, “quién te entiende mujer, a mi casi me botas cuando te calculé en dólares lo que ganaba en el Ministerio”. Finalmente llegué a Caracas con un tema para el artículo.
Tulio Ramírez es abogado, sociólogo y Doctor en Educación. Director del Doctorado en Educación UCAB. Profesor en UCAB, UCV y UPEL.
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo.